Jugando dominó en el portal de su casa en Centro Habana, Pedro, electricista, plomero y "resuelve todo" de 58 años, está "ciento por ciento seguro de que toda Cuba le va a Obama", esperanzada en un diálogo que, según observadores, impondría un reto al gobierno de la isla.
A 140 km de las costas de Estados Unidos, las elecciones se siguen más que de cerca. En calles, mercados, tiendas estatales y en divisas, bares, centros de trabajo y descargas (fiestas), la conversación por estos días cae en lo mismo: ¿ganará el martes el demócrata Barack Obama o el republicano John McCain?.
"¡Muchacha! no hay nadie en Cuba que no le vaya a Obama. Sería quien cambie la política estúpida que se ha tenido con nosotros en medio siglo", dice Pedro a AFP, tras dar toques sobre la mesa porque no tiene la ficha en juego y pasa de turno.
En su barrio, mayormente de negros, muchos hablan del racismo latente tras las elecciones. Este ex técnico de radio que ahora se gana la vida haciendo de todo un poco, teme, como muchos en Cuba, que le ocurra algo a Obama.
"Los americanos no van a permitir que un negro los gobierne, eso está fuerte de digerir. ¡Tú verás!", afirma Norma, su vecina.
Jorge, a quien le quedan pocas fichas para poner en la mesa, cree que la suerte está echada: "Tendrán que pintar la Casa Blanca", bromea sonriente.
"¡Cuánta gente se va a halar los pelos con un presidente negro! Eso no me lo pierdo", dice también convencida, desde la oriental ciudad de Holguín, Elisa Alvarez, ingeniera de 38 años.
Para los cubanos en la isla, McCain es más de George W. Bush, el actual presidente estadounidense.
Hace unos días en Florida, bastión anticastrista, el candidato republicano prometió seguir la presión sobre el régimen cubano y sólo dialogar si son liberados los presos políticos, en coincidencia con la postura de la oposición radical interna y en el exilio.
"Va en la misma cuerda de Bush. Si no hay un diálogo vamos a seguir en este estira y encoge, y los que están en medio somos los dos pueblos", opina Bárbara, costurera de 42 años.
Desde que en julio de 2006 tomó el mando por enfermedad de su hermano Fidel, Raúl Castro ofreció dos veces diálogo al gobierno de Bush; pero, tras ser ignorado, una tercera -en 2007- fue al futuro inquilino de la Casa Blanca.
Obama se dijo dispuesto a dialogar y a quitar las restricciones a los viajes y envío de remesas a Cuba que puso Bush para endurecer el embargo de 1962, temas sensibles pues casi todos en la isla tienen parientes o amigos en Estados Unidos.
"La oferta es muy buena, pero de aquí a que se dé el diálogo son otros cinco pesos; no por Raúl, sino por Fidel. Mientras viva es difícil. Lleva 50 años enfrentado con los americanos, así que le da igual seguir en conflicto los dos o tres que le quedan de vida", piensa Alina, enfermera jubilada de 70 años.
En el oficialismo formalmente no se toma partido, pero es clara la inclinación, aunque con reservas. El canciller Felipe Pérez Roque dijo la semana pasada que Obama tiene una posición con Cuba más "respetuosa", y a McCain lo llamó "dinosaurio político".
Aunque tildó de "limosna" la facilitación de los viajes o remesas, el propio Fidel ve a Obama "inteligente" y "trabajador", aunque señaló en artículos de prensa: "Si lo defendiera, haría un enorme favor a sus adversarios".
Observadores estiman que McCain no será novedad para Cuba, pero una flexibilización de la política por Obama impondría un reto para el gobierno de La Habana.
"Si cumple su promesa, nacerá una nueva etapa en el combate ideológico entre la Revolución cubana y el imperialismo", será necesaria "una nueva concepción teórica y propagandística", dijo en el diario Granma el dirigente histórico Armando Hart, cercano a Castro, un ideólogo del Partido Comunista.
Claribel Hurtado, de 63 años y ex empleada pública, confía que Obama cambie "la política agresiva hacia Cuba para que no pasemos tanto trabajo". Su hermana Lola cree que "con uno u otro no habrá gran cambio, aunque nos quiten el bloqueo, muchísimos problemas dependen de acá".
Si (
No(
