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Es lo menos nacionalista que han hecho los nacionalistas

viernes 20 de octubre de 2017, 10:24h

Se celebró el miércoles por la noche en el atrio del Guggenheim el vigésimo aniversario de su inauguración. Hace veinte años estuve con María Esther y bajamos aquellas escaleras hacia un museo increíble que había tenido una inmensa polémica previa, un atentado mortal, el del ertzaina Txema Agirre, pero asimismo gentes sólidas y arriesgadas al frente, fundamentalmente del PNV, que creyeron en el proyecto.

Vi por la noche en ETB un buen reportaje con entrevistas a Laskurain, Areso (que no ayudó mucho al principio con los terrenos), y a varios más que estuvieron en la génesis y ejecución de aquel proyecto y me pareció todo el documental muy interesante aunque faltaron algunos testimonios, pero el resultado final era bueno y de impacto.

Laskurain recordó como el bicentenario de Mozart hizo que Salzburgo dedicara su presupuesto a Mozart y eso hizo posible que se construyera en Bilbao pues el Museo iba a construirse en esta ciudad austriaca. Bilbao le debe a Mozart su museo.

Yo de aquello me acuerdo por ráfagas de la polémica y de la mezquindad de muchos que nunca reconocieron que se equivocaron. El reportaje debería haberles sacado en sus denuestos. Pasar página tan rápidamente y seguir criticándolo todo es mala obra de pedagogía pues son los mismos plastas de siempre que se pueden equivocar como todos, pero que no rectifican nunca.

Decían que el museo era la caseta del perro, o era el gran urinario de Euzkadi, que era una alcachofa que tenía nombre del jugador más caro del mundo, o que con ese dinero se debería hacer esto y lo otro. Enrique Portocarrero, desde El Correo fue uno de los que más se ensañó. Al principio y cuando el museo comenzaba a tomar vuelo minimizaba al Guggenheim como tal y solo valoraba que el mismo atraía gente gracias a las exposiciones de Richard Serra y la muestra Azteca. Y no digamos nada de Oteiza y sus comentarios de mal gusto o de Melchor Miralles desde El Mundo.

Todo y todos estuvieron en contra

También que entre las felicitaciones se olvida al PNV porque sin una reunión del EBB en la Rioja que dio el visto bueno, nada se hubiera puesto en marcha frente a todo y frente a todos. Parecería que las cosas surgen espontáneamente como los catarros. Pues no. Y la prueba, un poco amarga, fue el testimonio y la forma utilizada por el crítico de arte Kosme Barañano que de esta manera me resumió todo el proyecto:

“Es lo menos nacionalista que han hecho los nacionalistas”, como si aquí solo supiéramos hacer caseríos de ”vasquitos y neskitas”.

Barañano quiso ser director del museo pero afortunadamente quedó en buenas manos, las de Juan Ignacio Vidarte, hijo del senador Vidarte quien acaba de fallecer y en estos veinte años le ha dado la impronta de buena gestión y de modernidad que ha cambiado Bilbao.

Recuerdo que el PSE con sus complejos de siempre metió sus narices en el proyecto y lo redujo nada menos que un tercio, concretamente Rosa Diez en el Consejo de Gobierno y como había necesidad de los votos del PSE se redujo y ahora hay que cerrar salas cuando se organizan nuevas exposiciones fastidiando hoy el almacenamiento de las obras. Y no digamos las obsesiones de Antonio Rivera que casi se carga la relación del Museo con el patronato Guggenheim en tiempos de Patxi López.

Y el PP, con aquella señora al frente tía de Antonio Basagoiti, Ascensión Pastor hizo todo, menos apoyar el proyecto. No digamos lo que era HB, hoy Sortu, que encima aplaudieron la acción de ETA. El Guggenheim pues, es una obra coral pero fundamentalmente de las gentes del PNV. Y eso le molestaba al crítico Barañano.

Si se hubiera sometido a referéndum la idea, no hubiera salido.

Recuerdo las discusiones en Madrid con González de Txabarri. Decía que era una obra en Bilbao hecha por gipuzkoanos. Arzalluz, presidente del EBB, Laskurain de Soraluze, Arregi de Andoain y varios más. Yo le sacaba los bilbaínos que habían hecho posible asimismo el obrón, para al final colegir que el Museo era muy bueno para la Villa pero también para toda Euzkadi.

Recuerdo también, pero con pena, como acabaron con una fábrica de maderas de ladrillo rojo que con su chimenea estaba al lado del museo. La podían haber integrado, dejado allí, desmontado pero nunca destruirla como hicieron. Para mí es la nota negra de aquel trabajo. La fábrica con su chimenea era el testigo de una época a la que el Museo aplastaba. Y nada se dice de aquella barbaridad. Aquello fue un delito artístico.

También recuerdo el argumento del costo que alguien recordó anoche. Son veinte kilómetros de una carretera y si estás dispuesto a pagar esos veinte kilómetros, ¿Por qué no un Museo referencia que diga al mundo que existimos y que a pesar de la violencia se puede venir a visitarnos?. Genial.

Arriesgaron, coordinaron, eligieron a los mejores, demostraron que aquí se podía hacer lo que no se podía o no se atrevían a hacer en los Ángeles y por eso el Guggenheim es el símbolo de este Bilbao moderno que avanza con paso seguro a pesar de las dificultades.

Y para finalizar un recuerdo personal. Como ocurrió el miércoles la cena de inauguración, rey incluido, fue de gala y glamour .Juan Carlos se equivocó en el botón a dar y aquella anécdota se contó y recuerdo la cena en una mesa redonda que me la pasé hablando con la esposa de Viar el director del museo de Bellas Artes. Mi mujer, María Esther, remisa a este tipo de actos, fue con un vestido que se lo cosió mi ama y que destacó hasta tal punto que en el programa de Txetxu Ugalde y Yolanda Alzola, le hicieron una entrevista. Estaba feliz.

Han pasado veinte años, el museo es uno de los motores de Euzkadi y de Bilbao, la gente sigue viniendo y visitándolo y ahora lo que queda es en pensar en un nuevo horizonte del calibre del Guggenheim. Hace veinte años se arriesgó y salió bien. Pues a por él.

¿Por qué no, pues?

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