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El clima cambiático

lunes 07 de noviembre de 2022, 11:24h

Hace tiempo que dejé de escuchar en la calle la expresión Sentido Común. Antonio Asunción, ministro con Felipe González y de quien fui jefe de prensa y portavoz, decía que el sentido común era tan escaso que, andando el tiempo, desaparecería y perderíamos el pensamiento racional. Antonio ya no está para verlo, y yo, viéndolo, me acuerdo de él.

El ser humano carece de la fuerza del león, del filo de las garras del oso o de la fuerza dorsal de la orca, ventajas que permiten su supervivencia. Nosotros solo tenemos un cerebro más desarrollado capaz de pensamiento abstracto. Nuestra gran arma es nuestra capacidad de generar ficción para protegernos y avanzar. Los sistemas jurídicos, las fronteras, las ideologías, el dinero son ficciones poderosas que hemos desarrollado a lo largo de la historia. Es evidente que al cocodrilo negro del Amazonas nadie lo va a convencer de que hay una rayita invisible llamada frontera que le impide pasar de Colombia a Perú o a Brasil sin pasaporte; el saurópsido no tiene tanto mundo interior: si ve un parroquiano se lo comerá sin atender a qué país dice o cree pertenecer. Lo real es el río, la selva y el cocodrilo, no las leyes o la triple frontera.

Es inmaduro sentirnos a salvo en una ficción por elaborada que sea. Por ejemplo, las ideologías se mueven en el eje individualidad-estatalismo y se encuadran en la ordenada definida por riqueza personal-pobreza personal. En un diagrama cartesiano obtendríamos cuatro cuadrantes: individalismo/riqueza, individualismo/pobreza; estatalismo/riqueza, estatalismo/pobreza. La derecha está en el cuadrante individualismo/riqueza: menos intervención del estado, más dinero personal. La izquierda se mueve en el cuadrante estatalismo/pobreza, es decir, más estado menos dinero. Las plutocracias se encuentran en los otros dos cuadrantes: más riqueza y más estado es el caso de la Federación Rusa o de China, y menos riqueza y menos estado es el caso de muchos países del tercer mundo como Venezuela o Nicaragua.

Cada cuadrante contiene distintas sensibilidades en función de en qué punto de los ejes se sitúa una persona o un partido. Así, en el cuadrante de la derecha caben desde Ciudadanos hasta Falange Española de las JONS (sí, todavía existe) y en el de la izquierda caben desde Ciudadanos hasta Podemos y la CUP. Los extremos en ambos supuestos resultan nefastos para la mayoría que nos movemos en lo que llamaré el centro cartesiano.

La exclusión del estado y el entronamiento del individuo produce un país insolidario y asocial como Estados Unidos donde cualquiera puede llegar a Presidente, sí, pero también cualquiera puede morir en la calle por una peritonitis porque el auxilio social prácticamente no existe.

La exclusión del individuo produce dictaduras férreas con estados que se alimentan de todo recurso dejando al individuo sin capacidad de maniobra: deben conformarse con lo que el estado les dé, mucho o poco. Es el caso de Corea del Norte.

La mayoría, sin embargo, nos movemos en torno a la ordenada en el origen, el centro. No solemos tener un pensamiento monolítico y, así, se puede ser de izquierdas y gustarte los toros, ser jacobino y estar contra la ley trans. O se puede ser de derechas, trabajar en una ONG, ser independentista e inmigrante ilegal.

Hasta hace veinte años, por encima de cualquier cuadrante o etiqueta estaba el Sentido Común como árbitro implacable para detener a los insensatos de cada extremo. No siempre funcionaba instantáneamente, pero funcionaba. Ahora no, ahora todo idiota tiene una plataforma para alzar su voz y expandir sus majaderías. Así, tenemos terraplanistas, “personas con vagina” (la palabra es “mujeres”), transespecies (degenerados que se consideran perros o boas constrictor) y un rosario inacabable de parafilias bajo las siglas LGTBIQ+, rematadas con ese inquietante +.

La inmensa y silenciosa mayoría no sabe, por ejemplo, que detrás del queerismo hay un lobby que propugna la pederastia, el “Movimiento Activista Pedófilo” (sic) y que los transespecies buscan un intento semejante para legalizar la zoofilia.

La pérdida del sentido común en dos generaciones educadas en espíritu happy flower, sin rigor intelectual, sin esfuerzo y sin competitividad, nos está llevando a que esa capacidad de ficcionar que hasta ayer nos hizo progresar, hoy nos fagocite y acabará matándonos antes que el clima cambiático.

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