Han tomado España como rehén. Se equivocan. Saben que no tienen derecho a hacerlo y saben que no tienen apoyo alguno. A esta hora 250.000 personas están directamente afectadas y millones de forma indirecta. Son pocos y son cobardes. Son solo controladores aéreos, aunque les guste jugar a dioses; es decir, personas normales, de carne y hueso, que han tensado tanto la cuerda que han acabado por romperla.
Los controladores son un colectivo de trabajadores que suele tomar sus bajas de manera conjunta, enferma sospechosa y repentinamente y en esta ocasión, víspera de puente
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para miles de ciudadanos, han estornudado a destiempo. Es lógico que servidor, llegando de Barajas a estas horas, venga cabreado, y no lo es menos que el ministro Blanco está que trina y dispuesto a militarizar. Pero esto no es nada comparado con la indignación, el cabreo y la desesperación de los ciudadanos inocentes y, a esta hora, rehenes del mal cuerpo de estos seudodioses del espacio aéreo.
Miles de vuelos ya cancelados, millones de euros perdidos, y horas, quizá días, para recuperar la normalidad aérea en el mejor de los casos. La imagen de España, lamentablemente, queda de nuevo erosionada por las imágenes de largas colas y desconcierto con que abren todas las cadenas de noticias del mundo. Militarizar un servicio no es plato de buen gusto, pero peor sería dejar de atenderlo. Tic, tac. ¡No va más!
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