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Ah, pero ¿se puede hablar de algo más que de Obama?

domingo 18 de enero de 2009, 12:08h
Sospecho que en las próximas horas solamente se va a hablar de Barack Obama: de los millones de personas que se van a concentrar en Washington para ver en directo y en vivo su toma de posesión, de su programa económico y social, de sus planteamientos internacionales, de su equipo ministerial…Este fin de semana, la prensa, las televisiones, del mundo entero, volvían a la carga con álbumes de fotografías de ese niño feliz, adolescente normal, profesional atractivo, padre parece que ejemplar, que es el nuevo presidente del país más poderoso del mundo. Da la impresión de que de él ya lo sabemos todo: no tiene cadáveres en sus armarios, pensamos, y jamás un recién llegado a la Casa Blanca había suscitado tantas simpatías, tantas esperanzas. Tantas, que él mismo ha advertido que nos decepcionará en algunas cosas. Como no podría ser de otro modo.

Lo más importante, en mi opinión, es que todos tenemos la sensación de estar inaugurando una nueva era. Más que cuando JF Kennedy. Entonces era la guerra fría y hoy lo que está helado es la economía. Y, por el contrario, está demasiado caliente el conflicto de Oriente Medio: no tengo la menor duda de que, entre los dos millones de personas -o más- que se espera que se concentren entre el Capitolio y el monumento a Washington, muchos estarán indignados por lo que en estos días ha ocurrido en Gaza, a manos de Israel. Y Obama, sabiendo lo que cuenta el lobby judío en los Estados Unidos, no podrá seguir haciendo oídos sordos al clamor mundial. Porque está claro que no gobernará solamente para ese lobby ni para ninguno de los otros que pueblan los cenáculos washingtonianos: estamos todos, todos, pendientes de sus primeros pasos.

También aquí, en España, desde luego. Me dicen que son muchos centenares los españoles que se espera que se desplacen hasta la capital federal simplemente para poder presumir luego en casa de que han estado allí en el día histórico. Y que se han agotado las entradas, a 45 euros, para asistir en Madrid a la ‘fiesta de toma de posesión’, organizada por los norteamericanos demócratas residentes o transeúntes en la capital española. Y dicen también que en Moncloa aguardan la más mínima señal para contar que se ha producido un contacto, por pequeño que sea, con el nuevo héroe internacional.

En estas horas sospecho que se hablará poco de cuestiones domésticas, como el desánimo de Solbes, o la amenaza de huelga (que no se producirá) de los jueces, o incluso de los flecos de la dimisión del presidente de un club de fútbol que es la institución más conocida de nuestro país en los últimos rincones de la Tierra. Ya digo: estamos ante una de esas fechas históricas, marcadas a plazo fijo, uno de esos días que pensamos como quizá claves para el futuro colectivo y todo lo demás queda en suspenso. Aunque todo, todo, regresará tras este 20-e para el recuerdo. No nos falles, Obama. ¿Recuerdan que algo de esto también lo gritábamos los españoles, aunque dirigido a otro personaje, en la noche de aquel 14 de marzo de 2004?
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