Hablar con Batasuna; ¿con quién, si no?
viernes 08 de diciembre de 2006, 16:58h
El Tribunal Supremo ha convertido en jurídicamente normal lo que en las calles del País Vasco es considerado normal: los contactos con Batasuna. Personalmente, no me queda otro remedio que pensar -y decir- que me parece una decisión acertada, que puede influir positivamente en ese proceso de paz que desde el Gobierno de Zapatero se lleva, es de temer, tan a trancas y barrancas. Porque, si lo que se quiere es la paz con ETA, ¿con quién deben el Ejecutivo, los socialistas vascos, los nacionalistas, sentarse a dialogar, primero, a negociar después? ¿Con los Hermanos de San Vicente de Paúl? ¿Con una ONG? ¿Con la ONU? Por supuesto que no. Claramente, el interlocutor es ETA y su brazo político, que lo es, Batasuna, por muy ilegalizada que esté.
Y no me vale la argumentación, expresada hace pocos días por Mariano Rajoy, de que los contactos con Batasuna pueden producirse, pero sólo después de que ETA abandone las armas y haga expresa renuncia a la violencia. Pero hombre, si lo que precisamente se busca es ese abandono de la violencia y la entrega de las armas, y de eso es de lo que hay que negociar. ¿Qué sentido tendría la negociación una vez que ya no existiese el problema?
Temo que nuestras dos principales formaciones políticas están desenfocando las cosas, cuando existe un auténtico clamor para que se pongan de acuerdo de una vez a la hora de lanzar una ofensiva en favor de la paz. Puestas las cosas tal como están, no cabe otro remedio para el ciudadano de a pie, que no sabe muy bien por dónde van las cosas (es el caso de la inmensa mayoría de nosotros, los que simplemente estamos destinados a mirar cómo actúan los representantes a los que elegimos y pagamos), que pensar que se juega electoralmente con el proyecto de paz.
El Gobierno, siempre satisfechísimo -si nos atenemos a lo que va diciendo Zapatero- no quiere, en realidad, compartir con nadie las razones de su optimismo; será, acaso, que esas razones no existen o son demasiado débiles. Pero, en todo caso, quien debe liderar la marcha hacia la paz es el Ejecutivo socialista y el hombre sentado en la mesa principal de La Moncloa. El Partido Popular, siempre enfadado por esta cuestión, da la impresión de que se cierra en banda ante cualquier paso lógico en favor de la negociación. Y eso que Rajoy, frente a la simpleza de los mensajes que vienen del otro lado, consistentes en culpar al PP de todos los males presentes, pretéritos y hasta futuros, parece haberse crecido en las últimas semanas, lanzando propuestas de consenso que merecen, al menos, ser estudiadas y con atención: menos mal que desde el Gobierno se ha rectificado, al menos de boquilla, la apresurada y algo zafia reacción con la que un dirigente socialista despachó las últimas sugerencias de los 'populares' calificándolas de "chorradas".
Porque lo lógico, ya digo, es negociar. Que el Gobierno, con el aval de todas las fuerzas políticas parlamentarias, o de la mayor parte de ellas, emprenda una negociación limpia, sin concesiones inasumibles por la sociedad, con la banda del terror. Luego, si esa negociación no llega a buen puerto, será culpa de la irracionalidad de ETA, de las divisiones internas en la banda -que existen: Josu Ternera va por un lado; el salvaje Txeroki por otro- o de la intransigencia irreflexiva de un sector de Batasuna. No podrá achacarse culpa alguna al secretismo y la inexperiencia del Gobierno o al electoralismo de la oposición, porque seremos todos los españoles los que apoyemos lo que se haga.
Sin embargo, hoy por hoy parece escandaloso que las fuerzas que representan a más de veinte millones de votantes españoles no quieran escuchar el, repito el término, clamor que llega desde la calle. Porque clamor es y difícil resulta no oírlo: Zapatero y Rajoy tienen que encontrarse ya, incluso antes de que llegue 2007, en La Moncloa e iniciar un diálogo constructivo en torno a tres o cuatro cuestiones clave para la vida nacional, la menor de las cuales no es, desde luego, este proceso de paz -ni siquiera quieren los populares admitir la palabra 'proceso'- para acabar con una pesadilla que nos aflige a los españoles desde hace tres décadas. Forzoso es concluir este comentario algo doliente con el tópico de que los políticos están para solucionar nuestros problemas, no para crearlos fomentando la división entre la ciudadanía.