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La oposición, en su laberinto

La oposición, en su laberinto

domingo 15 de febrero de 2009, 12:05h
En las graves circunstancias actuales de crecimiento acelerado del paro y cuando, propagandas aparte, subsisten los serios problemas de crédito para empresas y familias, con la economía en recesión y un ominoso horizonte, no pocos ciudadanos se preguntan dónde está y qué hace o propone la oposición, es decir, el partido al que corresponde la gran responsabilidad de dar adecuada representación a diez millones de electores españoles. Y sorprendentemente el PP, desaparecido en el combate de sus propios conflictos y pleitos internos, que nadie alcanza a entender muy bien, ni está ni, a lo que parece, se le espera. Será verdad aquello que decía Giulio Andreotti, el singular político democristiano italiano que el cine ha intentado retratar en la película IL DIVO, ahora mismo en las carteleras, de que “el poder desgasta, pero la oposición, mucho más”.

Nadie acaba de entender muy bien, salvo que haya sido un consejo del enemigo, la extraña aparición en escena de Mariano Rajoy –un político quizá con otros defectos, pero que es sin la menor duda honrado y habitualmente prudente y sensato en sus comportamientos, como buen hombre de leyes– para denunciar la coincidencia del por lo menos peculiar ministro Fernández Bermejo –que ha conseguido abrir en tiempo record todos los frentes conflictivos de la Justicia– con el magistrado Garzón en una cacería de venados, como si la compartida afición cinegética invalidara un procedimiento, con el que nada tiene que ver.

La escenografía de la denuncia, con Mariano Rajoy rodeado por la práctica totalidad de las figuras conocidas de los distintos sectores del PP, algunas de ellas protagonistas de los más recientes enredos del partido, ha sido una desafortunada especie de “prietas las filas, recias, marciales” que supone una descalificación, casi una enmienda a la totalidad, de una política de comunicación, por llamarla de alguna manera, que no se merece un partido que representa más del 40 por ciento del voto de los españoles y debiera ser la esperanza seria de una alternativa a la evidente incapacidad del actual Gobierno de Rodríguez Zapatero para afrontar y gestionar la grave crisis económica.

En realidad, y a salvo de otras informaciones que pudieran conocerse, todo apunta a  que la instrucción realizada en este asunto por el juez Garzón y la Fiscalía anticorrupción es sólida, fundamentada y con mucho contenido, por lo que mal podría verse afectada por la anécdota de que el muy politizado fiscal y ahora conflictivo ministro, y el magistrado siempre polémico, compartan una afición cinegética que tiene miles y miles de cultivadores en nuestro país y en todos los ámbitos profesionales.

La cacería es una anécdota, pero la cuestión de fondo es seria, porque la investigada trama de corrupción con epicentro en las emblemáticas poblaciones madrileñas de Majadahonda y Boadilla había extendido sus tentáculos hacia Galicia y hacia la Valencia de Camps, sin que pueda descartarse que aparezcan flecos en otras Autonomías. Y es una trama, por cierto, de la que empiezan a conocerse algunas relaciones personales –sin datos que vayan más allá de lo formal, también hay que advertirlo– en muy altos niveles del PP. Otro aspecto desapacible es que la trama –de la que el empresario Francisco Correa puede ser la cabeza ejecutora, pero es evidente que nunca hubiera podido desarrollar tanta actividad con éxito sin importantes complicidades, o por lo menos, conexiones– venía siendo desde tiempo atrás, en el noroeste de la Comunidad de Madrid, una especie de escandalizado secreto a voces.
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