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Ejecuciones en Irán

viernes 23 de diciembre de 2022, 07:52h

Cuando una dictadura eleva el grado de represión que ejerce en su ciudadanía para mantenerse en el poder es que teme que su tiempo de terror llegue a su fin. Hay varios casos en la historia donde el endurecimiento de las medidas contra los que protestan ha sido contraproducente para sus intereses bastardos porque ha provocado una reacción de mayor valentía interna y de necesidad vital de luchar contra el abuso de autoridad por la fuerza, la denigración de la dignidad individual y colectiva y la profunda concienciación personal de la necesidad de acabar con una injusticia inaceptable e insoportable. Desde hace varias semanas, miles de iraníes en todas las ciudades del país protestan contra el régimen de los ayatolas.

Las manifestaciones comenzaron tras la muerte de una joven, Mahsa Amini, tras ser detenida por la policía de la moral por llevar mal puesto el velo. Las mujeres encabezaron las reivindicaciones por sus propios derechos que día a día se fueron generalizando para reclamar el final del régimen represor que respondía asesinando a docenas de manifestantes en las calles y ahorcando públicamente a dos de los más de veinte condenados a muerte acusados de delitos de enemistad contra Dios y corrupción en la Tierra. En los ejemplos que nos brinda la historia de caída de dictaduras, las revueltas internas precisaron en su mayoría de un apoyo exterior, más o menos directo, que, además de prestar ayuda a los opositores, presionara al propio régimen con medidas políticas y, sobre todo, con represalias económicas y comerciales para sus intereses personales. Después, los dictadores se refugiaban en algunos de los países tras ser derrocados y disfrutaban de parte de sus fortunas.

En el caso de Irán, no es tan sencillo que el régimen de los ayatolas colapse porque desde 1979 con la llegada de Jomeini al poder tras la caída del Sha, los clérigos chiíes radicales han copado el poder en todas las instituciones y organismos. Desde el poder judicial, legislativo, militar, económico y el político que maneja el líder supremo y su consejo más cercano. Sin embargo, el hartazgo de la sociedad iraní desafía a la dictadura y a su policía y grupos paramilitares impulsados más todavía por la indignación que producen los ahorcamientos públicos. La imagen de un joven colgado de una grúa en una plaza ha incrementado las movilizaciones internas y en algunos países. Se va perdiendo el miedo y algunos jugadores de fútbol han expresado su rechazo al régimen. Uno de ellos, Amir Nasr-Azadani, se enfrenta a la soga, pero no ha sido suficiente para concienciar a sus colegas que han seguido jugando el Mundial de Qatar. Me temo que sólo la necesidad del petróleo iraní en el mercado internacional para aliviar la crisis puede motivar más que las vidas de los ahorcados.

Javier Fernández Arribas

Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.

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