Los sindicatos vascos plantan cara al nuevo Gobierno de Patxi López

La convocatoria de esta huelga se hace sin ni tan siquiera esperar a que se formalice el relevo en el ejecutivo de Vitoria y sin dar tiempo a Patxi López a poner en práctica una de sus promesas electorales: convocar a los agentes sociales del País Vasco, patronal y sindicatos, para definir y poner en marcha un plan de medidas urgentes para hacer frente a la crisis económica y crear empleo. Compromiso que también viene reflejado en el acuerdo de Gobierno que han suscrito el PSE y el PP.

Según las organizaciones convocantes, la huelga se justifica, en palabras de Adolfo Muñoz, secretario general de ELA, por las políticas de los gobiernos que, a su juicio, han favorecido al capital y desrregulado los mercados, han colaborado en la descapitalización del sector público, han privatizado empresas y servicios y han “saqueado” el patrimonio común al conceder ayudas de miles de millones de euros a empresas y bancos que no llegan al ciudadano.


Una huelga política

Tanto por sus motivaciones como por el momento elegido para convocarla, esta huelga no puede ser entendida de otra forma que no sea en clave política e interpretada como una auténtica andanada a la línea de flotación de cualquier intento del nuevo ejecutivo vasco para abrir un marco de diálogo y entendimiento con los agentes sociales. Con más razón si tenemos en cuenta que el sindicato ELA es, con una muy alta representación en el sector público y en las empresas vasca, la primera fuerza sindical en el País Vasco y LAB la tercera. 

Los otros dos grandes sindicatos vascos, CC.OO, y UGT, segundo y cuarto, respectivamente, han dejado claro que no apoyan la jornada de paro y que no consideran oportuna la convocatoria, mucho menos antes de escuchar las propuestas que el nuevo inquilino de Ajuria Enea pueda trasladar a los agentes sociales para salir de la crisis y hacer frente a la progresiva pérdida de puestos de trabajo.


El sindicalismo nacionalista una oposición real

Desde el mismo momento en que quedó claro que Patxi López estaba decidido a desalojar a Juan José Ibarretxe de la Lehendakaritza y de que se iba a materializar esta apuesta con un pacto con el PP vasco,  se pudo entrever que el nuevo ejecutivo tendría una doble oposición, la puramente política, en cabezada por el PNV, y la del sindicalismo nacionalista, de la mano de ELA y LAB.

ELA nació en el seno del PNV, en 1.991, y LAB surgió en plena Transición como una organización sindical afín a la izquierda abertzale y no oculta tener como fines el  combinar de la liberación de la clase trabajadora vasca con la liberación nacional de Euskal Herria. 


Tanto ELA como LAB firmaron el Pacto de Lizarra

A lo largo de su historia, ninguna de estas dos organizaciones ha disimulado su afán por influir en la política vasca y para ello ambos sindicatos han estado presentes en todos los debates e iniciativas que el nacionalismo ha abanderado en las últimas décadas. Tanto ELA como LAB se encontraban entre las organizaciones firmantes del Pacto de Lizarra. Además una y otra central se han significado abiertamente a favor de los procesos de diálogo que se han registrado entre los diferentes gobiernos y la banda terrorista ETA.