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¿No querías Memoria?, pues dos tazas

domingo 13 de agosto de 2023, 13:39h

Desde hace días vienen circulando apercibimientos en redes sociales, poniendo en conocimiento de la autoridad extremeña de que en lo que queda de mes se va a hacer todo el ruido posible con el 87 aniversario de la "matanza de Badajoz", uno de los hechos más espeluznantes de nuestra historia contemporánea.

Y vienen tales advertencias e iniciativas a cuento del punto que la Presidenta de la Junta de Extremadura, la 'popular' María Guardiola, se ha tenido que tragar, cuál sapo servido en bandeja por sus otrora detestados contrincantes y ahora socios preferentísimos de Vox, y referido al acuerdo de dar carpetazo a la Memoria Democrática extremeña, para impulsar, dicen, una nueva normativa que sirva a la "reconciliación y concordia real".

Claro que una cosa es decretar por ley una amnesia colectiva y otra muy distinta el olvido público de los hechos, porque como dijo Francisco Franco refiriéndose a sus leales en el mensaje emitido por Radio Nacional de España el 3 de abril de 1939, la sangre derramada: "… no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición". Y en agosto de 1936 por las calles pacenses corrieron caudalosos ríos de sangre.

Todo empezó tras la toma de la ciudad por las tropas sublevadas entre la noche del 14 de agosto y la mañana del 15. En los días siguientes, las fuerzas al mando del teniente coronel Juan Yagüe perpetraron una brutal carnicería que se saldó con una cifra de entre mil ochocientos y cuatro mil asesinados, amen de un sinnúmero de detenciones, palizas, torturas, saqueos, violaciones y vejaciones públicas.

En el Badajoz republicano, al contario de lo que desgraciadamente ocurrió en otras ciudades y pueblos, no se produjeron sacas y asesinatos de fascistas o derechistas, gracias a la decida y firme actuación del Comité de Defensa del Frente Popular, comandado por el alcalde Sinforiano Madroñero, y el inspector jefe de la guardia municipal, Eduardo Fernández Arlanzón, ambos militantes del PSOE.

Sobre aquella ejemplar actuación solo cayó el borrón de una dura represalia tras la sublevación de la guarnición de la Guardia Civil, el 7 de agosto, y el brutal bombardeo de la aviación fascista del día siguiente. Grupos incontrolados que escaparon a la vigilancia del Comité, asesinaron a dos oficiales del ejército, dos guardias civiles retirados, dos religiosos y cuatro destacados derechistas locales. A Pesar de este trágico incidente, y como subraya el eminente historiador británico Paul Preston: "… la inmensa mayoría de los prisioneros de derecha detenidos por el Comité, no sufrieron ningún daño, lo que no impidió la represión posterior en venganza del llamado terror rojo".

La culminación exitosa del asalto a la ciudad, llevada a cabo por 2.250 legionarios y 750 regulares marroquíes, apoyados por cinco baterías de artillería y varios bombarderos trimotor Saboia-Marchetti italofascistas, cerraba la pinza para unir el avance faccioso desde Andalucía con el contingente del general Emilio Mola que ya dominaba el norte.

La Guerra Civil como experimento periodístico

Y entonces empezó la sangrienta represión por parte de la llamada Columna de la Muerte, de la que en los primeros momentos fueron testigos 3 periodistas: el portugués Mário Neves, corresponsal del Diario de Lisboa, y los franceses Marcel Dany, delegado de la agencia francesa Havas en Lisboa, y Jacques Berthet, corresponsal del diario parisino Le Temps.

En sus primeros despachos informaban de columnas de humo de cincuenta metros de altura procedentes de una gigantesca pira funeraria instalada en el cementerio, de muchos cadáveres en la plaza de toros, y de cientos de prisioneros confusamente ordenados para su fusilamiento.

