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Atlético de Madrid le gana por 2 a 1 al Deportivo la Coruña

Atlético de Madrid le gana por 2 a 1 al Deportivo la Coruña

lunes 13 de abril de 2009, 03:04h
Atlético de Madrid le gana por 2 a 1 al Deportivo la CoruñaAbel Resino tiene claro que el camino hacia la Liga de Campeones pasa por la solidez defensiva, así se lo reclamó a sus jugadores tras encajar seis goles en dos partidos y así lo plasmó en Riazor donde se blindó y desactivó a un Deportivo que no creó ni una ocasión de gol hasta el último cuarto de hora de partido, cuando ya tenía que remontar dos goles. Ganó el Atlético porque siempre tendrá quien le resuelva en el otro área. Sólo con eso le bastó para llevarse tres puntos en un momento clave de la competición y marcar el camino a seguir en las próximas semanas. Ya saben cual es, pero se ve que no les resulta tan sencillo de tomar.

El Depor pareció salir al campo con un plan, dispuesto a tener la pelota y al tiempo atento a frenar cualquier opción de contragolpe. Quiso acaparar la posesión y llegar al área en base a apoyos y trabajo por las bandas, pero le falló la medular. Por ahí se rompió el partido y se esfumó cualquier opción de disfrutar de un ameno espectáculo porque el talento no estaba cerca del círculo central. Ni Assunçao, Raúl García, De Guzmán o Juan Rodríguez tienen peso para hacerlo. Son bregadores, futbolistas educados para acompañar, nunca para dirigir, por eso cuando se vieron con la pelota en los pies el partido derivó en un trasteo insulso, en un ir y venir inocuo. La solución pergeñada desde los banquillos fue idéntica: encomendar a hombres con misiones, en teoría, más ofensivas, la creación de juego. Así, Forlán se pasó más tiempo cerca del círculo central que del área. O Valerón. Por ahí el partido viró hacia donde más le convenía al Atlético, o al menos hacia donde quiso llevarlo.

Confiado en la pegada de sus cuatro jugadores de ataque el equipo de Abel se sintió cómodo con posesiones cortas, con acciones fugaces que buscaban soluciones rápidas. En una de ellas Maxi Rodríguez obligó a que Aranzubía se desperezara y casi de inmediato Simao llegó hasta el área pequeña para enviar la pelota a un lateral.

Apenas se había gastado un cuarto de hora y las noticias para el Dépor empezaban a ser inquietantes. La conexión entre Valerón y Lassad, siempre sugerente, estaba cortada. Lafita despareció entre tarascadas y Guardado hacía la guerra por su cuenta. No llegó al gol del Deportivo en toda la primera parte, incómodo porque el mediocampo fuera zona de paso y no de creación. Con todo, jamás faltó intensidad. Lotina se había quejado tras la derrota de la jornada anterior ante el colista Espanyol de falta de intensidad, de que sus hombres se dejaran llevar tras asegurar la ausencia de apuros en el tramo final de la campaña. Por lo visto ayer no caben nuevos reproches, el Dépor lo intentó, pero le faltaron argumentos para imponerse.

La cumbre del Atlético por fuerza debe ser superior. Es una cuestión de dinero, de gol, que en fútbol son sinónimos. Lo demostró Agüero en la acción que decantó el partido y ejemplificó la estrategia del Atlético. Buscó el balón a cincuenta metros de la portería y se perfiló para buscar la pared con Forlán, que también andaba por allí. Su precisión y osadía fueron suficientes para desarmar a los centrales blanquiazules y plantarse ante Aranzubia. No se puso nervioso, eligió el palo y colocó la pelota en la red con ternura, como un buen padre.

El gol desnudó a un Deportivo que fue de más a menos y al que pareció que el descanso podía dar alivio. Pero no se reactivó y hasta pudo sufrir otro golpe a los cuatro minutos cuando Maxi estrelló un remate en el larguero. Sufrió el Deportivo, que sin tanta pegada, echó de menos un peón que prestara suministro a Valerón, Lafita o Lassad. Con Verdú sancionado, la opción era Sergio, que tiene pie y medio fuera de Riazor. Lotina miró hacia él, pero siempre remiso en las sustituciones, mientras mascaba sus decisiones se topó con la sentencia de Simao. Desterró entonces cualquier ayuda a Valerón y optó por la tremenda. Marcó Bodipo en una acción a balón parado que destapó viejos fantasmas rojiblancos, pero que a la postre no fue decisiva.


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