Los que gobiernan o los que mandan

Lo de “la gente” de Sánchez es como la montaña de Mahoma pero al revés. “Si no viene la montaña a Mahoma, irá Mahoma a la montaña”, dice la frase atribuida al Profeta.

Si no viene Pedro Sánchez a donde está “la gente”, irá la gente a la Moncloa. Esta es la brillante idea de la tropa de asesores audiovisuales capitaneada por el ministro Bolaños. Se seleccionan grupos de cincuenta ciudadanos entre aquellos ilusos que, en los cuatro anteriores años al penoso presente, enviaron alguna petición o sugerencia al buzón de la Presidencia del Gobierno.

No hace falta que sean afiliados o votantes del PSOE, aunque algunos lo sean y se repitan en reuniones “ad hoc”. Son, en todo caso, almas cándidas que aún creen en las mentiras de Sánchez y esperan el eco de sus demandas del piadoso protector del pueblo. Entre ellos y ellas se buscan cinco más espabilados para expresarse oralmente. No se sabe quién engaña a Sánchez para hacerle creer que puede ganar votos por tales procedimientos. Solo se evita que pueda aparecer en algún rincón de la pantalla el descontrolado cartelito: “Que te vote Xapote”.

Hay quien tolera este procedimiento pensando que en todo espectáculo es conveniente una claque.

Era tradicional en los teatros madrileños un jefe de la claque que se instalaba en algún bar cercano. Solía ser un señor entrado en años que administraba cuidadosamente su cupo de entradas gratuitas y advertía a los aspirantes a disfrutar de la función que controlaría si cumplían su obligación de aplaudir cuando él iniciase el palmoteo, bajo la amenaza que, de no hacerlo, no los admitiría otra vez en el reparto de aquellas pocas entradas y que debían asistir bien aseados.

No sabemos si existirá un importante jefe de la claque de Sánchez ni si se trata de un funcionario de Presidencia pero, en cualquier caso, debía advertir al colectivo de que se cambie de ropa porque a algunos los han reconocido por sus vestimentas de otras ocasiones. Hay quien eleva el nivel de los cincuenta elegidos al rango artístico de coro.

No se trata de aplaudir sino de acompañar a la voz del solista que canta la letra esencial del concierto mientras los demás la acompañan con un murmullo de sonoro asentimiento. Pero los asesores de Sánchez han pensado en una farsa menos simple que una claque y menos armoniosa que un concierto. Los asesores de Sánchez pretenden que “la gente” que acompaña al líder sea tenida por una representación a escala de “el pueblo”.

Por ello lo que organizaron es un sainete populista pero no extremista. Como en un teatrillo de colegio, se habló de los niños gordos, de la temperatura del tiempo, la igualdad entre niños y niñas o las pensiones de los abuelos, dejando espacio suficiente para que el líder se explayase con un discurso grabado de antemano en el que no faltaron referencias a “los que mandan”.

Porque resulta que el presidente del Gobierno manda muy poco y, por tanto, no es el responsable de la inflación que padece “la gente”. Por ello dijo: “Debemos luchar contra esa idea de que se elige a quien gobierna pero no a quien manda”. No parece que se refiera a los otros poderes constitucionales; el poder legislativo o el poder judicial; que los tiene bien presionados sino a unos ocultos poderes económicos.

Esta es la escenografía barata con la que, según parece, pretende recuperar sin éxito a los electores huidizos la agencia publicitaria instalada irregularmente en las estancias de la Moncloa y no en su lugar que es la sede de un partido político.

En su desigual debate senatorial con Feijóo —132 minutos frente a 27— por una interpretación abusiva del reglamento, Sánchez se atrevió a desenmascarar a unas “poderosas fuerzas”. Se trata de “quién le promociona: las grandes energéticas, las grandes corporaciones de este país”. Así que ya pueden los gallegos olvidar sus mayorías absolutas y el Partido Popular su congreso extraordinario.

Podría haber dado un paso más allá y citar los nombres de los consejos de administración de dichas empresas donde están “los que mandan” que no son los que gobiernan. Sánchez gobierna sin mandar y sin pensar según confiesa. Sánchez va a resultar que es un político fantasma que ni piensa ni gobierna. Pertenece a la casta temible de quienes solo actúan sin capacidad de planificación ni de Gobierno. Simplemente se mueve de forma improvisada y peligrosa.

Lo que no se comprende es a qué esperan “los que mandan” para mandarlo a casa donde no estorbe a los deseos de los poderosos. No entra en la cabeza de los activistas metidos a políticos, sin otra idea que la conservación de sus cargos, su falta absoluta de autocrítica que les impide conocer su propio fracaso.

No hay poderes ocultos sino un descontento general sobre su forma de gobernar. Los votantes, incluso sus votantes, están descontentos y esto es lo que reflejan las temidas encuestas. No falta comunicación ni propaganda. Sobran debates trucados y sainetes televisados. El bombardeo de mensajes y propinas es inútil. Falta verdad, sinceridad, sentido común y responsabilidad de Estado.

Sobra culpar del estropicio ante la supuesta “gente” a los desconocidos que mandan en vez de al personaje que gobierna. Sobra sectarismo y falta conocer cómo quiere navegar España en un tiempo de crisis internacional. Si quien gobierna no manda es mejor que deje sitio a otro en vez de empecinarse en agotar la legislatura, con sus impresentables socios de Gobierno y los puntales independentistas enemigos de la integridad nacional que lo chantajean con pretensiones anticonstitucionales.