"Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar", fue su lema, su ‘grito’ de guerra en aquellos duros años en los que muchos se jugaron la vida en defensa de unos ideales y de la democracia. Y un lema que él recordó a finales de 2007 durante el homenaje que le rindieron sus ‘camaradas’ del partido, compañeros y amigos que le querían. Incluso consiguió el reconocimiento de los dirigentes de la patronal, con los que tuvo que bregar tantas veces para cerrar los convenios colectivos. Porque a
Marcelino, como todo el mundo le llamaba, todos le apreciaban ya no solo por lo que representó como dirigente sindical y político, sino por su dimensión humana, por su bonhomía. Era un hombre afable, entrañable y dialogante pero con un férreo carácter. ¿Quién no recuerda aquel acalorado ‘cara a cara’ que mantuvo con el
ugetista Nicolás Redondo en televisión en el que éste le espetó “mientes, Marcelino y tú lo sabes”…

Su biografía cuenta que nació el 21 de enero de 1918 en La Rasa (Soria) y que era hijo de un guarda-agujas. En 1935, siendo un chaval, se afilió al Partido Comunista de España (PCE) y militó también, como su padre, en la UGT. Durante la guerra civil combatió del lado republicano. Su primera detención tuvo lugar en Madrid y data de 1939, pero fue encarcelado en Toledo de donde escapó aunque fue de nuevo apresado y encarcelado. En 1941 salió en libertad provisional para hacer el servicio militar, siendo obligado a hacer trabajos forzados en la reconstrucción del Alcázar de Toledo. Después fue trasladado a Tánger.
Huyendo de la justicia española vivió en el Marruecos francés y en la ciudad argelina de Orán en donde residió como refugiado político y en donde aprendió el oficio de fresador. Su vida en el exilio no le apartó de continuar su lucha sindical y política. Todo lo contrario. Fue en esa etapa en la que conoció a su querida
Josefina, con la que se casó en 1948 y con la que ha compartido todo su vida y con la que tuvo dos hijos,
Yenia y
Marcel. La mujer que le tejía los jerséis de cuello vuelto y de cremallera que terminaron siendo todo un símbolo y hasta una moda entre el ‘rojerío’ español.

En 1957 Camacho regresó a España, colocándose como obrero metalúrgico en la empresa Perkins Hispania, Allí pronto fue conocido por sus actividades a favor de los derechos de los obreros, lo que le llevó en 1966 a ser otra vez detenido, juzgado y condenado. Ingresó en la desaparecida cárcel de Carabanchel madrileña de la que a partir de entonces no dejó de entrar y salir intermitentemente. Hasta que fue juzgado en el famoso 'Proceso 1.001' por el que fue condenado a 20 años de prisión que luego el Tribunal Supremo redujo a seis.
Poco después de morir Franco, el 30 de diciembre de 1975, Camacho y sus compañeros de aquel histórico proceso salieron de prisión gracias al indulto concedido con motivo de la proclamación de Juan Carlos I como Rey de España. Pero poco le duró la libertad porque en marzo de 1976 fue de nuevo detenido, acusado de pertenecer al Comité Ejecutivo de Coordinación Democrática como miembro de CCOO de Madrid, el sindicato que fundó y del que fue su primer secretario general.
Ya en libertad, en las primeras elecciones constituyentes de 1977 fue elegido diputado del Congreso en representación del PCE, repitiendo escaño en las generales de marzo de 1979. Siempre fiel a sus ideas, Camacho dimitió como parlamentario en febrero de 1981 al no estar de acuerdo con el Estatuto de los Trabajadores que había sido aprobado.

Ejerció como secretario general de CCOO hasta 1987 cuando fue sustituido en el cargo por
Antonio Gutiérrez, con el que mantuvo un fuerte enfrentamiento, aunque se quedó en un puesto de ‘honor’ como presidente del sindicato. En su haber llevaba la convocatoria de la primera huelga general contra el Gobierno de
Felipe González.
Sus últimos años los vivió en un segundo plano de la vida sindical y política. No obstante, continuó participando en numerosos actos de protesta ya fuera contra la guerra de Irak o contra las reformas laborales de los gobiernos del PP. Y es que Marcelino Camacho nunca traicionó sus principios.
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