Evité escuchar en directo el jueves, 12 de junio, a Pedro Sánchez desde la sede del PSOE 44 días después de mantener un silencio sepulcral que ni siquiera la 'SER' o 'El País' lograron doblegar, para confesar a toda España su error al "confiar" en Santos Cerdán, su secretario de Organización al que un nuevo y documentadísimo informe de la UCO lo ha puesto en su lugar.
El de un hombre de partido que viene sacando mordidas de decenas de miles de euros en licitaciones de obras públicas y negocietes desde hace años.
Es la segunda vez que le sucede a Sánchez porque lo de Ábalos fue la primera en la frente… Y ya van 2 secretarios de Organización pillados con las manos en la masa.
Como el propio interesado, Santos Cerdán, anunciaba que abandonaría su acta de diputado del Congreso -no sé si forzado o no por el partido-, al secretario general del PSOE y presidente del gobierno no le quedó otra que pedir perdón a los españoles, a los militantes y a los simpatizantes del partido por la corrupción cada día más generalizada en su entorno.
Pero, eso sí, se preocupó de lanzar balones fuera, como si eso no fuera con él. Si no se había enterado aún de lo que hacía el sucesor de Ábalos, ya es razón suficiente para que también dimitiese él.
Si lo sabía, más aún porque eso lo convierte al menos en cómplice, si es que no en el hipotético número 1 del tinglao, hecho que quizás vayamos comprobando en un futuro más o menos lejano, con sucesivas entregas de nuevos informes de la UCO.
Y al jefe del gobierno y del partido, actor de academia, le faltó un tris para llorar ante las cámaras, y la cosa quedó en ese rictus repleto de amargura y de dolor que, de no conocer al intérprete que ya nos ha mentido docenas y docenas de veces a lo largo de sus 7 años de gobierno, lo mismo hasta habría colado.
Pero no, ya sabemos que Sánchez es el rey de la impostura y del cinismo, puestos siempre al servicio de su permanencia en la Moncloa.
Cree, pues, el "galgo de Paiporta" que le ha bastado con pedir disculpas y, para que sus enemigos no crean que está todo acabado, les ha quitado toda esperanza de someterse a una cuestión de confianza o de convocar nuevas elecciones generales en los próximos meses…
Claro, que también ayer defendía a Cerdán, y ahora se aleja de él como si fuera un apestado y un traidor, que teóricamente ha cometidos sus felonías al margen del conocimiento del secretario general (¿hay alguien que se crea eso?).
Y con él toda la cuadrilla de ministros, secretarios de estado, líderes autonómicos y provinciales, y toda la recua de periodistas afines que ahora -sólo momentáneamente, no se hagan ilusiones-, admiten públicamente lo que ya sabían íntimamente.
Desde luego, a este paso (antes las novedades eran cada mes, después una o 2 veces cada semana, y ahora no hay día sin sobresalto), va a ser muy difícil que el PSOE levante cabeza en los próximos meses porque esto de la corrupción no ha hecho más que empezar.
Cuando vayan cayendo otras cabezas que, incluso, puede que anden hoy en el gobierno, a un sólo hombre, Pedro Sánchez, corresponderá el dudoso honor de haberse cargado el partido después de un siglo largo de existencia.
Volver a reflotarlo, conseguir que algún español vuelva a confiar en él, será tarea árdua, casi titánica. Aunque lo mismo hay una reacción interna en el PSOE que provoca un congreso extraordinario y un nuevo o viejo líder (como Eduardo Madina, por ejemplo, apartado del liderato en 2014 a base de papeletas amañadas con ayuda de Cerdán, Koldo García y el propio Sánchez), es capaz de coger las riendas del partido y de regenerarlo hasta sus últimos pliegues.
Si Sánchez y sus muchachos, como acaban de probar ciertos audios interceptados por la UCO, fueron capaces de engañar a sus propios compañeros de partido para alcanzar el poder en 2014 («Mete 2 papeletas y que no te vea nadie»), ¿qué no estarán dispuestos a hacer por mantenerlo? O alguien corta esta metástasis en el seno del partido, o mucho me temo que el enfermo será ya incapaz de superar la adversidad.