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Antonio Castro: "Pocos empresarios privados se arriesgan hoy en día"

Por MDO
jueves 16 de febrero de 2023, 09:52h
Antonio Castro: 'Pocos empresarios privados se arriesgan hoy en día'
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'Teatros desaparecidos de Madrid' (siglo XX-XXI) es el título del nuevo libro del periodista Antonio Castro, Cronista de la Villa y colaborador de Madridiario. Conocedor de la historia teatral de Madrid y experto en todo lo que ocurre en los escenarios de la capital, las páginas de este relato se convierten en una obra imprescindible para conocer el pasado teatral. De la actividad escénica ha conversado el autor de este relato con Constantino Mediavilla, presidente editor de Madridiario, en la Terraza de Ópera.

Madrid es la capital española del teatro desde que, a final del siglo XVI, se abrieron los corrales de comedias. Durante más de 400 años, la ciudad ha registrado una intensa actividad, adaptándose a las modas, los cambios sociales o las innovaciones tecnológicas. Se han abierto y cerrado decenas de salas. Pero el teatro en Madrid sigue vivo, mantenido desde las instituciones públicas y las empresas privadas.

El libro analiza la evolución y las razones por las que han desaparecido grandes escenas de Madrid: "Podemos decir que influye la especulación urbanística. Los grandes teatros se ubican en unas ubicaciones muy golosas para desarrollar otras actividades". Algunos edificios teatrales, como el Fontalba -uno de los primeros teatros en la Calle Gran Vía- o el teatro Apolo -en la calle Alcalá- no se conservaron. De otros, relata Castro, "se ha aprovechado la estructura del edificio porque tenían una protección oficial".

La apertura de nuevos escenarios, promovidos por instituciones públicas, ha ido modificando las carteleras teatrales. "Pocos empresarios privados se arriesgan hoy en día", asegura Antonio Castro. Las salas pequeñas y alternativas, más conocidas como microteatros, sí han crecido en lo últimos años: "Pequeños recintos comerciales y antiguos garajes que tienen asegurada la viabilidad económica".

El libro también recuerda figuras como el apuntador: "Esa persona ha desaparecido. Ahora está el pinganillo y desde el control llega al oído. No hace falta un señor agazapado en la boca del escenario para soplar el texto". Y la clac, el conjunto de personas que eran contratadas para aplaudir determinadas representaciones. "Una especie de club de amantes del teatro que obtenían entradas a muy bajo precio o gratuitas que aplaudían cuando les indicaban", señala el autor.

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