www.diariocritico.com

Cris Blanco, actriz y 'antidiva': "Una hace teatro como otros hacen pan o levantan un tabique"

miércoles 14 de febrero de 2024, 17:50h
Cris Blanco actriz y dramaturga española
Ampliar
Cris Blanco actriz y dramaturga española (Foto: Cris Blanco)
Madrileña, 46 años, nacida en el barrio de Peña Grande y en el seno de una familia obrera de origen leonés, Cristina Blanco (o Cris Blanco, que es como se le conoce en el ámbito artístico), se licenció en Interpretación en 2002 por la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), y desde el principio ha dirigido siempre sus propios trabajos escénicos en los que también actúa. Hasta finales de 2023, en que consiguió acceder por primera vez en su carrera al CDN y subir al escenario de la Sala de la Princesa una de sus piezas, Pequeño cúmulo de abismos), el territorio que había pisado siempre era el de las artes vivas, todos esos circuitos underground y de danza que, además, ha alimentado desde Barcelona, ciudad en la que ha vivido durante los últimos trece años, y desde dónde ha llevado sus espectáculos (entre otros, cUADRADO_fLECHA_pERSONA qUE cORRE, Ciencia_ficción, Pelucas en la niebla, Bad translation, El agitador Vórtex o Grandíssima illusione), en gira dentro y fuera de España (Europa, América y Asia).

Desde Barcelona ha hecho también algo más que "pinitos" en el cine en donde ha trabajado a las órdenes de Icíar Bollaín, Roser Aguilar y Belén Funes. También como intérprete y dentro del teatro ha trabajado con Xavier Leroy, Cuqui Jerez, Los Bárbaros y Juan Domínguez, entre otros. Pero su nombre también está vinculado al mundo de la performance o a la música. Así, teniendo en cuenta su variadísima relación con los escenarios, para empezar, nos preguntamos —y le preguntamos, claro—, si hay alguna disciplina artística con la que no se atreva. Cris nos responde que "a dirigir cine, por ejemplo, no me he atrevido. Me da bastante cosa. Y lo mismo me sucede con las series. Admiro mucho el trabajo de los guionistas que están detrás de ellas. Ya sé que, en general, hay siempre equipos de guionistas detrás, pero aun así me sorprende que sean capaces de crear episodios para tres, cuatro o más temporadas".

"Estar sobre un escenario, para mí, es como estar en casa"

Profundamente preocupada por el futuro del teatro, Cris tiene una obsesión constante en los últimos años, la de llegar a todos los públicos, de cinco a 100 años, pero especialmente aquel que anda rondando la adolescencia o acaba de pasarla (13 a 18 años), porque son el futuro del teatro, "no sólo como espectadores sino también como futuros profesionales de este oficio". Un oficio que la madrileña abrazó a principios de los años 2000 con motivaciones nada convencionales porque a la intérprete recién licenciada no le interesaba nada acudir a castings o triunfar como actriz de televisión: "además, la tele estaba muy mal vista entonces por las gentes del teatro… ¡No sucede eso ahora…! Eran los tiempos de Al salir de clase. Pero esa era una opción que ni siquiera contemplaba".

Se siente fundamentalmente directora de escena, aunque no deja de intervenir en sus propias creaciones y los ojos le brillan intensamente cuando confiesa que "a mí me gusta muchísimo estar en el escenario en mis propias creaciones. Para mí estar sobre un escenario es como estar en casa. Ahí se me pasa todo. Y eso que, antes de salir, siempre suelo ponerme muy nerviosa, pero, una vez dentro, si consigo esa comunicación de igual a igual con el público (yo también soy espectadora y tú también podrías estar aquí en el escenario es lo que normalmente quiero transmitir…), me siento en la gloria".

