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Sororidad progre

viernes 24 de noviembre de 2023, 07:47h

A la exministra de Igualdad le han pagado con la misma moneda que ella ha ido acuñando en los últimos años, la de pasar de heroína a villana en menos que canta un gallo, esta vez no por mor de la Santa Inquisición Feminista, sino por la santa voluntad del autócrata que presidía el gobierno del que Irene Montero formaba parte, por un lado, y por la venganza de su compañera de filas en Sumar, Yolanda Díaz, por otro. Ambas se profesan mutuamente un desprecio y una desconsideración política impropia de la sororidad que venían predicando.

La policía moral que había instaurado la vecina de Galapagar, que lo mismo valía para un roto que para un descosido que no tuviera el marchamo de cuqui, moderno o woke, ha caído ahora como una losa sobre ella, posiblemente para destruir con cuatro brochazos de verdad su labrado camino hacia la insignificancia dentro de la historia del movimiento feminista español que –modestia aparte–, el presidente Sánchez proponía como modelo para otros países, no sólo europeos o americanos, sino incluso africanos, asiáticos, australianos o marcianos. Claro, eso hasta que la Ley del “Sólo sí es sí” comenzó a hacer aguas y estragos por todas partes menos por una, llamada Ministerio de Igualdad.

Los jueces se pusieron a aplicar la ley y, en consecuencia, a rebajar penas o a excarcelar a condenados por delitos de abusos sexuales hasta sobrepasar con mucho los mil casos, en el primer supuesto, y los cien en el segundo. Desde ese momento, cómo vería Su Sanchidad las cosas, que hasta admitió que el mismo Partido Popular (¡lagarto, lagarto…!), le echase una mano en el Congreso para modificar la dichosa ley y evitar en lo posible que, de ahí en adelante, el desaguisado aún fuese mayor.

Claro, que ni por esas ni por otras mayores que hubieran podido venir, ni Irene Montero, ni su segunda de a bordo, Ángela Rodríguez Pam, pensaron nunca en tirar la toalla. Sostenella y no enmendalla, debía de ser el lema del ministerio que, desde que cayó en manos de la Montero, no ha hecho más que encargar informes de dudosísima utilidad social, pero de pingües beneficios para chiringuitos de amiguitas, amiguitos y amiguites que se lo agradecerán mientras vivan.

La llegada de la vallisoletana Ana Redondo al ministerio de Igualdad ha sido celebrada por el feminismo tradicional con alegría, tracas y hasta fuegos artificiales, más que por su nombramiento, por la salida de Montero, que se había hecho acreedora a concitar las iras, el desprecio, el odio, el rechazo, el desdén y el repudio de buena parte de las mujeres españolas, incluidas también la mayoría de las compañeras socialistas, con Carmen Calvo a la cabeza, que no ha podido (y probablemente tampoco querido…), disimular su alborozo con el cambio de titular en Igualdad.

El caso es que, por unas u otras causas, los parroquianos de Unidas podemos se han quedado sin musa, esa mujer que conquistó al supremo líder, Pablo Iglesias, y que, como Atila, el rey de los Hunos, por donde ella pasaba ya no crecía más la hierba, y que sólo el capricho de Pedro Sánchez ha impedido que su nombre desplace en la historia del feminismo español al de Clara Campoamor.

Ahora vamos a ver qué hace Ana Redondo con ese inmenso legado que gratuitamente le deja su antecesora en los despachos del ministerio, la autodeterminación de género, el sexo con la regla, los orgasmos de las abuelitas o la catequesis feminista en los colegios a niños, niñas y niñes desde que ponen el primer pie en las instalaciones docentes. Sus compañeras de filas en Sumar no sé si podrán resistir la acumulación de contradicciones internas, que las obligarán a apoyar las decisiones del PSOE, por un lado, y el de su nueva lideresa en Sumar, Yolanda Díaz, aunque ambos hayan sido los artífices de la muerte de la Musa de Galapagar. Vamos a ver también si sus escasos compañeros de Podemos en el Congreso, encabezados por Ione Belarra siguen acusando a los jueces (Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional incluidos), de violencia política y de prevaricación por la aplicación de una Ley que surgió de las mismas covachuelas (por no decir entrañas…), del ministerio.

Y esperamos también con la fe del barquero volver a escuchar la consigna del “hermana yo si te creo”, no sólo cuando las afectadas sean coleguis del partido y sus ramificaciones, sino también cuando la violentada, acosada o violada sea una mujer de algún partido de la oposición, o incluso una prostituta brasileña que acuse a Cándido Conde-Pumpido Varela, hijo del presidente del Tribunal Constitucional, de habert sido objeto de una presunta violación grupal en la casa del aludido. Claro que lo mismo uno no tiene la sensibilidad necesaria para entender que este es un tema menor comparado con el beso que Rubiales propinó contra su voluntad a Jennny Hermoso, la goleadora de la selección española de fútbol femenino.

Tanta confianza debía tener el grupo político de Unidas Podemos en que lograría que Irene Montero permaneciese al frente del ministerio que ni siquiera le ha dejado un huequecito en el reducido grupo de los diputados obtenidos tras las elecciones de julio pasado, 5 en total, las conocidas Belarra, Verstrynge y Sánchez Serna, a las que se unen Noemí Santana (Las Palmas) y Martina Velarde (Granada), aún dentro del grupo parlamentario de Sumar por puras razones económicas, ya que si saliesen de él y se integrasen en el Grupo Mixto, perderían el 23 % de las candidades que recibe Sumar, aunque sea a cambio de no tener siquiera un portavoz propio. En fin, sapos que siempre hay que tragar en el ejercicio de la política.

Pero, en fin, que Irene se ha quedado compuesta y sin puestecito en el nuevo organigrama político y ya la vemos mandando su curriculum a empresas y gabinetes psicológicos de todo tipo para intentar encontrar pronto acomodo. Si no es así, más vale que empiece pronto porque el futuro de Unidas Podemos creo que está más cerca de la fecha de caducidad que del relanzamiento.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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