Desleales

Esta es la semana en la que los grupos parlamentarios comprometidos con Pedro Sánchez van a votar el texto de una amnistía prefabricada a gusto y medida de unos delincuentes, llamados desde ahora simplemente "afectados". Se quiere redefinir nuestra codificación penal adornada con la referencia a una directiva europea pero sólo se trata de una transacción infame.

Esta fórmula, al gusto del fugitivo de Waterloo ha sido asumida por el biministro Bolaños, incansable fabricante de "bolas" pacificadoras jurídicamente aberrantes. Esta bola de impunidad a cambio de votos parlamentarios es la que han tenido que tragar sin escrúpulos todos aquellos diputados que quieran seguir siendo considerados como "progresistas" por Sánchez y su capilla.

Estos diputados convertidos en correa de transmisión presidencial deben de ser conscientes de su deslealtad a la Constitución y a la unidad del Estado. No es el caso de los nacionalistas que se aprovechan de la minoría parlamentaria de Sánchez.

Los nacionalistas catalanes no son desleales, son separatistas. Los desleales son aquellos otros que, no siendo separatistas, allanan el camino para que se pueda llegar impunemente al tiempo de la autodeterminación regional.

El separatismo manifestó su debilidad el día en que al Estado -con acuerdo de 'populares' y socialistas, conviene recordarlo- le bastó la simple puesta en vigor del Artículo 155 de la Constitución para desmoronar el artificio y poner en fuga a Carles Puigdemont.

Las campañas pagadas en el interior y en el extranjero y los motines financiados con fondos públicos malversados no tuvieron impacto suficiente para alterar la vida social y económica de los catalanes ni repercutieron en la normalidad constitucional del conjunto de España.

No quedó otra huella de los disturbios provocados por el separatismo que los 7 votos con los que Puigdemont chantajea a la Presidencia de un Pedro Sánchez sin base electoral propia suficiente.

Es Pedro Sánchez, primero con indultos, luego con cambios en el Código Penal y ahora con su propuesta de amnistía pactada, quien está abriendo paso a un separatismo dividido y derrotado.

Elegir entre la devoción al jefe o la lealtad a la Constitución

Quienes siguen dócilmente a este presidente que respira el tufo de una trama corrupta de dimensiones aún indefinidas legalmente pero políticamente fétidas, no actúan como incondicionales a un dirigente cuestionado sino como desleales a los españoles que los votaron bajo otras promesas y contra la integridad del Estado.

Se comprende la dificultad de elegir entre la devoción al jefe que dio visto bueno a la inclusión en las listas electorales del partido y la lealtad a la Constitución que se ha prometido acatar y defender. Pero una elección en conciencia es ineludible.

Se pudiera aducir que la estabilidad del Gobierno o el cierre del paso a la oposición son justificaciones de peso para explicar un voto esencialmente inmoral. Pero, para ello, tendría que haberse ejercido la presión máxima y los debates internos que no se han visto en esta ocasión.

Los miembros de la comisión correspondiente no conocían el texto últimamente pactado fuera del área parlamentaria y el conjunto de los diputados se espera que acepte al pie de la letra la canción del cantautor de Waterloo.

Los diputados se alistarán voluntariamente a la lista de la traición que se conservará indeleble en los archivos del Congreso de los Diputados, con sus nombres y apellidos para vergüenza de sus descendientes.

Mientras tanto sólo Pedro Sánchez se beneficiará del apoyo "gota a gota" del gran amnistiado durante el tiempo que el chantajista considere conveniente.