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El votante soltero

miércoles 05 de julio de 2023, 09:06h

Nadie puede determinar qué pasará el 23-J. La demoscopia ayuda a entender el panorama pero al mismo tiempo modula el voto a conveniencia de quien encarga el estudio. El común se alimenta de las encuestas que reafirman su voto, igual que escucha las emisoras y lee los periódicos que hacen lo mismo.

En este sistema cerrado de retroalimentación y con una polarización ambiental fuerte, cualquier vaticinio es incierto. Sin embargo, existe un efecto colateral de la polarización: el trasvase de votantes.

Uno pensaría que al polarizarse la sociedad, el que es de izquierdas se concentra aún más en sus ideas y el que es de derechas en las suyas. Es razonable pensar que cada bloque se radicalizará en torno a sí: los unos se moverían desde el centro izquierda más hacia la izquierda, según sus posiciones de partida, y lo propio ocurriría en la derecha.

Esto haría pensar en un centro minoritario que sería la llave de la gobernabilidad tanto si ganan los unos como los otros. Pero resulta que en España el centro es maldito: ni UCD, ni CDS, ni UpyD ni Cs lo han logrado. Todos han caído y con ellos no solo sus líderes sino un montón de políticos válidos a los que se tragó la vorágine de la vida política. Nuestro momento es, pues, una convocatoria electoral polarizada en la que no hay centro al que acogerse.

El votante soltero, el que no se ha casado con ninguna ideología, comienza a moverse. Podría creerse que se trata de un grupo homogéneo de electores que se mueven entre el centro izquierda y el centro derecha. Sin embargo, en estas elecciones por lo menos, no hay homogeneidad.

Los antiguos seguidores de Ciudadanos parece que mayoritariamente se han decantado por el PP, algunos por Vox y pocos por el PSOE. Por su parte, el PSOE pesca entre aquellos que ven mejor un voto útil a Sánchez que dividir más el voto de la izquierda votando a Sumar. Por supuesto, no están tan ideologizados como los miembros de Podemos y son más pragmáticos.

Hay también trasvase de Vox al PP, sobre todo después de escuchar a algunos de los que han pillado cargo gubernativo en las negociaciones con el PP tras las municipales, que la violencia machista no existe o que el aborto es un crimen. Asustan a cualquiera.

Dice Sánchez que el sanchismo no existe más allá de ser un monstruo de mentiras, manipulación y maldad. La maldad pertenece al alma y yo no sé cómo de buenas o malas son las intenciones de Sánchez, pero sí sé que ha manipulado -y lo sigue haciendo- y mentido.

Rectificar es una cosa, cambiar de opinión otra y mentir otra muy distinta. Cuando Suárez legalizó el Partido Comunista, un gesto heroico, se arriesgó a un golpe de Estado. Sánchez no. Cuando González tuvo qué decidir sobre la permanencia de España en la OTAN, sometió la cosa a un referéndum. Sánchez no.

Sánchez mintió y mintió a sabiendas y no por el bien común, como Suárez o González, sino por mero interés personal ya que si no se plegaba a las condiciones de los independentistas vascos y catalanes, difícilmente podría haber seguido siendo presidente. No cambió de opinión, simplemente cambió de palabra por su interés, no por España. No, Sánchez no es un hombre de palabra.

¿Sanchismo? Pues igual que felipismo, aznarismo y aznarismo. No recuerdo que se hablara de suarismo o rajoyismo, pero no es algo que hayamos inventado para flagelar y sojuzgar al pobre presidente, sniff. Es solo una forma simple de definir la manera específica que tiene este hombre, de apellido Sánchez, de ejercer torticeramente el poder.

El felipismo era el rodillo socialista parlamentario, el aznarismo era la guerra y la intransigencia, el pujolismo era la corruy paternalista clientelar, el guerrismo una corriente dentro del PSOE. Etcétera.

Dicen que en política todo está permitido menos hacer el ridículo. A Sánchez le falta poco para convertirse en la Llorona oficial de España y confía en que Sumar, millennials que acaban de descubrir una Izquierda Unida de hace dos generaciones, le haga de pañuelo. Entretanto, hasta antiguos ministros del PSOE piden el voto para Feijóo. Será una conspiración judeo masónica contra el pobrecito Sánchez, sniff.

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