El uno de septiembre de 1939 comenzó la segunda guerra mundial. La Alemania de Hitler invadió Polonia. Setenta años después, las heridas siguen abiertas, pero a pesar de ello, el recuerdo de aquel bombardeo de las posiciones polacas en la península de Westerplatte, cerca de la entonces Danzing, hoy Gdaansk, se ha querido recordar en un solemne acto en el que han estado presentes desde Putin a la canciller alemana Angela Merkel. Una fecha con aquella carga histórica no podía dejarse pasar por alto.
El inicio de la segunda guerra mundial tuvo repercusiones para los vascos refugiados en Francia. A raíz de la invasión alemana a Francia y como pudieron, desde Burdeos o desde Marsella, fundamentalmente, los jóvenes vascos buscaron su exilio en América. La mayoría llegaban a la República Dominicana, donde ejercía su poder dictatorial Rafael Leónidas Trujillo, que había cambiado el nombre de la capital Santo Domingo a Ciudad Trujillo. El Benemérito de la Patria Nueva quería, según decían, “blanquear la raza” y aceptó en un primer momento aquel contingente de republicanos españoles y de nacionalistas vascos y catalanes. De allí, la mayoría recaló en México, Venezuela, Argentina y Chile. Hace de esto setenta años. Una fecha redonda que a mi juicio debería ser recordada por el actual gobierno vasco pues fue el primero, en el que había tres consejeros socialistas, el que organizó el exilio hacia América. Una exposición fotográfica, algún programa en ETB, varias conferencias, algún estudio histórico, algo, tanto aquí, como en los países de acogida, creo que se impone. Hace de esto setenta años.
Otra fecha que a mi juicio debería ser recordada cada año es la de la formación del primer gobierno vasco de la historia el 7 de octubre de 1936. Aquello fue un hito porque, tras cinco años arrastrándose el texto estatutario por anteproyectos y proyectos, ponencias y referéndums, etapas de silencio y oscuridad, forcejeos de todo tipo, es el uno de octubre de 1936 cuando aquel primer estatuto se aprueba por unanimidad en el Congreso de los Diputados. Previamente Indalecio Prieto y sobre todo el presidente del gobierno, Largo Caballero, lo habían sacado de la Comisión Parlamentaria y le habían dado vida tras la sublevación militar del 18 de julio, junto con los diputados del PNV.
“Fuí el precio del estatuto” repitió toda su vida D. Manuel de Irujo. Previamente le habían ofrecido al diputado José Antonio de Aguirre el ministerio de Obras Públicas en aquel gobierno de concentración, pero el EBB había puesto como condición se aprobase el estatuto en acto parlamentario. En compensación Manuel de Irujo fue ministro sin cartera en el gobierno de Largo Caballero y de Justicia en el del presidente Negrín. Y desde su puesto, trató de humanizar la guerra.
Tras esta aprobación fue elegido en Gernika por los alcaldes el Lehendakari Aguirre que formó un gobierno de concentración con consejeros del PNV, del PSE, de ANV, del PC, y dos republicanos de centro derecha.
Esta es otra de las muescas históricas de nuestro pueblo que se deberían recordar porque honrar aquella generación de forma pedagógica no solo honra sino que debería ser una obligación. Fue una empresa conjunta que solo duró nueve meses pero demostró que los vascos podíamos gobernarnos a nosotros
mismos y evitar los desmanes que se produjeron en otros lugares, salvo los hechos del 4 de enero, ajeno al propio gobierno y de los que pidió perdón, de forma pública y reiterada, a pesar de no haber sido aquel gobierno responsable de aquella tragedia.
Cuarenta y tres años después, nada menos que por referéndum, se aprobó el 25 de octubre de 1979, el segundo estatuto, el de Gernika. No fue empresa fácil. ETA actuaba con especial ferocidad, la crisis económica mordía el día a día de los ciudadanos, la generación de la República había casi desaparecido, las presiones contra el Concierto eran muy fuertes, el mundo de HB adversaba el texto con beligerancia, la derecha callaba y UCD hacía lo que podía con un Adolfo Suárez que comenzaba a ser cuestionado por los suyos. Y sin embargo aquel texto se aprobó y la clave de la situación actual en la que vivimos la tiene aquella gran decisión colectiva.
Sé que el nacionalismo institucional no ha querido celebrar esta efemérides hasta tanto sea completado en su totalidad. El estatuto de Gernika es un buen estatuto que por ser eso, un buen texto, toda la parte social está sin cumplir junto con competencias muy significativas. Pero son treinta años y treinta años es una fecha redonda para hacer balance y recordar como estábamos en aquel momento y como estamos ahora, que proponían unos y que proponían otros, que hubiera pasado si hubiésemos seguido los postulados de las reuniones de Txiberta y que es lo que ha ocurrido en la realidad y, sobre todo, si es verdad que el Estatuto se va a cumplir íntegramente, como decía Patxi López en La Moncloa o, si como expresó el 21 de agosto el ministro Manuel Chaves de forma enfática: “la competencia de prisiones no se va a transferir”.
Y finalmente, otra cita con la historia, dejando la de la abolición foral.
El 15 de diciembre de 1979 volvía de su largo exilio en Francia, el Lehendakari del Gobierno Vasco, D. Jesús María de Leizaola. Si en Trucíos, en 1937, mucho antes que el general McArthur en Filipinas, el Lehendakari Aguirre había dicho que volvería con su gobierno a rendir cuentas bajo el Árbol de Gernika, aquel anciano bajaba lentamente las escaleras del avión que lo depositaba en Sondika tras haber representado la legitimidad institucional por espacio de 43 años y volvía a cumplir aquella promesa. La típica y hermosa terquedad vasca para pedir que aquel estatuto fuera el texto base de una institucionalidad a recuperar y a ampliar. Frente al protagonismo personal de un Presidente Tarradellas, que había anulado el gobierno de la Generalitá en el exilio del presidente Irla, la referencia del Lehendakari de un gobierno, que como había prometido Aguirre, al día siguiente en Gernika, dio cuenta de lo hecho en aquellas cuatro décadas.
Cuatro fechas pues del mayor interés. Setenta años una y dos de treinta. ¿Ha pensado hacer algo el Gobierno Vasco?.
Decía el actor de Ermua Imanol Arias en una entrevista a este diario el pasado martes: “El lehendakari era antes el guía de los Confederados, pero ahora no tiene que tener ni uniforme de confederado ni plumas de indio. Tiene que ser una mezcla. No puede ser ni apache, ni confederado. Debe aunar un profundo sentimiento vasco, con una necesidad de pacificación del territorio. Debe ser capaz de alcanzar acuerdos, de hacer equilibrios sensatos y de manejar una crisis económica que en el País Vasco puede ser profunda por ser un territorio con un enorme desarrollo industrial. En definitiva, debe representar a la mayor parte posible de los vascos”.
Hace poco les veíamos al presidente Bush y al presidente Clinton en el funeral de estado del senador Ted Kennedy. A uno le había combatido Kennedy fieramente y, al otro le había decepcionado seriamente, pero allí estaban en el oficio religioso tratando de demostrar que hay hechos colectivos que están por encima de los malos humores.
Si en el homenaje de los Obispos Vascos a los catorce sacerdotes vascos asesinados por la Santa Cruzada vimos conductas de auténtica mezquindad, estas cuatro fechas pueden ser hitos en el calendario que demuestren que en Euzkadi no hay dos colectividades. Considero pues son buenas oportunidades para demostrarlo.