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Alerta energética

lunes 25 de julio de 2022, 09:25h

La Comisión Europea decidió la semana pasada presentar un plan de contingencia a los 27 países miembros en previsión de que Rusia decida cortar el gripo del suministro de gas durante el próximo invierno.

No es nada descabellado pensar que así sea porque, de hecho, 12 países ya están sufriendo interrupciones parciales o totales en el suministro como forma de chantaje por parte de Putin contra el apoyo europeo a Ucrania.

Desde febrero para acá, Europa ha reducido en 2/3 la dependencia rusa tras una búsqueda frenética de nuevos suministradores -Argelia, Egipto, Qatar, Azerbaiyán y EEUU fundamentalmente-, y por ahora sugiere a los países miembros de la UE que reduzcan voluntariamente un 15% su consumo de gas desde el próximo 1 de agosto hasta el 31 de marzo del año que viene.

A Teresa Ribera, vicepresidenta del gobierno y ministra de Transición Ecológica, le ha faltado tiempo para salir a la palestra y oponerse frontalmente a la propuesta de Bruselas.

Y eso que a España, junto a Portugal, Europa ha permitido que se establezca un sistema temporal de tope de precios al gas ibérico como posible fórmula de alterar los altísimos precios de la luz. Y eso que, al menos en los que al consumo no industrial se refiere, la Comisión sugiere limitar los aires acondicionados a que no bajen de los 25º en verano y que las calefacciones no suban más allá de los 19º en invierno.

Vamos, que el sacrificio no es tal, sino un mero consejo de aplicar el sentido común en previsión de que las cosas vengan mal dadas en los próximos meses. Lo cierto es que, si Europa no actúa desde ya mismo y con verdadera urgencia, la dependencia energética del continente se va a eternizar
y, por tanto, su vulnerabilidad política se va a hacer endémica por su buenista posición de limitar los cupos de emisión de CO2 combinada con sus prevenciones frente al uso de la energía nuclear y la negativa a acudir al fracking para explorar la existencia de posibles reservas de gas en el subsuelo.

No creo que sea precisamente España quién pueda dar lecciones de solidaridad y de capacidad diplomática a la Comisión Europea, sobre todo después del giro dado a nuestra política con el tema del Sáharay la subsiguiente reacción de Argelia limitando el suministro de gas a nuestro país al 50% y dejando ya entrever que, en breve, la revisión de los precios del gas argelino no va a ir precisamente a la baja.

Y lo peor es que, como a partir de diciembre, los españoles nos veamos sometidos a cortes de energía -no ya por sugerencias, sino por imposiciones de Bruselas-, lo mismo es la propia Ribera la que saldrá a afear la conducta de Ursula von der Leyen por su falta de previsión o su negligencia. Aquí somos maestros -¡qué digo maestros, doctores…!-, en el arte de tirar balones fuera, de silbar mirando hacia otra parte y de poner cara de sorprendidos cuando los demás nos señalen con el dedo.

Para entonces, seguro que las ministras Nadia Calviño, vicepresidenta 1ª de Asuntos Económicos, y María Jesús Montoro, ministra de Hacienda, ya tendrán preparados sendos decretos leyes para dirigir contra las energéticas nuevos impuestos especiales para compensar las molestias y el frío que su afán desmedido en busca del beneficio -esa u otras razones parecidas serán el justificante de su afán recaudador-, del mismo modo que este mes de julio han hecho con los bancos, ahuyentando de paso a inversores internacionales.

La reducción del consumo innecesario y evitar el derroche de energía no solo debiera ser una medida circunstancial, y a aplicar tanto en las industrias como en los hogares de los ciudadanos, sino que debiera constituir una práctica habitual. El gobierno español hace muy mal en no concienciar a sus ciudadanos en que esa posibilidad del cierre del gripo ruso al gas puede ser un marco perfectamente probable.

Y la capacidad española de almacenaje de gas en seis plantas perfectamente adaptadas (Barcelona, Sagunto, Cartagena, Huelva, Mugados y Bilbao), aunque reduce sustancialmente los efectos de ese posible corte del gas ruso, seguiremos siendo parte de la UE y, por tanto, seguir siendo
solidarios con nuestros socios europeos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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