El final del ‘pacifismo sobrevenido’ de Zapatero
miércoles 21 de marzo de 2007, 14:45h
Se ha cumplido tristemente el cuarto aniversario del comienzo de la guerra de Irak. En estos 48 meses tan largos, especialmente para la población civil iraquí, las cosas han cambiado mucho, pero indefectiblemente para peor. El tiempo hace que algunas actuaciones alcancen la categoría de sarcasmo trágico, entre ellas la foto del “trío de las Azores” o la insensata proclamación de ‘victoria’ lanzada a los cuatro vientos por George Bush a las pocas semanas de la invasión.
Poco más de un año después de la guerra desde Izquierda Unida aplaudimos, en la primavera de 2004, aquella primera decisión del recién nombrado Gobierno socialista de retirar las tropas españolas desplegadas por la derecha de José María Aznar y con las que, supuestamente, íbamos a salir del rincón de la historia por la puerta grande. Esa misma historia, escrita con letras minúsculas, ha puesto a cada uno en su sitio.
IU estuvo desde el primer momento y en primera fila en las manifestaciones contra una guerra ilegal, ilegítima e injusta. No nos equivocábamos. Otros se sumaron a las pancartas con mucha más cautela y sólo lo hicieron cuando quedó medianamente clara la falacia de la justificación de las armas de destrucción masiva o cuando las encuestas demostraron el masivo rechazo de la población española a una ocupación sin sentido.
Pero tras cuatro años de desastre en Irak y a tres desde la llegada al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el Ejecutivo socialista sigue pagando la hipoteca que para sus relaciones internacionales y, en especial, con la Administración norteamericana ultraconservadora de Bush, supuso aquella irrenunciable decisión de salir de Irak en cumplimiento de las exigencias mayoritarias de los ciudadanos.
Pero, como decía, las cosas se han complicado mucho desde entonces. El Gobierno y el PSOE se apresuraron a rentabilizar políticamente esa retirada de nuestros soldados. Algo tan políticamente legítimo, con el tiempo, se vuelve en su contra cuando a los tres años de gobierno apenas queda nada de ese ‘pacifismo sobrevenido’. Para ilustrarlo con claridad pondré sólo dos ejemplos de los numerosos que se pueden utilizar.
España tiene ahora casi 700 militares desplegados en Afganistán. IU-ICV fue el único grupo parlamentario que se opuso en el Congreso al envío de este contingente. Supuestamente, nuestros militares acudían para realizar labores de ayuda humanitaria y tareas de reconstrucción en el marco de la ISAF y bajo el amparo de la ONU, todo ello en una zona presuntamente segura, lejos de las acciones de los terroristas talibanes que habían destruido el país.
Paralelamente, dentro de la ampliación de su campaña de ‘guerra preventiva’, EE.UU y el Reino Unido ejecutaban al unísono –y se suponía que de forma independiente- su operación “Libertad Duradera” contra el terrorismo integrista, en general, y talibán, en particular.
A los pocos meses de llegar a Afganistán, desde IU denunciamos el solapamiento de estas dos misiones. Nuestros soldados bastante tenían con autoprotegerse ellos en una zona cada vez más peligrosa, ayudar a proteger a las tropas de otros países embarcados en la misma aventura y dar cobertura a las fuerzas policiales afganas. El construir puentes, hospitales o ayudar de forma práctica a la población civil, que son algunos ejemplos de lo que debía ser su objetivo principal, había quedado relegado a un tercer plano.
Con el paso del tiempo la cosa se complicó aún más. Todas las tropas internacionales desplegadas en Afganistán han quedado asumidas bajo bandera OTAN. Paralelamente, se ha intentado aumentar en otros 300 soldados nuestro contingente allí –la cúpula militar española y atlántica ha vuelto a pedirlo recientemente-; mientras, se produjo la muerte bajo una mina asesina de nuestra primera soldado y España ha pasado a apoyar, ya sin rodeos, las acciones militares puras y duras.
Desde luego, todo esto no es equiparable con lo que pasaba en Irak hace cuatro años. No obstante, tenemos el derecho y la obligación de denunciar sin rodeos que el Gobierno español sigue compensando su rápida salida del territorio iraquí, entre otras cosas, con la fiel colaboración en el avispero afgano. Y también lo tenemos para pedir, como venimos realizando desde el principio, la retirada del contingente español, aunque no le guste oírlo al Gabinete socialista y Rodríguez Zapatero se niegue a debatir con IU de ello en el Pleno del Congreso, prefiriendo hacerlo con Mariano Rajoy, con el que tiene grandes coincidencias en este tema.
El segundo ejemplo de que ‘algo’ ha cambiado en ese ‘pacifismo’ y esa ‘política de transparencia’ anunciados por el Ejecutivo socialista nos lo da todo lo que está pasando con los vuelos ilegales y de la tortura de la CIA. Mientras Italia o Alemania se han puesto las pilas, al margen de que el Parlamento Europeo haya aprobado un completo informe confirmando la colaboración de la mayoría de gobiernos europeos en el traslado de detenidos sin amparo judicial alguno a través de su espacio aéreo, el Gobierno español prefiere esconder todo el asunto bajo la alfombra.
Moncloa valora que si no se habla de un tema o, mejor dicho, si sólo hablan de él algunos medios de comunicación bien informados y valientes, se puede hacer creer a todo un país que ese problema no existe. Otros cayeron en ese mismo error y lo pagaron en las urnas. Desde la comparecencia del ministro Moratinos en noviembre de 2005 y una posterior del director del CNI, en junio del año pasado, ha sido imposible volver a traer el tema al Congreso.
Vamos a insistir hasta el final para que se cree la comisión de investigación parlamentaria que hemos pedido para esclarecer las responsabilidades políticas sobre los vuelos tanto del Gobierno socialista, como de sus antecesores populares. Las posibles responsabilidades penales ya se encarga de investigarlas la Audiencia Nacional, donde IU está personada como acusación popular. Tampoco renunciamos a que el Ejecutivo de Rodríguez zapatero responda a nuestras solicitudes de comparecencia y vengan de nuevo al Congreso el ministro de Exteriores y el director del CNI a decir algo más que se enteraron “por la prensa” de estos vuelos, así como de los que acabaron aterrizando en Guantánamo.
Como decía, las cosas han cambiado mucho, pero a peor, incluida la actuación del Gobierno socialista en los últimos meses. Nuestro apoyo para sacar adelante avances sociales no excluye para nada el ejercicio de una oposición exigente para hacerle corregir todos estos graves errores. Estamos empeñados en ello. Es lo que hay.