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Rosa Aguilar

Rosa Aguilar

viernes 24 de abril de 2009, 19:35h
Era inevitable. Hablé con ella esta mañana. La conozco desde 1977 cuando era una joven estudiante de Derecho y militante del PCE en Córdoba. Fuimos y somos amigos y, durante muchos años, leales compañeros de militancia en el Partido Comunista de España. Siempre ha defendido sus ideas con coherencia. Hemos coincidido y hemos tenido desacuerdos a lo largo de estos años. Y es una “pecera”, como decimos en el argot de los exmilitantes del Partido, de arriba abajo. Y no cambiará. Yo se lo digo a bastantes dirigentes del PSOE, que tienen la amplitud de miras, capacidad política y que pasan de los 55 años, otros nunca comprenderán nada, que no pretendan de nosotros cambiar una cultura política que aprehendimos en el PCE de finales de los años 60, primeros 70 y durante toda la transición. Lo poco o mucho que sabemos de este país lo comprendimos allí. Miles de jóvenes estudiantes y trabajadores pasamos o nos quedamos en el PCE, que se convirtió en una suerte de Universidad política, teórica y de “praxis” en la lucha por erradicar el franquismo, instalar a la sociedad española en la reconciliación nacional y para abrir una nueva era de progreso y democracia en España. Tan sencillo y tan complejo como eso. Seremos “peceros” hasta el final de nuestros días. Estamos marcados a hierro candente, como los becerros al nacer. Y Rosa es así. Algunos dirigentes del PSOE nos comprenden. Otros nos ven como simples “excomunistas”.

    No somos “arrepentidos”. Estamos orgullosos de lo que hicimos y lo volveríamos a hacer. Allí dejamos lo mejor de nuestra juventud. No había otro instrumento para acabar con Franco. El PCE era “el Partido”. En casi todos los gobiernos de España, excepto en los de UCD, han participado, antes o después, antiguos militantes del “Partido”. Era una organización de masas, a pesar de la clandestinidad, moderna en sus concepciones políticas, opuesta a las visiones dogmáticas del marxismo, un Partido profundamente renovador al poner en cuestión el estalinismo, revisamos el leninismo obsoleto y nos opusimos a la intervención en Checoslovaquia del Pacto de Varsovia y al golpe militar en Polonia en 1982, forzado por los soviéticos. Sentamos las bases de lo que se llamó el eurocomunismo, bajo el impulso de Santiago Carrillo, acompañando a la modernización política emprendida por Enrico Berlinguer en el Partido Comunista Italiano.

Por ello, todas las admoniciones, insultos, juicios de valor y descalificaciones “ad hominen”, lanzadas contra Rosa desde las altas instancias del PCE e IU por su decisión de incorporarse como independiente a la Junta de Andalucía, resultan tan vacías como hipócritas. Los que hoy se escandalizan y  rasgan sus vestiduras son los mismos que en diciembre, durante el Congreso de IU, utilizaron los restos del PCE para encaramarse en los mandos de IU e instrumentalizarla con un  discurso insoportablemente sectario. ¡Al fin solos!, parecía el objetivo de los vencedores. Es la historia al revés. Estaban deseando que la corriente de pensamiento que representaba Rosa Aguilar y muchos otros que se mantienen en IU, se sintieran aislados, acorralados y que desistiesen en el debate. Querían el “desistimiento”. Rosa aceptó el reto, permaneció en la dirección de IU, asumió la responsabilidad institucional, evitó que retirasen a Gaspar Llamazares del Congreso y se opuso a la ruptura de los pactos municipales con el PSOE. Otros dirigentes del IU, en su obsesión antisocialista, lo propusieron formalmente. El 14 de abril último, el PCE, realizó una declaración extenuante, denunciando el proceso constituyente y el papel que el PCE desempeñó en la elaboración de la Constitución y en la Transición democrática. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué más se puede hacer para conseguir que los “tibios” se vayan? Son los mismos que propiciaron la crisis del PSUC, comunistas catalanes, espoleados por los soviéticos que no soportaban un  PCE independiente y al margen de la disciplina de Moscú. Así es la historia. Rosa no se ha marchado, ni ha traicionado a nadie. La han echado. Llega un momento en el que la situación resulta inasumible, insoportable, salvo que para salvar el puesto o la alcaldía digas que sí a todo aquello de lo que discrepas. Y, en el fondo, están contentos con la decisión de Rosa. ¡Por fin!

    Otra cuestión es la etiología sobre la crisis y la práctica desaparición del PCE. Pero esa es otra cuestión. Y para otro día.
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