Ex ZP tiene que sacar los prismáticos
martes 09 de octubre de 2007, 09:44h
En primer lugar, pongo en el titular lo de ex -ZP porque él así lo quiere. O, mejor, sus asesores. Ya no tan cercano, menos talante, más respetabilidad. A lo mejor algún genio de la imagen americano contratado por Miguel Barroso le pinta canas en las sienes, como a Felipe González. Para ganar venerabilidad y perder la levedad del ser. Acabó la era de los efebismos, ha llegado el momento del hombre de Gobierno, que se aproxima a la cincuentena, consciente de la responsabilidad histórica que se le viene encima y dispuesto a resolver los enormes retos que hay en el horizonte. ZP estaba hecho para ganar en la anterior Legislatura; el presidente Zapatero es quien debe ganar para la próxima.
Y es cierto que el futuro, tras esta Legislatura, viene cargado de cosas excitantes, todo un desafío para un estadista. Para abrir boca, ahí está ese próximo encuentro entre Zapatero e Ibarretxe, que ha planteado, a fecha fija, un enorme reto al Estado. O la contestación extremista a la Corona. O el follón territorial. O el que se cierne sobre el Estatut de Catalunya, vía ese Tribunal Constitucional en el que los enfrentamientos se escuchan ya, clamorosos, desde la calle; que el último e inapelable órgano de decisión atraviese los momentos que atraviesa parece ya sintomático.
Hay, por tanto, muchas cosas que arreglar, comenzando acaso por la Constitución, que cumple ahora (en este 2008) treinta años. Se nos ha quedado vieja, esa magnífica Carta Magna, y, para que se perpetúe, hay que retocarla. No solamente en las cuatro cosas que dirá el programa electoral del PSOE, sino en otras muchas, comenzando por el mismísimo Título VIII. A base de no querer abrir el melón, se nos va a acabar pudriendo.
Muchas cosas, con mucho calado, por arreglar. Y no podrá hacerlo un solo partido. La Constitución habrán de arreglarla no solamente el Partido Socialista (si gana) o el Partido Popular (también si gana y que ha propuesto su propia modificación, más ambiciosa que la del actual Gobierno): tienen que ponerse ambos de acuerdo. Como en lo tocante al papel que debe jugar España en el exterior. O en la lucha contra ETA, con la que inevitablemente habrá que volver a negociar, pero desde la inflexibilidad y el respeto a la ley en toda circunstancia. O en el problema catalán, o el vasco, o el gallego (que esa es otra).
Por eso son muchos los que hablan de que, en función de los resultados electorales, tal vez haya que formar temporalmente un gobierno de gran coalición, que aborde esos cambios en la Constitución -uno de ellos implica un referéndum que podría convertirse en un plebiscito sobre la Monarquía-, sobre el Estatut, sobre la crisis de instituciones como el Consejo del Poder Judicial o la citada del Tribunal Constitucional. O llegar a un pacto de Legislatura lo suficientemente amplio como para poder afrontar todas estas, y otras, reformas de fondo: la justicia, la legislación y el tratamiento a la inmigración...
Hay que abandonar ya las querellas absurdas -hay que ver las que se han dado en esta Legislatura, por ejemplo en torno a la palabra ‘paz’- y la tentación sempiterna de las dos españas. Los que vienen son tiempos de concordia inevitable. Aunque primero tengamos, claro, esta campaña electoral cainita que ya llega. Pero está claro que Zapatero tiene que sacar ya los prismáticos para mirar más allá de marzo. Y, por cierto, Rajoy, también.