Brasil posiciona fuertemente su liderazgo en la región de Latinoamérica, en base a una exitosa estrategia de largo plazo en la que resaltan la seriedad de una administración responsable y el compromiso por disminuir los niveles de pobreza de sus habitantes.
El crecimiento promedio superior al 5% en los últimos 8 años y en el último año una inflación inferior al 5%, un tipo de cambio estable, la balanza comercial positiva en cercana a 24.000 millones de dólares junto a una inversión extranjera directa de 35.000 millones de dólares, avalan una gestión digna de ser resaltada.
Y es que Brasil fuera de los avatares de campañas electorales y con la seriedad que el progreso de su pueblo amerita, ha sabido establecer un rumbo de crecimiento en el que la asociación público privada es una realidad que funciona, siendo desterrada la administración burocrática, en la que la legislación y la fuerte institucionalidad del país garantiza a todas las personas y empresas sus inversiones ahora y en el futuro y en la que la apertura comercial con sus principales socios le brinda la oportunidad de crecer, competir y mejorar.
La misma fórmula, por supuesto guardando las proporciones del tamaño de la economía, la tienen otros países latinoamericanos que progresan sostenidamente como Chile, Perú, Colombia y Costa Rica que no se dejan tentar por la demagogia, el caudillismo y la venta de falsos nacionalismos como lastimosamente sucede con otro tipo de seudo liderazgo presente en nuestra misma región.
Ecuador y sus gobernantes deben ser parte de quienes se beneficien del ejemplo del liderazgo brasileño y que en base a nuestra necesidad de cambio y mejores días sepamos dilucidar un camino de sobriedad, trabajo y crecimiento.
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