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Inquietante

jueves 05 de agosto de 2021, 07:55h

Podemos, esta vez por boca de Ione Belarra y tantas otras por la de Pablo Iglesias u otros miembros de la facción podemita del gobierno actual, vuelve a atacar a la Corona. Sucede por enésima vez en su año y pico de coalición. Y Sánchez, como en todas las ocasiones anteriores, vuelve a hablar con la boca pequeña y poniendo una vela a Dios y otra al diablo, es decir, siempre transitando por ese lenguaje ambiguo que parece indicar un cierto apoyo a Felipe VI y, al mismo tiempo, una censura a Juan Carlos I. Desde luego, nunca desautorizando a los ministros desleales con la Corona y con la Constitución del 78, lo cual es, por un lado, un síntoma de la debilidad extrema en la que está instalado (Bildu, Esquerra, Podemos o PNV pueden acabar con él en el momento que quieran), y por otro que el presidente del gobierno está dispuesto a tragar carros, carretas y hasta trenes AVE si hace falta, con tal de mantenerse en la Moncloa.

No es que la Constitución del 78 sea intocable, no. Se puede modificar y, llegado el caso, hasta podría plantearse el cambio de forma de estado que todos nos hemos dado. Pero, eso sí, siguiendo las reglas marcadas en ella que indican -y no hace falta recordarlo- la necesidad de amplias mayorías en Congreso y Senado, por un lado, y un referéndum entre todos los ciudadanos con derecho a voto. Sólo si esta fórmula sale adelante podría hablarse de esa posible legitimidad del cambio. Cualquier otro subterfugio o ingeniería jurídica sería simplemente una nueva trampa urdida, ni más ni menos que desde el propio gobierno de la nación. De ahí que los silencios de Pedro Sanchez, o sus declaraciones ambiguas y con la boca pequeña no pueden ser más que interpretadas como una pactada y deliberada confusión entre las dos partes del gobierno -a veces no sé muy bien si no sería mejor hablar de los dos gobiernos…-, que juegan a aparecer ante los ciudadanos como los polis buenos y los polis malos, cuando en realidad ambos son del mismo bando, persiguen el mismo fin, el de derribar la monarquía constitucional al precio que sea. Y supongo que Felipe VI no es desconocedor de tan inquietante y maquiavélica voluntad.

Llama Belarra a don Juan Carlos “prófugo de la justicia” y ella sabe, o debería saber, que eso es sencillamente mentira. El rey que ha dado el mayor periodo de libertad y de democracia vivido en nuestro país no está reclamado por la Justicia española y, por tanto, no es un prófugo. Fue el mismo gobierno Sánchez quién presionó a la Corona el año pasado por estas fechas para que, finalmente y para evitar tensiones mayores a su hijo, saliera de España con dirección a Abu Dabi y allí se ha instalado. Su situación fiscal parece que ya la ha solucionado y, si tuviera cuentas pendientes con la Justicia, estoy seguro de que volvería encantado a su país para rendir cuentas ante ella y así poder defenderse con plenas garantías.

Otro personaje de actualidad, el ínclito Carles Puigdemont, que sí que es un prófugo, es tratado desde la facción Podemos del gobierno de la nación, no como un prófugo sino como un “exiliado”. Otro giro voluntario y más que tendencioso para referirse a un señor que orquestó el procés y que, oliéndose la que iba a venir, salió por piernas de Cataluña y de España dando buena prueba de que sabía perfectamente lo que hacía y, además, que eso contravenía frontalmente la legislación española, como luego sentenció el Tribunal Supremo tras un juicio que no ha tenido precedentes en la historia de la institución en lo que a claridad y taquígrafos se refiere. En otras palabras, que no es extraño que Europa nos contemple con verdadera perplejidad y sin dar crédito a lo que ve: un gobierno desleal con la monarquía y que apoya a los golpistas catalanes, los indulta y abre con ellos una mesa de negociación de igual a igual, como si de un estado soberano se tratase, al tiempo que ataca la línea de flotación de su propio sistema político.

La situación, por lo menos, es inquietante, si no de verdadera urgencia nacional. El cinismo y la hipocresía desplegados por buena parte del gobierno de Pedro Sánchez es, precisamente, la mejor prueba de ello. Las autoridades europeas debieran extremar su celo para impedir estas situaciones verdaderamente antidemocráticas. La falta de declaraciones expresas y claras sobre la postura del gobierno ante estas situaciones de deslealtad no pueden dejarnos indiferentes ni a partidos políticos, ni a sindicatos y empresas, ni a instituciones y, por supuesto, tampoco nunca a los ciudadanos, que estamos ansiosos por votar en referéndum estas veleidades políticas que, como apuntan ya todas las encuestas, son rechazadas frontalmente por una amplia mayoría de españoles.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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