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Y ¿qué mensaje lanzará Zapatero al mundo?

Y ¿qué mensaje lanzará Zapatero al mundo?

domingo 09 de noviembre de 2008, 11:56h

Desde luego, no me cuento entre quienes tratan de minimizar, y hasta de ridiculizar,  el alcance de la futura presencia española en la cumbre del G-20 convocada por Bush. La ambición de Zapatero por estar ahí me parece plenamente justificada como español, aunque, como veterano observador político, aún tengo mis recelos sobre las capacidades de nuestro presidente para asumir el papel que él mismo se ha ganado: ha abierto la brecha por la que en ese ‘grupo de los veinte’, en el que se juntan los más ricos del planeta y los llamados emergentes, se colarán algunos más de la veintena estricta y tasada hasta el momento.

   Pero ahora ZP tiene que aprovechar la rendija por la que se colado –por la que le ha colado, a saber a cambio de qué, el buen vecino Sarkozy—para lanzar algún tipo de mensaje: España no está entre los ocho más ricos, si bien pudiera estar, aunque de puntillas, y no figura, desde luego, entre los ‘emergentes’, la mayor parte de los cuales ya quisiera contar con el nivel económico y de calidad del estado de bienestar que nuestro país  ha logrado en sus treinta años de democracia. Es decir, no estamos ni en uno ni en otro clan, ya digo que cerrados hasta el presente. España aparece como un país extraño, que acaba de dar en las narices a otros ‘intermedios’ a los que ya les hubiera gustado tener una silla, aunque fuese una silla de tijera, en la reunión del próximo sábado en Washington.

    Por eso mismo, Zapatero tiene que llevar al G-20 –así parece haberlo entendido, según dijo en su ‘mini rueda de prensa’ en Moncloa el sábado— la voz de todos los españoles, los socialistas y los ‘populares’, los nacionalistas y los centralistas, los banqueros y los más pobres. Y no solo esa voz: me parece que la citada ambición zapateriana no se va a limitar, ni debe hacerlo, a hablar en nombre de España. Ya se sabe, y no hay por qué criticarlo por ello, que el presidente español es amigo de las iniciativas grandilocuentes, ampulosas. Desde la ‘alianza de civilizaciones’, que ni se sabe en qué ha quedado, hasta aquel famoso discurso desde el atril de la asamblea general de las Naciones Unidas en el que aseguró que el hambre desaparecerá de Africa en una década, pasando por el llamamiento al mundo mundial para que abandonaran todos Irak, Zapatero no ha dejado de tratar de asombrar a los terrícolas. Ahora toca de nuevo: ZP se ha convertido, sin quererlo o, más probablemente, queriéndolo, en la voz de los mudos.

    Y tengo la sensación de que va a volver a intentarlo el sábado, asombrar a los terrícolas, digo. Confiemos en que lo haga de una manera más meditada, menos sometida a la improvisación, que en algunas ocasiones anteriores. Que haga caso a sus asesores más sensatos  --ahí están Moratinos, y Bernardino León, y José Enrique Serrano—y no a los pirotécnicos de salón que me parece que envían y recogen los SMS del humeante móvil presidencial. No me parece, por lo que le he escuchado, que ande demasiado desencaminado cuando dice que quiere lanzar un mensaje progresista, que tenga que ver con el hambre en el mundo, con el mejor reparto de la riqueza, con una mayor justicia social, con la necesidad de frenar el cambio climático y ocuparse del medio ambiente. Son cosas que comprometen poco y siempre gusta escuchar de los labios de los estadistas. 

   Porque, además, la cumbre de Washington el 15-n es una oportunidad de reequilibrar las cosas. Que, al menos, la crisis sirva para frenar ese capitalismo salvaje y sin controles practicado por un puñado de tiburones financieros desde sus despachos, en Wall Street o dondequiera. Que sirva para implicar a la distante Rusia, a la pujante China, a la también pujante India, en los problemas globales. Y a Occidente para enterarse de una vez de que no pueden seguir los paraísos fiscales, los puñales tras los abrazos, la ceguera frente a la cada vez mayor distancia con respecto a esos emergentes –América Latina es todo un ejemplo—y, menos todavía, con respecto a los desesperados –léase, sobre todo, Africa--. Ya que van a revisar, sesenta y cuatro años después, Bretton Woods, que lo hagan buscando un mejor equilibrio global.

     ¿Será esto lo que ZP lleve a Washington tras consensuar en las próximas horas –si es que lo hace—su discurso ante el G-20 con Mariano Rajoy, con los sindicatos , con los banqueros? Si es así, sería digno de aplauso, por muy enfático e hinchado que parezca, por mucho que los eternos críticos –que muchas veces lo son, me parece, con razón, pero en ocasiones sin ella— vayan a demandarle otra cosa. Hoy, más que nunca, hay que mirar al hombre en cuyas manos hemos puesto los españoles nuestro destino inmediato. Mirarlo fijamente a los ojos y decirle: no nos falles. Ni se te ocurra fallarnos ahora.

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