Tras la lógica confusión inicial, estos cronistas fueron dándose cuenta del alcance de la salvajada que se estaba perpetrando. Dany informaba de "ejecuciones masivas", mientras que Berthet firmaba una crónica en Le Temps, con el titular en mayúsculas: "NO SON 500, SINO MÁS DE 4.000 MUERTOS" y en la que podía leerse: "Las detenciones y ejecuciones en masa continúan; pasan ya de 1.500. Los paisanos que presentan un desgaste especial en el hombro derecho de la vestimenta, provocado por el retroceso de la culata del fusil, son pasados por las armas".

Así las cosas, empezaron a llegar más periodistas al escenario de la masacre. El día 23 de agosto entraban en Badajoz dos estadounidenses: John T. Whitaker, corresponsal del New York Herald Tribune, y Jay Allen, reportero del Chicago Tribune y del London News Cronicle. Este último ya se había hecho un nombre en la crónica bélica española tras entrevistar a Franco en Tetuán, muy poco antes, el 27 de julio de 1936.

Tras ser testigo de los hechos, el 30 de agosto de 1936, remitió una crónica al Chicago Tribune desde la ciudad portuguesa de Elbas, con el título "Slaughter of 4.000 at Badajoz, City of horrors/ Matanza de 4.000 en Badajoz, ciudad de los horrores", que hoy es considerada como una de las más brillantes en la historia del periodismo de guerra.

Allí decía cosas como: "Esta es la historia más dolorosa que me ha tocado escribir (…) Vengo de Badajoz, a algunas millas de aquí, en España. Subí a la azotea para mirar atrás. Vi fuego. Están quemando cuerpos. Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que la legión y los moros del rebelde Francisco Franco treparan por encima de los cuerpos de sus propios muertos para escalar las murallas tantas veces empapadas de sangre (…) Miles fueron asesinados tras la caída de la ciudad (…) desde entonces de 50 a 100 personas eran ejecutadas cada día. Los moros y legionarios están saqueando (…) Aquí (en la plaza de la catedral) ayer hubo un ceremonial y simbólico tiroteo. Siete líderes republicanos del Frente Popular fueron fusilados ante 3.000 personas (…) Los conquistadores saquearon según llegaron. Toda esta semana los portugueses han comprado relojes y joyería en Badajoz prácticamente por nada (…) los que buscaron refugio en la torre de Espantaperros (torre medieval de Badajoz) fueron quemados y fusilados (…) Fui a la plaza de toros. Esta noche llegará el pienso para el show de mañana. Filas de hombres, brazos en aire. Son jóvenes, en su mayoría campesinos, mecánicos con monos. Están en capilla. A las cuatro de la mañana les vuelven a llevar al ruedo por la puerta por donde se inicia el “paseíllo”. Hay ametralladoras esperándoles. Después de la primera noche se creía que la sangre llegaba a un palmo por encima del suelo. No lo dudo, 1.800 hombres -había mujeres también- fueron abatidos allí durante doce horas. Hay más sangre de la que uno pueda imaginar en 1.800 cuerpos".

Por su parte John T. Whitaker, enviaba una crónica al New York Herald Tribune, en la que Yagüe reconocía abiertamente la atrocidad: "¿Pensaban que me llevaría conmigo a cuatro mil rojos mientras mi columna avanzaba luchado contra el reloj?".

El agregado militar del ejercito alemán Hans von Funk, presente en el horror, envió un informe a Berlín desaconsejando el envío de tropas regulares a España, porque, según él, el soldado nazi: "… esta acostumbrado a la lucha (…) pero jamás ha contemplado la brutalidad y la ferocidad con la que el Ejército Expedicionario de África desarrolla su operaciones (…) ante tal salvajismo, se desmoralizaría".

En estos días y parafraseando el refrán popular, historiadores y demócratas conscientes parecen estar diciéndole alto y claro a la señora Guardiola: "¿No querías Memoria?, pues dos tazas".

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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