Marlaska: otra de fuegos artificiales

Hay que reconocer a este gobierno que imaginación no le falta. Está siempre ojo avizor para rescatar algún asunto morboso que atraiga la atención ciudadana para que así ésta pierda de vista lo que de verdad importa. Esta última semana, sin ir más lejos, la maternidad subrogada de Ana Obregón. ¿Pero no habíamos quedado en que la mujer, y sólo la mujer manda en su cuerpo? Quizás debieran haber completado la frase diciendo que, para abortar, no para ser madre subrogada. Polémicas al margen sobre la moralidad o eticidad de ambas opciones, vaya el respeto a las decisiones personales de cada cual.

Pero no nos dejemos embaucar por estos gobernantes populistas que huyen hasta en el Parlamento para contestar directo y por derecho a las preguntas de la oposición, dirigidas siempre a la diana del órgano que más duele. En el caso del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska relacionadas con los tres frentes que ya habrían hecho dimitir a cualquier ministro de nuestro entorno europeo con un mínimo de decencia política en su haber: Pérez de los Cobos, María Gámez y el 'caso Cuarteles'.

No ha sido precisamente la pasada semana la más feliz de Marlaska al frente de su ministerio. El revés jurídico que le asestó el Tribunal Supremo en el que se anuló el cese de Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid, casi tres años después de su destitución, por no estar ajustado a derecho, puso la guinda a la que, posiblemente, ha sido la peor gestión de un ministro de Interior en los más de 45 años de democracia.

La sentencia se sumaba a la dimisión de María Gámez, hasta entonces directora general de la Guardia Civil por la imputación de su marido en el caso ERE, y que fue retrasada unos días por el propio ministerio para no hacerla coincidir con la moción de censura de Vox y Tamames en el Parlamento. Y, además, y aunque todo el gobierno ha hecho un esfuerzo coordinado para minimizar la importancia del 'caso Cuarteles', está claro que la implicación en el mismo de altos cargos de la Benemérita toca de lleno al ministro Marlaska por no haber sabido o no haber podido poner los medios necesarios para que el dinero destinado a mejorar el estado de distintos acuartelamientos se haya ido esfumando en cuestiones de muy distinto calado. En concreto, se han apreciado irregularidades en licitaciones de obras de mantenimiento en 13 cuarteles del Instituto Armado. Estas y otras meteduras de pata del ministro han hecho que varias asociaciones de guardias civiles reclamen la dimisión del ministro.

Con todo, a un juez como es Grande-Marlaska, lo que más daño le ha debido hacer es que sea el propio Tribunal Supremo quién haya tenido que poner los puntos sobre las íes sobre aquella decisión del mismo ministro para destituir al coronel Pérez de los Cobos, después de que este se negara a informarle sobre la investigación abierta por la titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid en torno a la celebración del 8-M de 2020, como posible foco de propagación de la pandemia del coronavirus. Y la sentencia del TS le ha molestado especialmente al gobierno porque descubre lo que, por otra parte, no se le escapaba a ningún observador avispado, que la decisión de Interior tenía más de arbitraria que de fundamentada. Y, lo que aún es muchísimo más importante, le ha recordado al señor ministro que todos estamos sujetos a la ley, incluso los miembros del gobierno. Algo que Grande-Marlaska sabe muy bien y desde hace mucho tiempo, pero que le convenía olvidar, al menos momentáneamente, para satisfacer las pretensiones de eludir cualquier tipo de responsabilidad en la difusión de la pandemia contraída por su jefe, el presidente del gobierno.