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Denise Despeyroux, dramaturga: "Si una cosa puede pensarse, también puede hacerse"

lunes 24 de octubre de 2016, 07:58h
Denise Despeyroux, dramaturga: 'Si una cosa puede pensarse, también puede hacerse'
(Foto: José Marín Rodríguez)

De ‘Carne viva’, el montaje de la hispano-uruguaya Denise Despeyroux que más tiempo ha estado en los escenarios, dijimos en su día que se trataba de "un mecano teatral preciso, surrealista, original, divertido y lleno de intriga". Era a mediados de 2015, cuando la obra que hizo al público anotarse el nombre de Denise llevaba ya rodando un año en La Pensión de las Pulgas. En el siguiente año y medio llegamos a ver media docena más, y en diversas salas madrileñas: ‘El másquerido’,en los teatros Luchana; ‘Iliria’ en La Zona Kubik; ‘Ternura negra’, en la Sala Mirador, y ‘Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales’, en la Sala Princesa del María Guerrero (CDN).

Despeyroux había comenzado a escribir y a representar ya en 2005, con ‘Terapia’. Después vendrían ‘Amateurs’, ‘Bienvenido a Girasol’, ‘Alicia y el virus de la felicidad’, ‘Suprimidos’, ‘La vida no lo es todo’, ‘El corazón es extraño’, ‘La realidad’, o ‘Por un infierno con fronteras’.

Sus obras han triunfado en Madrid pero, además, se han podido ver en Barcelona, Buenos aires o Montevideo y, al día de hoy, puede hablarse con toda propiedad de una Denise Despeyroux como consumada directora de escena y dramaturga, que ha sido reconocida también por varios premios a lo largo de toda su carrera (Premio de Teatro Federico García Lorca, Premio Mejor Espectáculo de la 15ª Mostra de Teatre de Barcelona, o finalista al Premio MAX Mejor Espectáculo Revelación en 2013, entre otros).

Pero Denise es también el ejemplo vivo de la incertidumbre que asola una actividad como la del teatro. Después de haber tenido seis obras simultáneamente en cartel, comienza la temporada 16/17 sin ninguna, y, o mucho cambian las cosas, o de nuevo tendrá que volver a la actividad de traductora o la de escritora de encargos. Así es de caprichoso, irracional o irreflexivo el mercado -llamémosle así, ahora que la mercadotecnia lo domina todo- del teatro en nuestro país.

Un sello muy personal

El psicoanálisis, las nuevas tecnologías, la física cuántica, el Limbo, la muerte, los muertos y los fantasmas, esos personajes que están pero que no se ven, son una constante en ese teatro personal, reconocible de inmediato, de Denise Despeyroux. Una mujer sensible, que ha leído muchísimo (las paredes de su casa, un tercer piso de una céntrica y tradicional calle madrileña -en pleno barrio de Malasaña-, están literalmente recubiertas de estanterías repletas de libros).

Su infancia, como confesaba a sus amigos Martret y Puraenvidia en una entrevista que se publicaba en la web de La Pensión de las Pulgas en 2013, no fue precisamente un camino de rosas: “Llegué a España a los tres años con mis padres -recordaba Denise-, y mi hermano emigrantes. En un barco de emigrantes. Después de un viaje largo donde, según me dicen, apenas comí y enfermé. Yo no me acuerdo mucho del barco, me acuerdo de la despedida en el puerto, eso sí. Me acuerdo de que no entendía por qué todos me abrazaban con tanta fuerza y lloraban tanto. Y después también recuerdo que cuando nos instalamos en una pensión oscura en una calle oscura del barrio chino de Barcelona yo buscaba mi camarote, yo pensaba que íbamos a vivir toda la vida en un barco. No entendía nada de lo que estaba pasando. No entendía la dimensión de la distancia que nos separaba de nuestra familia y nuestro país, claro. Ya en nuestro piso de alquiler me pasaba horas asomada al balcón esperando que llegaran mis tíos, aunque mis padres insistieran en que no iban a llegar. Y el caso es que yo los veía llegar, siempre los veía llegar, varias veces al día: “Mira mamá, José y Liliana, ¿ves? Ahí vienen”. “Aún me sigue pasando esto cuando llevo demasiado tiempo necesitando ver a alguien y no puedo. Soy capaz de confundirlo con cualquiera, porque además soy miope y no uso gafas por la calle”.

