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Ernest Maragall

Ernest Maragall

jueves 30 de noviembre de 2006, 18:13h

Ser el segundón familiar de una political star como Pasqual Maragall es, ciertamente, un lastre difícil de soltar. Ni siquiera Sigmund Freud encontraría una explicación a ese fenómeno psicológico. Para el de Viena lo de resolver el problema edípico pasaba por la sublimación de matar al padre. Estaba chupado. No pensó en el hermano que, siendo brillante, trabajador, imaginativo, serio y formal, debe ir al rebufo de popa de su hermano mayor, de personalidad compleja, entre genial y genialoide, que es en si mismo todo un espectáculo completo de luz y sonido.

Esto ocurre con Ernest Maragall, el hermano que sigue en edad a Pasqual. Ahora le llueven bofetadas y el supuestamente denigratorio apelativo de hermanísimo, por ser consejero de Educación de la Generalitat de Catalunya.  Injusticia mediática notable, fruto tanto del interés partidista como de un desconocimiento profundo de lo que representan ambos hermanos Maragall en el PSC. Si Pasqual es la rauxa, el arrebato pasional y pelín lunático. Su hermano Ernest es el seny, el rigor y hasta la prudencia llevada a extremos no deseables. Imaginativo el mayor. Pegado a la realidad el menor. Pero, tanto en el Ayuntamiento de Barcelona, como en la Generalitat de la anterior legislatura, donde Ernest fue el secretario general del Gobierno, ambos hermanos han formado un tándem que, al fin y a la postre, ha resultado útil.

Ernest, al que el columnista definiría como “el hermano sensato de Pasqual”, tiene por sí mismo cualidades y recursos suficientes como para ser consejero, sin siquiera invocar su parentesco dentro de su propio partido, del que es y ha sido militante destacado desde los tiempos fundacionales. Es más, su proximidad al vamos a considerar como su carismático hermano antes le ha perjudicado que beneficiado.

Y, aviso a navegantes, el caso de los hermanos Maragall no es el único en el PSC. Está, por ejemplo, el de los Clotas, Salvador e Higini. El primero de ellos, diputado durante varias legislaturas en el Congreso de los Diputados y secretario de Cultura que fuera del PSOE. El segundo, diputado autonómico durante 16 años y, nuevamente, vicepresidente presidente primero del Parlamento de Cataluña.

A Ernest Maragall cabrá juzgarle por su actuación al frente de la consejería de Educación, y no por su parentesco con el ya ex presidente de la Generalitat.  Capacidades para el desempeño del cargo no le faltan. Voluntad para hacerlo, tampoco. De él depende uno de los cuatro vértices del programa de gobierno del tripartito. En Educación es donde el presidente José Montilla deberá dejar patente su apuesta por la Cataluña social. Y esto, porque todo apunta hacia ahí, es donde se podrá apreciar el talante de tranquila normalidad que la sociedad catalana –abstencionistas incluidos—demanda. Ernest Maragall es tranquilo, y está tranquilo.

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