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TOC TOC: espléndida comedia

martes 07 de diciembre de 2010, 18:18h
     En el Teatro Príncipe Gran Vía sigue triunfando en Madrid, en su segunda temporada, con ya más de 400 representaciones, la comedia TOC TOC del francés Laurent Baffie. La espléndida versión española de la obra es de Julián Quintanilla. Un pamplonés que, por suerte para él,  ha venido en coche a Madrid a pasar el puente de la Constitución, porque el viaje en avión, como a 600.000 compatriotas suyos, le habría causado una cruda  pesadilla, me pide que le cuente el argumento de TOC TOC. Y como la maravillosa intriga de la obra no debe  ser desvelada, me limito a decirle que las tres  líneas que resumen en la prensa el argumento de la obra me parecen perfectas para saber todo lo que hay que saber, antes de ver esta comedia, tan elogiada por la crítica en Francia y en España, y  a la que el  crítico teatral Marcos Ordóñez calificó de burra. Tras haber disfrutado mucho con esta obra, debo decir que, en este caso, el calificativo de burra es, al menos para mí,  muy positivo.

       Me ha recordado este epíteto de burra, atribuido a TOC TOC  por Marcos Ordóñez, al que tanto admiro, un momento sublime vivido por el filósofo pamplonés Pedro Arrarás en un teatro de Murcia. Asistía Pedro Arrarás a una ya lejana  obra teatral cuando un espectador de gallinero, emocionado por la belleza de una actriz, y dirigiéndose a ella, interrumpió la obra al grito de: “Estás más buena que una burra cargada de magdalenas”. Así creo que hay que tomar, como un gran elogio, este epíteto de burra de Marcos Ordóñez, a quien probablemente le gusta más una mala tragedia que una buena comedia. Y, si fuera así, yo le comprendería porque también yo, al revés que en su caso, a la hora de ir al teatro, de entrada, siempre prefiero una mala comedia a una buena tragedia. Más aún, para mí no hay comedia mala. Tengo tan cubierto el cupo de tragedias por los telediarios que  echarme al coleto en el teatro o en el cine una tragedia suplementaria me parece ya excesivo. Y, sin embargo, claro, sobre todo, por inercia de los telediarios, también voy al teatro a ver tragedias. 

       He aquí la sinopsis de la obra de Laurent Baffie. Seis personajes con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) se conocen en la consulta de un afamado psiquiatra con el fin de solucionar sus problemas. Cada personaje tiene un TOC peculiar y distinto del de los demás personajes. El psiquiatra no ha venido ese día a la consulta y serán ellos los que tengan que analizar sus trastornos. Ni aunque me pidiera ahora más información sobre la intriga de la obra un controlador aéreo, es decir, un ciudadano especializado en chantajes, diría una palabra más que pueda desvelar los vericuetos de una acción teatral tan brillante y divertida como la de esta obra, que, en su ya larga etapa de éxitos,   tantos miles  de carcajadas ha suscitado en el público, que sale del teatro feliz porque  se  ha divertido mucho.

      La obra seduce al público, en primer lugar,  por el soberbio  ingenio de su autor, Laurent Baffie, un todoterreno que ha triunfado en teatro, cine, radio y televisión. En segundo lugar, los responsables de esta auténtica fiesta teatral son el director y actor en la obra, Esteve Ferrer, y los actores y actrices, que, como el autor de la obra, también tienen un currículo kilométrico de éxitos en teatro, cine y televisión y están avalados por muchos premios.  Daniel Muriel (Pep, en la obra), Esteve Ferrer (Camilo), África Gozálvez (Blanca), Inge Martín (Lili),  Sara Moros (Asistente del Psiquiatra), Ana Frau (María) y Miguel Foronda (Fred) bordan con hilo mítico de Penélope una obra que, como vi con mis propios ojos –  con ojos ajenos veo muy mal  -, hizo brotar lágrimas de risa en algunos espectadores. Por asociación de ideas, cuando vi aquellas lágrimas en la sala, me acordé del  inmortal verso  “Penélope llora hilo”, de Rubén Hurtado, un alumno de la madrileña Escuela de Escritores, que, junto con otros compañeros, lo mismo que algunos le pegan al whiski, ellos ahora le están pegando al romance octosilábico. La Escuela de Escritores está domiciliada, a dos pasos del magnífico restaurante navarro La Manduca de Azagra, en la calle de Francisco de Rojas, nuestro genial autor teatral  del siglo XVII, defensor de los derechos de la mujer, frente al antifeminismo general de cientos de  autores nuestros,   y maestro de Corneille y de otros dramaturgos franceses.

     La dirección de Esteve Ferrer, un maestro en todos los géneros teatrales presentes, pretéritos y futuros, es magistral.

    www.ramonirigoyen.com
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