A Blanco le gusta saber que en cada nuevo estreno va a dar un salto en el vacío, a afrontar un nuevo reto cuyas consecuencias no sean fácilmente predecibles: "En la última el reto era que iba a ser en el CDN. Por un lado, había cierta presión por ese hecho y, por otro, no creas que lo he pensado mucho en el contexto, he trabajado como siempre… Y eso que la mayor parte del montaje estamos con las paredes vacías, en negro (aunque al final detrás de ese agujero del fondo aparece una escenografía realista) y esto puede parecer una vacilada, pero no hemos buscado con ello ningún tipo de provocación. Simplemente las cosas van surgiendo y una las acepta o las rechaza. Y, al final, que pase lo que tenga que pasar porque, desde luego, yo nunca pienso en mis trabajos desde un punto de vista comercial. Hasta el punto de que Pequeño cúmulo de abismos sé que la haremos también en Barcelona, pero hoy por hoy no sé si podremos llevarla a otros teatros de España. Mi distribuidora me dice que el espectáculo es algo caro y que las programadoras la imaginan en salas pequeñas, aunque yo creo que no habría ningún problema en llevarla a salas grandes. Y ahí estamos, con ese dilema…".

Mujer y artista independiente hasta la médula, Cris cree que haber llegado a ese estadio ha sido "tanto por convicción como por intuición. Voy donde me siento a gusto y por eso siempre he ido haciendo lo que me apetecía hacer en cada momento. He hecho las cosas con convicción y, a veces, sin pararme a considerar demasiado si la pieza iba o no a tener interés para los demás, aunque esto no significa que no piense en el público. Pero suelo fiarme de que, si nos lo pasamos bien durante el proceso, la gente también acabará sintiendo lo mismo… Al final he ido moviéndome entre el deseo y la intuición. Si alguna vez me he metido en algo en lo que no creía, rápidamente me he dado cuenta de que eso no iba a funcionar".

A cambio, claro está, Cris ha tenido que hacer muchas cosas (de teleoperadora a camarera, pasando por actuaciones en mercados medievales y ejercer como cantante de música sefardí…). En general, trabajos que le ayudaran a sobrevivir porque, obviamente, ser independiente no es el mejor camino para ganar dinero: "Con todo lo que he hecho me parece que podría escribir un libro. Pero mi peor experiencia fue cuando hice de payaso en comuniones. Una vez un abuelo le decía a su nieto ‘dale una patada al payasito…’. Y yo le dije al señor que el payasito no es de madera… Y en otra ocasión me vi cogiendo a un chaval por los brazos para intentar que dejara de molestarme y entonces fue cuando me di cuenta de que tenía que dejar ese trabajo".

A pesar de las frecuentes crisis sufridas a lo largo de esa carrera artística de dos décadas, el hecho es que Cris Blanco ha conseguido mantenerse dentro del oficio. Eso sí, en los momentos de mayor adversidad no ha habido más remedio que recurrir incluso hasta a la docencia, algo que no le gusta especialmente: "he estado enseñando interpretación en el Conservatorio de danza dentro de Institut del Teatre durante varios años y entrar en el aula me gusta, y estar en contacto con la gente joven que empieza, pero todo lo demás que rodea a la educación pública en este país me da bastante alergia, creo que habría que cambiar tantas cosas...", nos asegura. Le decimos entonces si hay o no, y de verdad, serios problemas para un profesor que allí no se exprese permanentemente en catalán, y Cris nos dice que "en mi caso, no he tenido ninguno. Quizás también porque a mis clases venían muchos alumnos del otro lado del Atlántico. Y, además, yo no me muevo dentro del teatro de texto sino, el circuito en que me he movido ha sido de la danza".

"Ser independiente no es el mejor camino para ganar dinero"

