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Emilia y Alcaná: aseo y equidad

miércoles 03 de marzo de 2021, 15:21h

Primer acto conmemorativo del Centenario del fallecimiento de Emilia Pardo Bazán en la madrileña librería Alcaná, como elegante y docto piscolabis antes del banquete para los sentidos que promete la Biblioteca Nacional de España bajo el título de El reto de la modernidad, que a partir del 21 de mayo ofrecerá un cumplidísimo menú con la pretensión de: “… trasladar a los espectadores, de forma visualmente expresiva, una obra y una vida que resultan cruciales para revisar y actualizar la historia literaria e intelectual del último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX (…) mostrar la modernidad de los retos literarios, intelectuales, personales y políticos de Pardo Bazán, así como su dimensión europea, transnacional”.

Hasta entonces, y sin perjuicio de que a la Comunidad de Madrid se le ocurra una exhibición de soberbios pericones y elegantes casaquines en paño de la serie televisiva Los pazos de Ulloa, habrá que conformarse con la exposición antedicha y la lectura de esa cima del naturalismo que es la condesa de Pardo Bazán.

Alcaná es una librería y a la vez un milagro, asimilable al de conseguir que el calaverón de Diego Pacheco asentara por fin la cabeza como ocurre en el final de la novela de doña Emilia Insolación. Especializada en libros antiguos, raros, curiosos, descatalogados, de ocasión, lance y de viejo, dispone de un fondo que supera el cuarto de millón de títulos, cuya relación figura en su página www.librosalcana.com donde el cliente y lector puede realizar sus compras on-line. Los precios van desde uno o dos euros hasta lo que fija el mercado para ediciones raras y de colección.

A pesar de su añoso trapío no es una librería centenaria, sino que ahora cumple veinte rutilantes añitos que, como nos enseñó el zorzal criollo, vienen a ser nada. La historia comenzó en el estertor del siglo XX, año 2000, cuando el promotor y muñidor de la aventura, Miguel Díaz, trabajador de imprenta y amante de la lectura, se convirtió en uno de los pioneros del comercio electrónico. Compró un buen puñado de libros en la plaza del Campillo Nuevo, al final del Rastro madrileño, y los puso a la venta en Internet. La iniciativa, casi insólita entonces, fue un éxito enorme y a partir de ahí comienza lo que el propio Miguel califica de “cuento de la lechera”. Más libros, más ganancias y reinversión casi total en el negocio. En 2001 se quedó con el local actual sito en el barrio de Tetuán de las Victorias, calle Príncipe de Viana, 52, arteria que por entonces acogía un rastrillo en domingos y feriados, bautizándolo como “Alcaná” que es voz de origen árabe y significa “Paseo donde se instalan sus mercaderes”; algo que dejó de suceder en 2005 con el traslado del mercado de segunda mano a la Avenida de Asturias.

El milagro sigue su curso en un tiempo de grande tribulación para el gremio de libreros que estima para el periodo la apertura de dos o tres nuevos negocios por cada ocho o nueve que echaron el cierre. En contrapartida, Alcaná da cobijo a doce trabajadores, uno de ellos encuadernador, y a cerca de 260.000 libros repartidos entre el local puerta de calle y cinco almacenes relativamente aledaños.

La exposición que se inauguró en esta librería el pasado lunes 1 de marzo consta de una veintena de ejemplares de gran valor, primeras y segundas ediciones tanto de la autora como de alguno de sus coetáneos, que ayudan a situar el contexto, junto a piezas con delicadas dedicatorias manuscritas de doña Emilia. Una delicia y un milagro que tal venga a pasar en un barrio tradicionalmente obrero, casticísimo y chipén, que en buena medida evoca y recuerda a aquellos madrileños desmontes que iniciaban el Camino del Este y donde se levantaban ventorros, aguaduchos, bailongos y mesas de puntapié para disfrutar del dicho “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Y aquí sale de nuevo a escena doña Emilia Pardo Bazán para obrar un milagro literario de amor en su ya mentada novela Insolación, donde el cristal con el que mira la autora es bien distinto al que usan otros literatos de su tiempo.

Valga como ejemplo del libro Madrid, escenas y costumbres de José Gutiérrez-Solana donde aparece la Taberna de Román González, con una ventana donde se exponían fuentes de alubias, callos, caracoles y longaniza cubierta de arroz, latas de sardinas en tomate, chuletas y chorizos que parecían pintados, hasta que de vez en cuando salía una vieja bigotuda vestida de negro: “… y posaba una botella corta y redonda encima de las alubias, encima de los callos y en el jamón y cecina, y en la botella rechoncha iban entrando a golpes, pelotones de moscas de que estaban llenas las cazuelas, y las inocentes moscas iban entrando en el lazo que aquella vieja bruja les tendía, y nadaban, borrachas en el mar de vino y jabón que contenía la botella, y entonces la bruja de negro retiraba su calva cabeza de la ventana y el cepo”.

A la puerta de la chingana estaba el “niño de la manteca”, un artista del desplume previo a la fritanga de pajarillos: “… el muy jilí, el marrajo, les deja solo unas cuantas plumas de la cola; lo demás, bien peladito, y se ríe de la gracia, abriendo mucho las quijadas, con una risa de salvaje, y los abre en canal; con la punta de la tijera los saca las tripas y se las tira al perro; luego va echando, mientras los va contando, los pájaros en un barreño para ser fritos”.

Pues bien, en el mismo lugar -a unos metros, vamos- , doña Emilia Prado Bazán, ve cosas muy distintas, probablemente por la Insolación romántica. Doña Asís Taboada, marquesa de Andrade, entra con su amante, el señorito gaditano Diego Pacheco, calaverón de tomo y lomo, en la sala de uno de los merenderos en cuyo frontis puede leerse: Fonda de la Confianza. Vinos y comidas. Aseo y equidad y pasa a describirla así: “… pequeña, recogida, misteriosa, con ventanas muy chicas que cerraban gruesos postigos y enteramente blanqueada; los muebles vestían también blanquísimas fundas de calicó. La mesa, en el centro, lucía un mantel como el armiño; y lo más amable de tanta blancura era que a través de ella se percibía, se filtraba, por decirlo así, el sol, prestándole un reflejo dorado y quitándole el aspecto sepulcral de las cosas blancas cuando hace frío y hay nubes en el cielo”.

Pues hasta aquí para abrir boca. Llamativos y entrantes en la librería Alcaná. Tetuán, Madrid.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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