Desde que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la Secretaría General del PSOE, Madrid se ha convertido en una espina que le impide tragar bien. Se le atragantó la tarta que le prepararon dos que iban en la candidatura que encabezaba Rafael Simancas el día que iba a constituirse la Asamblea de Madrid, tras el triunfo electoral de la izquierda que proporcionaría, al entonces secretario general de los socialistas madrileños, la llegada a la Presidencia de la Comunidad.
Tamayo y Sáez posibilitaron la repetición de los comicios y el posterior triunfo de Esperanza Aguirre. Simancas, que repitió cuatro años después y, haciendo pareja con Miguel Sebastián, fue una de las estrellas del PSM en los comicios de 2007, tenía entonces un control férreo sobre el partido que no gustaba mucho en Ferraz.
Zapatero preparó un primer desembarco en una federación que no le dejaba digerir e impuso a Sebastián como aspirante a la Alcaldía de Madrid. No gustaron ni el nombre elegido ni los modos con los que se impuso al PSM la decisión personal del ya presidente del Gobierno de España, que se llevó un gran chasco por la derrota que le infligió Alberto Ruiz-Gallardón a su candidato. Simancas perdió por tercera vez y, aunque aguantó unas semanas en el cargo por consejo de Zapatero, el mismo que escribió el guión para alargar su agonía le obligó a dimitir poco después.
Sebastián, que se fue antes que Simancas, vuelve ahora y de la mano -la misma que entrelaza con el presidente del Gobierno- trae a más de los suyos. Beatriz Corredor, militante socialista de San Blas y llevada a las lista del PSOE al Ayuntamiento de la capital por Sebastián, se convierte en ministra de Vivienda. Esta decisión de Zapatero le ha permitido entrar de nuevo en el PSM. Ahora no hay desembarco, sino aterrizaje, y además perfecto.
Ha llegado con gestos, símbolos y autoridad, en un momento difícil para el PSM liderado por Tomás Gómez, que veía venir un Comité Regional, convocado para analizar los resultados electorales del 9-M, con más líos que el camarote de los hermanos Marx. Simancas, en pie de guerra contra el líder del nuevo socialismo madrileño y con gente suya en la Ejecutiva Regional, decidió no acudir al cónclave socialista para prevenir situaciones embarazosas.
Mientras se preparaba una batalla de todos contra todos, la nueva ministra de Vivienda se presenta en el Comité Regional, dice unas palabras a los delegados y se pone a su disposición para trabajar para el partido. Todo un gesto de la persona que llegó al Ayuntamiento de la mano del que eligió Zapatero para ser el alcalde de Madrid. La noticia de la presencia de la ministra desplazaba las peleas de gallos temidas por algunos y, como decía un colaborador de otra de las personas que llegó al Ayuntamiento de la capital de la mano de Sebastián, el portavoz municipal del PSM, David Lucas, lo importante era la presencia de la responsable estatal de Vivienda.
Según llegábamos a la sede de UGT, lugar tradicional de reunión del Comité Regional, se nos informa de que Corredor tiene muy buena relación con Lucas y se nos refresca la memoria añadiendo que éste está muy ligado a Sebastián y que el nuevo ministro de Industria es colega, y de los buenos, de Zapatero, quien ansía quitarse la espina de Madrid que no le deja tragar bien con mucha mano derecha para abordar los problemas del PSM, que tiene en su actual secretario general un parapeto temporal para evitar que los vientos derriben el helicóptero con el que ha realizado tan estupendo aterrizaje.
Ya veremos cómo salen los congresos del PSOE en junio y del PSM meses después. Gómez, que quiere seguir la tarea que inició cuando dimitieron a Simancas, está dispuesto a cumplir su compromiso de realizar primarias, con la participación de todos los afiliados, para la elección del próximo secretario general de los socialistas madrileños. Todo es posible.