Aunque a Denise le encantan las películas de espías y dada su vasta formación, su intensa imaginación y el conocimiento de idiomas, la creíamos una agente potencial del CNI, pero de eso nada porque nos confiesa tener dificultades para seguir esos mil y un detalles de las películas del género, y no se ve inmersa en embrollos de ese calado. “Hace tiempo que sé muy bien que lo mío es el teatro”, nos dice. “Desde que era muy pequeña. A los 12 años tuve una experiencia que me marcó. Me fui de gira con una obra de teatro infantil, ‘Los músicos de Bremen’, dirigida por Ever Martín Blanchet, y en la que estaba también mi padre -cantante profesional, y cantor frustrado de ópera-, que hacía de perro en la obra. Yo formaba parte del coro infantil y esa fue una de las experiencias más bonitas de mi infancia. Desde entonces no me ha abandonado esa pasión por el teatro”.

Se formó desde muy niña, con apenas seis años, como bailarina, estudió interpretación teatral y, poco a poco, se fue decantando por la dirección de escena, primero, y la escritura, después. Tennessee Williams, Lorca, Sanchís Sinisterra o Marivaux fueron los primeros autores en quién se fijó para escoger entre sus obras sus montajes iniciales, siendo aún muy joven, con apenas 20 o 25 años. La escritura surgió también de modo muy natural porque “siempre he tenido una relación muy estrecha con la lectura y la escritura. Siempre me ha parecido que, si te gusta leer, lo natural es que acabes escribiendo. Mis padres leían mucho y, sin embargo, no escribían nada, y eso me llamaba mucho la atención”.

Y, como muchos escritores, empezó imitando a sus autores favoritos: “Cuando se acabaron las aventuras de ‘El pequeño Nicolás’’, yo misma me puse a escribir historias del mismo estilo, para tener material de lectura sobre el personaje, que me encantaba de pequeña”. Después vinieron el diario, los poemas, algún que otro ensayo, pero nunca se había planteado escribir teatro. “Llegué a la escritura teatral bastante tarde, como a los 28 años, y fue así, de repente -dice la hispano-uruguaya-. Mi primera obra fue sobre una psicoanalizada y una psicoanalista, dos mujeres. Me vino el diálogo, la forma en que se comunicaban, la idea de un psicoanálisis imposible. Yo entonces estaba estudiando mucho a Freud y estaba en guerra interior con él…”.

Lo esotérico, lo paranormal, está muy presente en la obra de Despeyroux, y le preguntamos si esa visión va en serio o, como miradas suyas, está también llena de humor, y la autora nos responde a la gallega: “Me lo tomo en serio y me lo tomo en broma porque como decía Nicanor Parra, la verdadera seriedad es cómica”. A su juicio, el humor tiene una capacidad de ahondar en las cosas que muchas veces no alcanza la seriedad. “La seriedad puede llegar a ser solemne, y me da mucho miedo la solemnidad en el teatro”. Ese es un extremo de los peligros en los que se puede caer en el teatro. “En el otro extremo está el infantilismo”, apostilla la dramaturga.

¿Nada es?, ¿todo cambia?

Su paso por el Centro Dramático Nacional (Sala de la Princesa, del María Guerrero), conLos dramáticos orígenes de las galaxias espirales’, no ha tenido una incidencia “práctica” en la vida de Denise: “Pensé que mi paso por allí abriría muchas puertas profesionales. De hecho llegué a pensar que lo mismo mi próxima obra ya no iba a tener que producirla yo, pero la realidad es que nada ha cambiado por el momento, aunque tengo confianza en que pueda hacerlo un día”.

El secreto, para Denise, quizás pueda estar en dar con el toque de varita mágica que pueda hacer que un artista entre en el “circuito: “Si lo logras, las cosas ya son más fáciles, y un trabajo se encadena con el siguiente”.”Pero -añade- creo que las mujeres lo tenemos descaradamente más difícil”.

Los retos escénicos, para Despeyroux, son siempre una aventura. ‘Carne viva’ lo fue, ¡y vaya aventura! Al menos, a juzgar por los extraordinarios éxitos de crítica y de público que obtuvo la obra en La Pensión de Las Pulgas. “Yo no tengo esa mentalidad de decir voy a hacer esto porque creo que va a gustar… Sencillamente, había visto varias cosas de José Martret en ese mismo espacio y un buen día se me ocurrió el reto de hacer una obra que discurriese en los tres espacios de que disponía La Pensión, pero al mismo tiempo, y así surgió ‘Carne viva’. En ella, cada principio de acto, de los tres que tiene la obra, serviría como comienzo de la obra total, y cada final de acto, también serviría como final de la obra en conjunto. Era todo un reto hacer coincidir esas tres acciones simultáneas, y un reto también a nivel actoral y de dirección” Y para darse coraje a sí misma, para convencerse de que todo eso era posible llevarlo a cabo, se decía muchas veces que “si una cosa puede pensarse, puede hacerse. Esa es una verdad en todos los ámbitos, pero aún mayor en el teatral.”.

