La resaca gallega

Que Yolanda Díaz, con su empaque de vicepresidenta del Gobierno y unos antecedentes familiares enraizados en las legendarias Comisiones Obreras, no haya sido capaz de “sumar” un diputado en su provincia no es solo una muestra de su nulidad personal sino una demostración de que la coalición con la que Pedro Sánchez dice formar gobierno es un trampantojo. Que Pedro Sánchez solo consiga seis diputados en el parlamento autonómico de la tierra natal de Pablo Iglesias, el verdadero, el fundador del PSOE es ridículo a nivel regional y nacional. Que Alfonso Rueda borre sin esforzarse a un Besteiro parece un sarcasmo.

Fue ridículo el preludio de sobredimensionar unos peleles de plástico como una catástrofe ecológica. Pero la cumbre fue intentar liar a Núñez Feijóo por sus revelaciones de haber sondeado las intenciones de Puigdemont, acusándolo de comportarse de la misma manera que Sánchez. Como si no estuvieran a la vista las consecuencias. Si Feijóo hubiese prometido las mismas infamias que Sánchez habría conseguido su investidura. Como no cedió al chantaje no fue elegido presidente con los siete votos de Puigdemont, como sí lo fue Sánchez. La crítica a Feijóo lleva en sí misma la acusación a Sánchez.

Tras estas ridículas campañas Sánchez cometió el error básico de suponer que el secesionismo de Ana Pontón haría el trabajo que no supo hacer el socialismo. Solo consiguió mejorar un poco los resultados del Bloque Nacionalista Gallego que, por mucho que se adorne, no pasa de ser una mala imitación histórica de los secesionismos vasco y catalán. No debe saber Sánchez que las imitaciones no provocan entusiasmo sino irrisión, dicho con todo respeto a los galleguistas de antaño que aportaron ornato cultural a lo que no tenía porvenir político. Porque no es imaginable un galleguismo antiespañol siendo el núcleo galaico-asturiano leones la matriz de Castilla que restauró Hispania y siendo su lengua la cuna del español y la lengua poética de los españoles a través de los siglos. Desde la plaza del Apóstol patrón de España no se puede traicionar a España, como bien sabía Manuel Fraga que estableció los cimientos de un galleguismo sólido y leal al Estado. ¿Qué puede venir tras este descalabro ridículo? Pues, de momento, la reacción más oportuna de los cerebros sanchistas: solicitar a la mesa del Congreso, presidida por la servicial Francina Armengol una ampliación del plazo para la redacción de un nuevo dictamen sobre la proposición de Ley de Amnistía por parte de la Comisión de Justicia que deberá revisarlo hasta que Puigdemont se dé por totalmente complacido. No vaya a disgustar la revisión a los delincuentes beneficiarios a los que el ministro Félix Bolaños llama piadosamente “afectados”.

Han perdido la conexión con los territorios y solo mantienen su grupo minoritario en el Congreso chantajeado por los secesionismos que piden desmontar el Código Penal como moneda de cambio. Han malversado el Derecho y han perdido la base democrática del poder ¿Qué vendrá después? La resaca. Un socialismo náufrago braceando para que su extinción sea lo más lenta posible.