Insomnio por doquier

Dicen las malas lenguas, es decir, aquellas que simplemente se limitan a echar mano del sentido común, que los asesores monclovitas se han echado a temblar al conocer el estudio específico que ha llegado hasta allí proviniente del CIS de Tezanos que, por una vez y sin que sirva de precedente, ha debido acertar en sus previsiones augurando que el experimento Yolanda Díaz y Sumar va a arrastrar varios cientos de miles de votos que, hasta ahora, iban a parar a las urnas del PSOE.

Quizás por eso mismo le ha faltado tiempo al presidente Sánchez –que ya debe ver muy cerca la cornamenta del toro de las elecciones–, para anunciar esa nueva medida fake de lanzar al mercado del alquiler esos 50 000 pisos en manos de Sareb, el “banco malo”, la mayor parte de los cuales están donde Cristo perdió el gorro y, por tanto, no van a aliviar lo más mínimo lo que en la nueva ley de la vivienda se llama “zonas tensionadas” (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y otras grandes ciudades). Dos días después de este primer anuncio, el propio Pedro Sánchez incrementó esa cifra en 43 0000 más (por prometer que no quede, aunque cinco años después ya sabemos dónde van a parar la mayoría de promesas del presidente).

No sabremos si Sánchez se ha equivocado en la estrategia de lanzar a Díaz contra Iglesias en su intento de estrechar el arco electoral de Unidas Podemos pero lo cierto es que, por el momento, tanto él como el partido que preside van a evitar choque alguno contra su vicepresidenta. Ahora, ya se sabe, todo es táctica o estrategia y ni siquiera en Sánchez es feminismo todo lo que reluce. Imagino que se lo deben estar comiendo los demonios cuando ve cómo Díaz ocupa titulares y primeras páginas, y como el ego de su vicepresidenta se va desbocando y aparece el otro yo, la verdadera, la que probablemente se parezca mucho más a su otro jefe de filas, Pablo Iglesias y lo mismo cuando lo haya derrotado, se fija entonces un objetivo más alto, el de quitarse de en medio al mismo presidente. Y aún así Yolanda no engañará a nadie porque –lo recuerdo ahora–, durante la moción de censura que protagonizó el ya casi nonagenario Ramón Tamames, la ministra de Trabajo no ocultó a nadie sus máximas aspiraciones, las de llegar a ser la primera mujer que presida un gobierno en España.

Hasta entonces falta mucho y habrán de rodar cadáveres (políticos claro), por el camino. Los datos electorales, tanto de las municipales y autonómicas como 6 meses después, las generales , que darán y quitarán razones, escaños y poder político interno y externo.

O mucho me equivoco o Unidas Podemos ya no será para entonces lo que era, por un lado, y el sanchismo puede estar también escribiendo sus últimos capítulos en la historia del PSOE. Pero, no corramos tanto ni tan deprisa, vayamos paso a paso. El retoque a la Ley del ‘sólo sí es sí’, está profundizando la brecha en el seno del gobierno, y ya son mucho más que reproches lo que una parte del gobierno lanza contra la otra y eso que, tanto Sánchez como Díaz han buscado excusas para no votar junto al PP una reforma de la ley que ellos también colaboraron en idéntica medida en sacarla adelante.

Y, paralelamente, pero mirando ahora solo al flanco izquierdo de la izquierda sanchista, Díaz e Iglesias libran una batalla a vida o muerte que no colabora lo más mínimo en acercar posturas para acudir juntos a las generales. Mientras Podemos busca denodadamente desenmascarar el discurso amable de Díaz y demostrar que, en el fondo, ambos defienden los mismos principios, la vicepresidenta insiste en lanzar esos mensajes vacíos de contenido (diálogo, sumemos, reflexionemos juntos…..), que no pueden resistir mucho más tiempo en el campo de la indefinición si no se les va dotando ya de medidas y posturas concretas.

Pero la estrategia de Díaz parece estar ahora mucho más por conseguir desprenderse de Iglesias, Belarra, Montero, Echenique y toda la tropa que les secunda que por definir mensajes de cara al ciudadano potencial votante. Si lo logra, se apoyaría en la estructura podemita, en la de Izquierda Unida y en las de las confluencias.

Lo cierto, después de todo, es que el insomnio aquel del que hablaba Pedro Sánchez que iba a apoderarse de él si pactaba con Iglesias, como decía solo unos días antes de abrazarse a él como único camino para ocupar el sillón de la Moncloa, me parece que vuelve de nuevo a primera línea. Ahora no es sólo Sánchez quien debe de estar teniendo problemas para conciliar el sueño, sino que el problema se ha generalizado a toda la clase política. En la izquierda sanchista, como ya vienen avisando todos los sondeos –a excepción del del CIS de Tezanos, como es natural– por su dudoso futuro político en las condiciones actuales. En la izquierda radical que se sienta con él en la mesa del consejo de ministros por las razones que ya hemos apuntado más arriba. En los dominios de Bildu y Ezquerra de Catalunya porque si se les marcha Sánchez, adiós a los referéndums de independencia a corto plazo. Y en la derecha de Alberto Núñez Feijóo porque de tanto afinar el paso para no confundirse ni un solo momento con los chicos de Vox les está haciendo mirar más hacia su derecha que a su izquierda y eso puede llegar a pasarles también factura. Vamos, que el insomnio ya no va sólo por barrios, está generalizado al menos hasta diciembre próximo.