¿Recuerdan aquella canción de los sesenta que atravesó varias épocas: "¿los bomberos donde están?, ¿dónde están los bomberos?". Pues se puede aplicar perfecta y negativamente a las actuales figuras -a veces figuritas o figurones- del toreo, que deberían ser los apagafuegos en el incendio que se ha montado en Cataluña -y que empieza a extenderse al resto de España- en contra de la Fiesta. Deberían ser, pero que han optado por lo más cómodo: que toreen los demás, como si ellos no fueron los que viven y muy bien de esta profesión, que si se acaba, también se les acaba a ellos. La última de estas faenas contra sí mismos en particular y contra la Fiesta en general está aún caliente y desentrañando enormes críticas entre los aficionados a los toros.
Aconteció este miércoles, cuando a propuesta del PP se votó -con derrota por escaso margen auspiciada sobre todo por socialistas y nacionalistas- en el Senado que se declarase la Fiesta como Bien de Interés Cultural (BIC). Para apoyar la medida había en la tribuna un importante puñado de gente relacionada con los toros, mayormente algún ganadero como Victorino Martín, algunos subalternos y mozos de espada, algún aficionado, algún matador modesto y alguna figura... !retirada!, como Joselito y Luis Francisco Esplá.
Pero faltaban los más importantes, los de mayor poder económico, mediático y de presión: José Tomás -que ni siquiera fue con sus compañeros a la reciente comida con la ministra González Sinde- El Juli, Enrique Ponce, Cayetano, Perera, Manzanares, El Cid... Todos ellos capaces de hacer fuertes declaraciones en la prensa taurina -de tan escasa lectura- o en las plazas, pero incapaces de dar la cara por sí mismos, por el resto de coletudos y por su profesión en general. Por esa Fiesta que sólo quieren para enriquecerse, para servirse de ella pero no para servirla... o sea, como si fueran políticos. Y olé.
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