Descanso vacacional. Semana Santa: todavía no se les ha ocurrido a los de la corrección política llamarla de otra manera, aunque todo se andará; si a la Navidad la quieren llamar Solsticio de Invierno, el Equinoccio de Primavera está al caer, o algo todavía más estúpido.
Podría pensar alguien que éste es un lamento con fondo religioso, y algo, en efecto, tiene de eso, pero es también un lamento cultural. Es perceptible la existencia activa de grupos de presión, y de Gobiernos, que empujan a las sociedades occidentales a emprender un camino de laicismo que espontáneamente no transitarían. Contemplemos el calendario laboral europeo, y nos encontraremos con fiestas como Navidad, Semana Santa, Todos los Santos, los cincuenta y dos domingos, y en algunos países (no en toda España, por cierto, pero sí en Cataluña) los días siguientes a las tres grandes Pascuas del cristianismo, Navidad, Resurrección y Pentecostés. Y entre nosotros, la Inmaculada, la Asunción, las fiestas patronales de toda índole. Todo eso es sencillamente incomprensible sin tener en cuenta que nuestro modo de vida está empapado de cristianismo desde hace muchos siglos.
No puedo remediar acordarme de la queja de Aron Lustiger, judío francés, hijo de emigrantes polacos, que tomó el nombre de Jean-Marie al bautizarse en la Iglesia católica y murió el 5 de agosto pasado siendo cardenal y arbobispo emérito de París: Tal como van las cosas, puede no estar lejano el día en que resulte sumamente difícil explicar a los niños por qué Europa está sembrada de campanarios.