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¡EPA!

viernes 24 de abril de 2009, 10:57h
Parece una exclamación, ¿verdad? No debía ser esa su intención primera, pero ahora la verdad es que las siglas juntas forman un sonido que le viene como anillo al dedo a la situación. Porque asombro, y preocupación, y nervios, y cierto miedo es lo que producen los datos de la última Encuesta de Población Activa que se acaban de hacer públicos. Ya lo hemos conseguido: los parados sobrepasan los 4 millones de personas.

El dato es terrorífico. Más aún cuando, de acuerdo con esas previsiones que nunca se cumplen, no se esperaba su llegada hasta al menos este verano. Pero en esto, desgraciadamente, somos unos adelantados. La escalada del desempleo parece imparable, y ni siquiera el plan Zapatero de inversiones municipales ha servido para mucho.

Cuando en una economía familiar falta una fuente de ingresos, toda la estructura de esa pequeña organización se viene abajo: hay que reducir gastos, pero ¿por dónde empezar? Es imposible dejar de pagar la hipoteca o los colegios de los niños; no hay prórrogas ni piedad en las entidades bancarias. Comer también sigue resultando imprescindible, aunque se cambien los yogures Danone por otros de marca blanca o se sustituya el cordero por conejo (qué buenos consejos daba Solbes, snif). La tijera tiene que entrar necesariamente en todo aquello que no sea imprescindible: y eso significa no comprar salvo urgencia, no consumir ocio –adiós restaurantes, tapitas del bar o cines de fin de semana-, no viajar…

En ese momento, el problema se traslada a las casas de quienes viven de los clientes de restaurantes, los cinéfilos de fin de semana o los que compran zapatos, electrodomésticos o coches nuevos. Que, a su vez, dejan de comprar, al tiempo que dejan de vender. Las fábricas de todos estos elementos no tienen a quién colocarle sus productos, por lo que dejan de fabricarlos. Y los trabajadores que los producían, quienes llevaban las cuentas en administración, los comerciales, los dependientes, etcétera, se van quedando progresivamente sin trabajo. Es, en efecto, una pescadilla que se muerde la cola; pero en este caso, el pez ni siquiera tiene cabeza.

¿Dónde está el límite? ¿Superados los cuatro millones de parados, vamos a por los cinco? ¿Es eso asumible? ¿Qué ha pasado con esas fabulosas estadísticas que nos situaban entre los ocho países económicamente más florecientes? ¿Dónde está el sorprendente empuje de España, que asombraba al resto del mundo hace sólo un par de años? Proponer nuevos subsidios y ayudas para quienes se quedan hasta sin el paro, a quienes más asfixiados están por la crisis, es un remedio, pero no una solución. Lo que hacen falta son puestos de trabajo. Crear empleo es la única salida para romper ese maléfico círculo. Y que nadie quiera aprovechar el río revuelto para pescar.
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