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El discurso del cardenal

miércoles 26 de noviembre de 2008, 08:52h

El cardenal Rouco Varela sugirió en la inauguración de la última Asamblea Plenaria de los Obispos que la situación actual nos puede llevar de nuevo a “confrontaciones violentas”. Hay que recordar la manifestación que tuvo lugar en la Plaza de Colón de Madrid, encabezada por él mismo, Presidente de los Obispos españoles, o las declaraciones constantes de los cardenales de Toledo o Valencia y del propio obispo portavoz episcopal, y preguntarse si no llevan a la confrontación.

También pidió “cultivar el espíritu de reconciliación”. Estupendo. Puso como ejemplo de ella “los años de la transición”, pero olvidó a los 22 obispos que se negaron a apoyar la Constitución y toda la violencia de curas y obispos expresada en púlpitos, periódicos y semanarios religiosos autodefinidos como católicos durante esos años que Rouco pone como ejemplo.

Dijo que “es necesario saber olvidar”. Por ejemplo, incitando a la canonización de supuestos mártires de la fe “asesinados por las hordas rojas”. Llamó a “una sana y auténtica purificación de la memoria”, cosa que algunos purpurados eclesiásticos hacen constantemente.

Apuntó que “hay que liberar a los jóvenes no cargándoles con rencillas del pasado”. ¿Quizá se refiere a los jóvenes del Totus Tuus y el ejército de Kilo Argüello? ¿O puede que se refiera al peligro de educar a los jóvenes españoles en la Ciudadanía?

Dijo literalmente: “Deseamos pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra”. ¿Para cuándo quiere Rouco pedir perdón por la parte que toca a la Iglesia que bendijo la llamada “Cruzada”, que partió en dos a la sociedad española? Precisamente es lo que pidieron a los Obispos los sacerdotes asistentes a la Primera (y única) Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes que tuvo lugar en Madrid a principios de los años 70… ¡Y no se aceptó la propuesta!

Afirmó que “no propugnamos lo que se llama una política teocrática”. ¿No quiere Rouco y los suyos meter a martillazos a Dios en todo lo que se cuece en la alta política española?

Y lo más de lo más: “No reivindicamos el control de la situación para la Iglesia, que -como escribe Benedicto XVI en su primera Encíclica”- no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible, no puede ni debe sustituir al estado”. Que, por cierto, es aconfesional. Pues eso. Porque una cosa es lo que se dice, y otra muy distinta lo que se hace, Eminencia.
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