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El ex

El ex

viernes 05 de octubre de 2007, 22:00h

Al paso que va la fundación FAES lleva camino de convertirse en una secta en torno a su predicador José María Aznar muy al estilo americano tan del gusto del ex presidente. El chiringuito ideológico de la derecha española se ha convertido en el reducto de los rencores y despechos del presidente honorario del PP, rebotado más que con el PSOE con el país en general porque no supo valorarle ni entenderle y decidió mandarles a las galeras de la oposición en 2004 en un record guiness difícilmente igualable: de la mayoría absoluta a perder las elecciones.

Cada intervención del líder, seguida con gozo y regocijo por sus acólitos, es un nuevo intento de reivindicar su obra. La fundación FAES edita desde hace tiempo libros como el reciente de mi siempre admirado y respetado Alejandro Muñoz Alonso. Pero ahora su líder ha decidido reescribir la historia reciente a su mayor gloria. Solo con ese ánimo cabe entender la nueva perla Aznariana de que se involucró en la guerra de Irak para corresponder a la ayuda que los Estados Unidos nos prestaron contra el terrorismo. No hay un solo dato que avale la especie. Poco saben o poco les importa a los servicios secretos norteamericanos ETA, no se conoce una sola operación en estos 30 años de lucha democrática contra el terrorismo en España que haya contado con el mínimo apoyo USA. Y habría que preguntarle a Aznar si se atreve al sarcasmo de asegurar que nos han prestado alguna ayuda estimable en la prevención del terrorismo de origen islamista.

Más mentiras de colmillo retorcido que no engañan a nadie pero siguen empecinando a un sujeto que nunca admitirá que su foto de las Azores fue el más grave error de sus ocho años de presidencia, tanto que sus compañeros de partido lo están pagando en los bancos de la oposición. Son las mentiras sobre la marcha para tapar su inmensa frustración por no haber entrado como un salvador por las calles de un Bagdad liberado al lado de George Bush. Aunque seguramente la mayor alucinación de este guru de FAES sea aquella en la que recibiría junto a su amigo Tony Blair el reconocimiento de todos los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea por haber creado la nueva Europa venciendo al pérfido Sadam, sacándoles del error de no colaborar con el gran hermano americano. Y así, ya se sabe, habría cambiado 200 años de política exterior española.

Curiosamente el predicador Aznar está enorgullecido por su obra como presidente pero la reinventa a cada discurso que pronuncia. Ahora resulta que siempre fue un impecable y fiel defensor del Rey Juan Carlos por lo que critica a Zapatero por su supuesta frivolidad y tibieza por no salir al paso con contundencia ante los ataques que está recibiendo. Y no hace falta irse a muchas hemerotecas para acumular datos del ninguneo al que Aznar y señora intentaron someter al Jefe del Estado en muchas ocasiones de su Gobierno. De Moncloa salía por aquel entonces la consigna de “hay que poner al Monarca en su sitio”.

Escuchándole la plática, en su mandato Ibarretxe era un corderito sin plan soberanista ni ganas de referéndum de autodeterminación como fruto de la firmeza del Gobierno del PP frente a los nacionalismos. Asistimos ahora, dice FAES, a la recomposición del frente nacionalista y ETA como fruto de la política del gobierno de Zapatero de “apaciguamiento privilegiado de los nacionalistas”. Pues resulta que ese frente nacionalista con ETA tuvo su máximo exponente en el pacto de Lizarra, firmado por el nacionalismo vasco con HB, con las bendiciones explícitas de la propia ETA, cuando solo Aznar gobernaba y al que pudo hacer frente el líder popular precisamente porque Zapatero, líder de la oposición, le ofreció y le firmó el pacto antiterrorista.

Pero el predicador parece dispuesto a seguir proclamando su nuevo testamento para regocijo de acólitos y desprecio de la más reciente historia. Ellos sabrán y las urnas les contestarán pero, algunas veces, cuando suelta sus discursos en público, a algunos nos da que pensar aquella frase del ex presidente del Gobierno, ante el jolgorio de su parroquia, cuando hablaba recientemente de las campañas de tráfico: “!...a mí nadie me tiene que decir cuánto tengo que beber!

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