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La defección de Sánchez

viernes 15 de septiembre de 2023, 16:21h

La historia del reyezuelo de Moncloa empieza colocando en Ferraz tres urnas escondidas tras unas cortinas, sin censo, sin compromisarios, sin control del número de papeletas que cada votante introducía en ellas ni las veces que cada uno votaba, igual que en el bodrio del 1º de octubre en Cataluña. Se votaba si Sánchez debía seguir o no al frente del partido y, como estaba claro que la respuesta mayoritaria iba a ser no, hizo trampas intentando un pucherazo. Aún así, lo echaron.

En esa jornada nefasta para el PSOE se mostraron bien a las claras los métodos de un ególatra peligroso y sin límites, un hombre que escupe sobre la democracia y desprecia con actitud casi demente al votante. Aquel día, cuando se descubrió la catadura moral del tramposo, vimos llorar a Matilde Fernández y Trinidad Jiménez porque ningún socialista de verdad podía creerse que su secretario general se comportara como Pinochet.

A la vuelta del tiempo, aquel Sánchez tramposo que nunca se fue ha reaparecido con virulencia. Se trata de un sátrapa populista, de un político degenerado y sin escrúpulos al que una mala LOREG ha puesto en la tesitura de traicionar al socialismo y sus valores y a España, entendiendo por España la actual monarquía parlamentaria, su constitución y ordenamiento jurídico, y sus habitantes, tú, yo, un señor de Salamanca, una maestra de Soria, un pescador de Huelva y una abuelita de Badajoz porque eso y no otra cosa es España: la suma de todos nosotros.

Sánchez no es socialista. Es un parásito habilidoso que si hubiera sido del PP haría lo mismo que está haciendo y si hubiera sido catalán estaría del lado de los indepes, especialistas en el robo con escalo. Sánchez sólo tiene una ideología: él. Y aunque Javier Cercas no lo crea (https://www.almendron.com/tribuna/autor/javier-cercas/), Sánchez vendería a su propia madre y añadiría a su mujer de propina si con ello consiguiera un día más en el cargo. Sánchez es un hombre muy peligroso, como todos los trepas sin moral.

Y nos va a vender, pronto será, en apenas unas semanas. Seguramente inventará una ley con nombre rimbombante en neolengua, Ley de Resiliencia por la paz mundial o cualquier chorrada semejante, una ley que será una amnistía repugnante e ilegal para que a un tipejo iluminado, trastornado, ladrón y fugado como una rata en el maletero de un coche, se le perdone el delito más grave que un político puede cometer, un delito de lesa patria: el de traición. Y ya de paso, que se le perdonen los varios millones de euros que robó de las arcas públicas para su uso y disfrute.

Todo eso, reflejo de aquel Sánchez tramposo que intentó un pucherazo en la propia sede del PSOE en Ferraz, será antes de que le invista nadie presidente del Gobierno de la Vergüenza porque el ladrón iluminado y sus cómplices delincuentes se lo exigen como pago anticipado a su apoyo. Si esto es antes de empezar, ¿qué pedirán los golpistas sediciosos después? Por supuesto, la condonación de su deuda con todos los demás españoles, 83.000 millones de euros, y un referéndum de autodeterminación.

Hay que salir a la calle y hay que salir ya. Puede que muchos no lo vean, pero la megalomanía de Sánchez y su falta de valores morales y políticos de cualquier tipo van a llevarnos a una noche oscura, muy oscura en la que muchos estamos dispuestos a salir a la calle con algo más que pancartas.

A los indepes no hay que darles ni agua; hay que exterminarlos políticamente prohibiendo sus partidos vitriólicos, nacidos del odio, la mentira y un sentimiento estúpido alimentado desde hace décadas con falsedades históricas, lágrimas de cocodrilo y un victimismo que da vergüenza ajena. Igual que Alemania prohíbe los partidos nazis, nosotros, como muchas otras naciones occidentales, debemos prohibir los partidos supremacistas que fomentan el odio, una raza superior y amenazan la propia existencia del estado.

No hay ninguna razón en el independentismo que sostenga racionalmente sus pretensiones infantiles y su victimismo lloricón y tampoco hay ninguna razón que sostenga política y jurídicamente a un sinvergüenza como Sánchez en Moncloa.

Es ahora uno de esos momentos en que España debe salir a la calle y decirle a los ladrones que no y decirle al cómplice de los ladrones que no. Y luego, enviado a nuestro aprendiz de Esquilache al exilio y a los ladrones golpistas al trullo, formar un gobierno de concentración y poner orden en las reformas que necesitamos. No es hora de facinerosos.

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