Volvemos de nuevo a lo puramente creativo y lanzamos a Cris la afirmación de que, en su caso, domina la mezcla de géneros. ¿Por qué? ¿No te bastan uno a uno, o es que ya no queda ninguno puro? "Es que me gusta jugar con los géneros teatrales y ver en qué desemboca finalmente ese juego. Me gusta explorar los elementos que hacen que una cosa sea esa cosa, que un género sea ese género. ¿Cómo quedan unas gaitas en unos créditos iniciales de una peli de James Bond? ¿Qué nos produce? Y, además, lo que no soporto es que se crea que las cosas sólo pueden hacerse de un modo determinado. Cuando me dicen que ‘eso no puede ser… Este es el único modo…’, ¡no puedo, no puedo…! Mi naturaleza no puede con esa forma de entender las cosas. Hay miles de formas de abordar un problema y, sobre todo, si se hace en común y con humor. Me gusta el teatro bien hecho y de cualquier tipo. Pero mi reacción natural, inmediata, es pensar cómo se podría romper esta propuesta convencional, por muy perfecta que sea. Disfruto eliminando las barreras teóricamente existentes entre realidad y ficción… Como, por ejemplo, en la película de Michael Haneke, Funny games (1995), en la que uno de los personajes guiña un ojo a cámara para establecer un campo común con el espectador. Es para decirle algo así como que esto que ves es muy violento, pero se trata sólo de una ficción… y a la vez lo estás mirando y disfrutando, ¿eh? Eres cómplice...".

De los trabajos de Blanco queda siempre como poso una estela de humor. ¿Es el elixir de la existencia?, le preguntamos, y ella lo pone en su sitio: "Yo no sé si alguien puede vivir sin tomarse la vida con humor. Yo, desde luego, no podría. Vivir, en general, es bastante duro. Más aún para gente que, como yo, es hipersensible”. Pero —volvemos a la carga—, ¿el humor viene ya de serie en nosotros o es posible adquirir ese sentido?, ¿es gracioso quien quiere o quién puede? Para Cris Blanco, “no sé cuáles son los elementos justos que intervienen para acabar provocándonos la risa; lo que sí sé es que si te ríes con alguien se crea un vínculo especial que es imposible que pueda generarse de otra forma. Si vas en el metro, rodeada de gente con sus caretos que en principio te dan igual, en principio no harías un esfuerzo especial por prestarles ayuda, y menos aún estarías dispuesta a arriesgar tu vida por cualquiera de ellos, pero si se produce un accidente si te has reído con alguno de ellos sobre una misma cosa vas a salvar a esa persona primero! ya se crea un vínculo de interés mutuo. ¡Y todo por unas risas compartidas!".

Un amigo mío sostiene que el humor es más fácil, más natural, incluso, que surja en el hombre que en la mujer. No sé si estás de acuerdo con esa tesis, planteamos a Blanco y ella niega la mayor: "No. Creo que las mujeres hemos tenido históricamente tanta responsabilidad en el ámbito familiar (cocinar, controlar los temas de la economía del grupo, cuidar de hijos y de abuelos, ser enfermeras…), que apenas queda tiempo ni ganas de reír cuando tienes tanto peso sobre los hombros. Eso sin contar con el miedo de que te violen o te maten en cualquier momento. A mí me parece que lo que dice tu amigo de la falta de sentido del humor en la mujer tiene más que ver con esto, molaría cambiarse los roles unos cuantos miles de años y comparar entonces".

Habida cuenta de que Cris no ha seguido el patrón familiar que, por su condición de mujer, parecía tener encomendado, lo mismo a ella —ahora nos invade la duda…—, le resulta mucho más fácil reírse de sí misma, que es por donde hay que empezar. No nos falla la intuición porque nos asegura que "sí; lo hago constantemente, incluso a diario. Pero al tiempo, soy muy exigente conmigo misma, soy muy autoexigente, muy perfeccionista, y eso es algo que trabajo bastante en terapia… Por eso, quizás, a veces el humor es una careta: yo me río de mí, riámonos todos de mí. Pero luego te vas a casa a llorar… Fíjate, por ejemplo, en Lina Morgan, una mujer triunfadora como actriz, como productora y empresaria, que al final, en contra de lo que pudiera presumirse, acabó totalmente sola y amargada; no se fiaba de nadie, ni quería ver a nadie… Lo interesante es aprender a reír con, más que a reírse de… Y sí, yo tengo que reírme de mí misma porque, de otra forma no podría hacer lo que hago en teatro".