Aunque a veces la ironía puede tener sus sombras, muchas veces es también bastante luminosa. Eso, al menos piensa Denise, que ha comprobado en carne propia que la ironía puede salvar hasta de ciertos dolores. Y, además, es una especie de vacuna contra el cinismo: “Mi ironía, al menos con mis personajes, puede llegar a ser hasta tierna. Yo siento que amo muchísimo a mis personajes”. Quizás eso explique también que los subtítulos de las obras de Despeyroux estén llenos de significado, aunque muchas veces sean crípticos y estén llenos de misterio.

Resulta paradójico comprobar cómo a una autora que, además del misterio, el más allá, lo paranormal y todo lo invisible, le puedan interesar al mismo tiempo asuntos tan de moda como la física cuántica, o las redes sociales que tan agresivamente han entrado en nuestras vidas hasta dominarlas casi por completo, como denuncia en ‘Iliria’. Y, sin embargo, a Despeyroux le hubiera gustado nacer en un tiempo en que nada de esto (hablo de las redes) estuviera presente: “Me encantaría volver al mundo de antes del móvil, del correo electrónico, del Facebook, del Whatssapp…”. Acaso por eso mismo, preguntamos a Denise, ¿tu ‘Iliria’ no es una especie de venganza cruel contra todos estos mecanismos de lo virtual? Ella nos responde que “la obra fue un encargo de Juan Ceacero, un grandísimo amigo, después de estudiar mucho, pensar mucho, leer mucho. Fue determinante, ‘Amor líquido’, de Zygmunt Bauman, un libro que habla de la dificultad de entablar relaciones sólidas en nuestros tiempos, de cómo funcionan los vínculos a través de las redes sociales (me conecto, me desconecto, no pasa nada, todo es correcto, no hay vínculo…)”.

El futuro inmediato

Despeyroux no para. Su mente siempre está activa, en ebullición. Así, por lo pronto, quiere terminar un proyecto que acaricia desde hace tiempo. Está buscando un mecenas que le ayude a poder dedicarse durante unos meses previos al estudio de la historia de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y un poco también a la física cuántica, a los videojuegos (tema del que confiesa no tener ni idea) y al arte de la época. Se va a titular ‘Salvar a Apollinaire’. Y, sin necesidad de pedírselo siquiera, la dramaturga nos avanza la historia de su drama non nato:dos personajes, Violeta, filósofa, y Víctor, un científico excepcional -por cierto, muy amigos, y que protagonizan también otra de sus obras ‘El corazón es extraño’-, llegan a la conclusión de que si Apollinaire no hubiera muerto de una herida de bala recibida en la Primera Guerra Mundial el destino de la humanidad habría sido completamente distinto. Pueden dedicarse a esta investigación porque ninguno de los dos trabaja en lo suyo. Se dedican a testar un videojuego en periodo de prueba. El caso es que Víctor, basándose en la teoría del entrelazamiento cuántico, se propone evitar la muerte de Apollinaire y así cambiar el destino de la humanidad.

Y por si el empeño fuera insuficiente, Denise está también seriamente embarcada en la escritura y en la posterior dirección de su primer largometraje. “El teatro me tiene muy desgastada -comenta-. Estoy muy cansada de tener que llamar a las puertas y de no obtener respuestas. Y, aunque sea con cierta ingenuidad, voy a lanzarme ahora a este proyecto del largo porque, al menos, aunque haya problemas, serán problemas nuevos. Y, al menos, si consigo hacer una película, el trabajo estará ahí. En el teatro es que todo ese trabajo desaparece, se esfuma al instante…”.

Esta es Denise Despeyroux, una mujer próxima, imaginativa, locuaz, soñadora y con el necesario punto de locura como para no dejarse amilanar ante nuevos trabajos, con nuevas aventuras creativas. ¡La mejor de las suertes a esta mujer tan seria como reflexiva, tan valiente como acogedora y risueña!

Puedes ver la conversación íntegra que pudimos mantener con ella en esta dirección:

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