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La herencia de Salvador Allende, según Arrate

La herencia de Salvador Allende, según Arrate

jueves 13 de noviembre de 2008, 23:06h
- El Presidente está preocupado. Bastante preocupado…

Lo dijo casi a media voz, pero hablaba en serio. Y nadie puso en duda sus palabras, porque Jorge Arrate era entonces uno de los más cercanos asesores del Presidente Salvador Allende, con quien se había reunido horas antes. “Está preocupado –agregó Arrate- y piensa que se avecinan días muy difíciles para la República”.

Arrate habló sin dramatismo ni solemnidad, pese al contenido dramático y solemne de su mensaje. Quienes lo escucharon en aquella reunión privada, quedaron convencidos de que se acercaba el desenlace. Cuatro días después, el martes 11 de septiembre de 1973, Allende se suicidaba en el palacio de La Moneda. Junto con su vida, también se apagaba el sueño de una transición pacífica al socialismo, en medio del bombardeo aéreo y el ataque terrestre de los golpistas que instalaron la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

A 35 años de distancia, Arrate reivindica la vigencia de ese proyecto que los militares interrumpieron. En un libro de 116 páginas publicado por la editorial LOM, el ex ministro y ex vicepresidente de la Corporación del Cobre (Codelco) recuerda su época de dirigente estudiantil y sus primeros contactos con Allende, 33 años mayor que él. Cuando el carismático líder socialista se convirtió en Presidente, el 4 de septiembre de 1970, Arrate se integró a las tareas de Gobierno. Entonces Allende le encargó tomar en sus manos la Corporación del Cobre, para administrar las grandes minas nacionalizadas el domingo 11 de julio de 1971.

“La tarea era gigantesca”, afirma Arrate, porque durante más de 30 años esos yacimientos fueron explotados por empresas norteamericanas, con capitales norteamericanos, ingenieros norteamericanos y tecnología norteamericana. Sin embargo, los ingenieros chilenos, técnicos chilenos y obreros chilenos fueron capaces de enfrentar el desafío y hoy el cobre es la principal fuente de ingresos del país. La nacionalización de esa riqueza fue la medida más revolucionaria del Gobierno de Allende y ni siquiera los discípulos de la Escuela de Chicago se atrevieron a modificarla durante el régimen militar.

Con esos antecedentes, Arrate tiene suficiente autoridad para publicar este ensayo: “Salvador Allende, ¿sueño o proyecto?”. Y tiene también el derecho a enjuiciar los errores que cometieron la izquierda y la Democracia Cristiana, en aquellos días previos al golpe, cuando Estados Unidos y sus agentes desataban sus “operaciones encubiertas” para terminar con la “vía chilena al socialismo”.

“Hace 35 años el mundo abrió ojos y oídos y supo que estaba frente a un héroe. Chile debió cerrar los suyos y ha tardado en abrirlos por completo”, escribe Arrate, al preguntarse si será o no demasiado tarde para rescatar la esperanza de Allende y su búsqueda de una sociedad superior. A pesar de los años transcurridos, según el autor, aún no se cierra el debate sobre un socialismo democrático, como el que planteó Allende y al que Fidel Castro calificó como “experiencia insólita”.

“Allende ha dejado como herencia su convicción democrática. Entendía que, al menos en Chile, más allá de las imperfecciones de la democracia representativa,  el formato democrático era el espacio más adecuado para impulsar las esperanzas de los sectores populares”, señala su amigo y ex colaborador.

Sobre los fundamentos de esa herencia, Arrate advierte sin embargo que “es tiempo de que las fuerzas que se identifican con un pensamiento de izquierda” levanten nuevamente un proyecto de sociedad. Un proyecto como el que encabezó Allende.

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Enrique Fernández
Periodista
Profesor universitario
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