Y la artista madrileña termina diciendo que "cuando veo a alguien sobre el escenario, o en la escritura o en la dirección de escena que se toma demasiado en serio, como que está haciendo algo superimportante…, normalmente no me interesa el trabajo”. Y, sí, hay un poco de esto… Algo parecido te decía Laila Ripoll en una entrevista que tú le hiciste hace ya algún tiempo y estoy totalmente de acuerdo con ella".

"Disfruto eliminando las barreras teóricamente existentes entre realidad y ficción"

Si hay alguien a quien pueda calificarse como 'antidiva', Cris es una candidata perfecta. A lo largo de más de una hora de conversación no deja de mostrarse ante nosotros como una mujer cercana, accesible, normalita, sin ánimo de crearse ningún tipo de perfil público definido. ¿Eres verdaderamente así o es una pose?, le preguntamos, y la madrileña no duda un instante en confirmar lo aparente: "¡Cómo voy a ser!, ¡lo que ves es lo que hay! Quizás podría fingir ser una persona pija, con dinero, o superintelectual, pero eso es demasiado forzado, y, al final, siempre se nota. Sin embargo, ser yo misma me sale solo. No tengo que pensar… Siempre seré la hija de una peluquera en el barrio de Malasaña, recordaré las cosas que me han pasado allí y no tendré nada que inventar".

Ya que a nuestra entrevistada le gusta jugar, vamos a ello. Puesta en el dilema, ¿qué prefieres, ser famosa y vivir del cuento, o vivir modestamente y, sólo después de morir, ser reconocida como dramaturga, cineasta, actriz, etc.? A Blanco no le gusta el dilema y toma el camino de en medio para encontrar una respuesta apropiada: "desde luego, no creo para nada que acabe siendo millonaria o cosa parecida en esta vida, o vaya a tener algún día un yate. Es más, aun con dinero nunca lo tendría. ¡Qué horror!, ¡sólo con lo que contamina eso, y ahí aparcado en un puerto marítimo casi todo el año…! Y te digo más, si tuviera pasta, no sería capaz de comprarme un bolso de 3 000 euros. No es que desprecie el hecho de tener dinero, no. Pero en mi familia, aunque nunca nos ha faltado nada esencial, la contención ha sido siempre valor compartido. Pero, curiosa y paradójicamente, también se anhelaba la posibilidad de que algún día nos tocase la lotería (¡si tuviésemos dinero…!). En otras palabras, que, por un lado, el dinero es lo peor, y por otro, ¡ay si tuviésemos dinero!…".

La actriz y directora concluye en esa extraña relación que todos tenemos con el dinero, de una forma contundente, al aseverar que "tenerlo no es malo en sí mismo; el problema es lo que luego puedas hacer con él. Si acabo consiguiendo mucho dinero algún día, lo invertiría probablemente en un teatro para poder hacer las cosas que me apetecen, y subirlas al escenario, y también para dar esa misma posibilidad a gentes que lo merecen. Y si pierdo dinero, pues nada...".

Trasladémonos ahora con buena voluntad y algo de humor negro a situaciones imaginarias. Vamos hasta el final, y situamos a Cris Blanco ante su propia tumba: ¿Qué epitafio te gustaría que figurase en tu lápida? Lo piensa un rato largo para acabar mostrando la dificultad para elegir esa frase final, definitiva: "¡Uff, ¡qué difícil!, me dice y, de paso, contraataca: ¿Y tú, ¿qué pondrías?".

Prometo contestarle, pero después de escucharla, así es que no tiene más remedio que retratarse y acaba por decirnos que tendría que ser algo cómico: "…por ejemplo, ‘la muerte no existe'". La mía —le respondo—, podría ser algo así como 'no sé si llegué a ser libre, pero lo intenté'.

