Donald Trump no desea humillar gratuitamente a Volodímir Zelenski y con él, no lo olvidemos, a todos nosotros, la ONU, la Comunidad Europea, la OTAN y hasta Pedro Sánchez. Su malignidad no es tan absoluta. Trump practica el realismo político y esperaba ser comprendido. Los Estados Unidos de Trump no contemplan un equilibrio mundial basado en dos potencias como en la época de la Guerra Fría. Demócratas a un lado y comunistas totalitarios a otro. Ahora somos tres miembros clave: Europa, Rusia y China. Trump esperaba ser sobrentendido de que intenta poner orden en una situación diferente. No desea una Rusia aislada y debilitada y en brazos de China como única alianza posible. Una Rusia que no es comunista sino circunstancialmente gobernada por un dictador personalista pero no está identificada con el comunismo oriental y se relaciona mucho más de lo aparente con el continente europeo. Una potencia ruso-china sería mucho más peligrosa que un dictador sin futuro. El interés nacional de Estados Unidos está hoy en mantener a un Vladímir Putin tranquilo antes que irritarlo con un conflicto bélico abierto por delegación a cargo de sus aliados europeos aunque haya cortado sus donaciones directas de armamento a Ucrania.
Putin desearía que Zelenski comprendiera la necesidad de un trato que está siendo calibrado también desde China y que no se trata de un alto el fuego local sino de apagar el peligro de una guerra continental, como dice Trump. Un acuerdo mediatizado por los negocios económicos dentro de un clima de paz injusta. Trump no es un negociador insensato y sabe perfectamente que Europa podría poner en juego una potencia militar pero no puede improvisarla repentinamente. Mientras Zelenski no recibirá armamento de Estados Unidos.
Zelenski no ha sabido valorar el ser considerado interlocutor primero y preferente en la Casa Blanca. No se trataba de proclamar la paz de golpe y sin condiciones sino que presentase un cierto estilo negociador en correspondencia con la invitación y que no se trataba necesariamente de que hubiese llevado una corbata. No parece que se hubiese portado igual ante el inefable Emmanuel Macron si lo llamase al Eliseo para discutir personalmente la situación con luz y taquígrafos. No se puede llegar a la Casa Blanca como si el mundo fuese plano y China no existiese y la bola del mundo entera estuviera dividida y vigilada por la OTAN. El futuro equilibrio mundial debe tener en cuenta que hay cuatro en la mesa, USA, Rusia, China y la Unión Europea y Ucrania, agredida y ofendida, no puede aspirar a invitada sin invitación sino por concesión de uno de los cuatro elementos en juego. Por dolorosa que sea su situación actual, hay que dar por seguro que cuando Putin le invite al Kremlin irá más corregido y preparado que a la Casa Blanca.