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Perfil: Rudolph Giuliani

viernes 29 de febrero de 2008, 18:49h
Precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos (fuera de la contienda)
Nueva York (Estados Unidos), 28 de mayo de 1944
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A mediados del 2007, Rudy Giuliani era el precandidato republicano que todas las encuestas pronosticaban como el vencedor en las primarias electorales con miras a la nominación presidencial del partido. Pero Giuliani se equivocó de estrategia y el pasado 30 de enero abandonó sus aspiraciones de llegar a la Casa Blanca sin haber ganado en ningún estado.

Mal asesorado, Giuliani decidió poner todos sus recursos en hacer campaña en el estado de Florida, dejando desatendidos los primeros estados que celebraron primarias y ‘caucus’. Tras haber recibido muy poca atención mediática en el inicio del proceso de primarias, Giuliani pasó un poco al olvido mientras el resto de las candidatos se alzaban con victorias y ganaban gratuitamente la publicidad de los medios de comunicación.

De Florida salió en tercer lugar, una apabullante derrota que le llevó a dejar la campaña al día siguiente y dar su apoyo al senador John McCain, que a finales de enero y tras su victoria en el estado que Giuliani intentó conquistar, empezó a vislumbrarse como el claro líder de los republicanos.

Después de haber sido alcalde de Nueva York durante dos periodos de forma exitosa, Giuliani ha fracasado en sus intentos de convertirse en senador y en presidente de Estados Unidos.

Nacido en el municipio neoyorquino de Brooklyn en 1994, Rudolph W. Giuliani creció  en el seno de una familia de origen italiano de clase media. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de Nueva York, graduándose con honores en 1968.

En 1970 trabajó para el fiscal general del Estado y con tan sólo 29 años se convirtió en jefe del departamento Antidroga de la Fiscalía General del Estado.

Su carrera política comenzó en 1989 cuando se presentó por primera vez como candidato republicano a la alcaldía neoyorquina, un puesto que entonces no le tocaba ganar.

En 1993 fue elegido para el primero de sus dos mandatos como alcalde en una ciudad donde más de la mitad de sus habitantes afirman ser demócratas.

Giuliani se ganó el reconocimiento de muchos neoyorquinos –y también las críticas de organizaciones de derechos humanos– por sus enérgicos métodos policiales, que redujeron considerablemente la criminalidad y en especial el número de asesinatos.

De hecho, hoy Nueva York es considerada la ciudad más segura de Estados Unidos, después de haber sido durante décadas territorio del crimen organizado y callejero.

Giuliani también ayudó a restaurar el sistema de bienestar social de la ciudad y redujo los impuestos estatales, dejando a Nueva York en un mejor posición financiera a como la encontró.

El ex alcalde utilizó estos logros y la forma en que condujo la crisis de confianza que se produjo en los neoyorquinos después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, para presentarse como el candidato más calificado para defender a Estados Unidos de la insurgencia terrorista.

Conocido con el “alcalde de América”, Giuliani llevó su campaña política con un perfil muy poco conservador, debido a su tolerancia con el aborto, su permisividad con la inmigración y su simpatía hacia los derechos de los homosexuales.

Ya fuera de la campaña, podrá dedicarse de nuevo a las dos firmas que fundó tras abandonar la alcaldía de Nueva York, Giuliani y Asociados, y Bracewell y Giuliani, donde ofrece asesoría legal a grandes corporaciones.

Será tiempo, además, para echar la vista atrás y analizar los errores cometidos con su atípica estrategia electoral, que realmente nunca llegó a funcionar.

Los analistas apuntan, en principio, a la decisión de Giuliani de rodearse de una camarilla de colaboradores de Nueva York que, realmente, no tenía ninguna experiencia en campañas electorales nacionales.

Además, hubo una cierta ineficacia en la gestión de sus recursos. Giuliani contaba en septiembre con 16,6 millones de dólares, mucho más que John McCain y Mitt Romney juntos, pero malgastó buena parte con campañas masivas de envío de correo, en lugar de crear una buena estructura en los estados claves, como hizo el resto.

A ello se unió un perfil personal que no acabó de calar entre los republicanos. Casado en terceras nupcias y con dos hijos que apenas le hablan, no ofrece la típica estampa familiar que le gusta al votante conservador medio, especialmente cuando no le pesa hacerse fotos besándose con su mujer, sentada en su regazo, como ocurrió hace unos meses.

 

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