Volvamos de nuevo de las musas al teatro, al menos a una parte del hecho teatral como es la labor de la crítica: "tengo mis problemas con ella —reconoce Cris—. Valoro mucho al crítico que trata de hacer llegar al público las sensaciones que le ha provocado un montaje determinado, la que habla con respeto de él porque trata de ponerse en el lugar de los actores, los directores y los equipos. El problema es que no toda la crítica asume ese rol y se tira por tierra mucho trabajo porque se habla desde el desconocimiento del oficio". ¿Y con el espectador?, le añadimos, y Cris aún lo tiene más claro:

"En general he tenido siempre muy buenas experiencias en escena. Yo amo al público. Lo mismo en el próximo montaje acaban tirándome tomates, como antaño… (ríe abiertamente). Pero, en general, creo que, si se hace una propuesta sincera y humilde, la recepción del público es siempre buena. Y sin abandonar nunca la premisa de que uno hace teatro como otros hacen pan o levantan un tabique".

Y ya en el final de esta primera parte del encuentro nos despedimos de Blanco con una pregunta que, en el fondo, persigue conocer si volvería a hacer lo mismo si hubiera una segunda oportunidad: ¿qué quieres ser en tu próxima vida? Hace poco que hablé con mi familia, en nuestro pueblo de origen, sobre a qué edad nos gustaría volver. Yo no volvería a ninguna etapa anterior, y eso que tengo más celulitis, menos agilidad, etc. Si pudiera elegir, me reencarnaría en un animal (un gatito, un perrito con casa…), o en una vida muy lejana, muy diferente. Quizás siendo una monja budista en el Tíbet. Y si sólo puedo ser monje tampoco pasa nada, así vivo un rato de hombre, ¡ja, ja, ja, …! (ríe con ganas).

Cuestionario común (Cris)

¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

La injusticia. No soporto los abusos. Ni conmigo ni con los demás. Lo intolerable es intolerable para todos. Me puede hacer perder los estribos.

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

El ideal es que tenga un poco de lo uno y de lo otro, ¿no?. Si hay que elegir entre las dos cosas, diría que fundamentalmente intuitivo. En mi caso es así y, de hecho, cada vez me cuesta más ser metódica porque cada nuevo trabajo que emprendo es distinto a los anteriores. Quizás lo que todos tienen en común es que, esencialmente, los textos salen de los ensayos. En el último montaje, Pequeño cúmulo de abismos intenté llevar algo bien estructurado y escrito con anterioridad, pero, al final casi todo se creó en los ensayos. Y, cuando estoy también como actriz, como era el caso, grabando los ensayos, trabajando con gente desde fuera y retocando constantemente. En este montaje fue más fácil y divertido porque la dramaturgia la hicimos conjuntamente Rocío Bello, Óscar Bueno, Anto Rodríguez y yo misma. Me interesa sobre todo formar buenos equipos, con buen rollo entre nosotros, y propensos a la risa y a la diversión. Me parece lo más importante de un proyecto.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

A mí no me importa. Me da igual. En Pequeño cúmulo de abismos, de hecho y, por ejemplo, contábamos ya con decirnos entre nosotros que, si habíamos oído algo, si es que sonaba algún móvil. Era fácil porque jugábamos a hacer que allí, en el escenario, estábamos solos y no había nadie viéndonos… cuarta pared cerrada que nos permitía jugarlo. Me molesta mucho más como espectadora que si estoy en escena.

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Yo te diría que no, pero puede que la evidencia diaria demuestre que sí.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

No. Falta mucho por hacer. Que estemos pensando todavía en esto me parece increíble. Que siga habiendo festivales de cine de mujeres, o festivales de teatro de mujeres, es un anacronismo. Y, por supuesto, tenemos que exigir que a idéntico trabajo, igual remuneración para mujeres y para hombres. Cuando gobierne una mujer hablamos.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

Me pregunto muchas cosas: qué hay después de la muerte; si lo estaré haciendo bien; si estoy haciendo todo lo que puedo; si estoy, o no, haciendo las cosas por egoísmo, o si sirve para ayudar a la gente a ser un poco mejor; o a ayudarle a que se enfrente un poco mejor a los problemas del día a día; o por qué tiene que ser todo tan feo; por qué hay tantas injusticias; si viviré para ver el final de los toros; cómo podemos tratar a los animales tan mal; o por qué no nos podemos reír más y mejor todos juntos, o cómo hacer para que haya un poco de esperanza por algún lado… Como ves, muchas preguntas y respuestas nada fáciles.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios