Es probable que cualquier persona sensata apoye la evaluación a los maestros, pues si hay algo evidente en el país, es que la cultura de la sociedad ecuatoriana se encuentra muy venida a menos. Solo basta ver los noticieros televisivos y leer ciertos diarios para comprobar que el lenguaje- quizás la expresión cultural más relevante de cualquier conglomerado social-, es a diario agredida en el Ecuador de una forma poco usual en otros países.
Sin embargo, la evaluación debería comenzar por los integrantes del “Congresillo”, pues este fenómeno lingüístico se torna inaceptable cuando dichas agresiones idiomáticas provienen precisamente de uno de los órganos del Estado que no puede prescindir de un conocimiento elemental del lenguaje.
Cuando digo “elemental” me refiero a que por lo menos las leyes, no deben tener faltas de ortografía, pues constituye una vergüenza para cualquier país que se respete, que sus textos legales arranquen lágrimas de compasión o sonrisas lastimeras cuando son leídos en el extranjero. Y para muestra basta un botón. Si uno accede a la dirección web del Congreso, -temporalmente conocido como Comisión Legistativa - http://search.live.com/results.aspx?q=comisi%C3%B3n+legislativa+y+de+fiscalizacion&form=QBRE&filt=all, encuentra la palabra “Comisión” escrita con “c” en lugar de “s”.
¿Detalle sin importancia?
No es así, pues esto es solo la punta del iceberg. Si se revisa aspectos más “profundos” de los textos constitucionales producidos en Montecristi, así como las leyes que se han aprobado en el presente régimen, encontramos deplorables deficiencias en la sintaxis de la gran mayoría de las normas que las tornan ilegibles, incomprensibles y por ende, inaplicables.
Y la razón de fondo por la cual una disposición legal debe forzosamente encontrarse bien redactada, es que las leyes regulan el comportamiento social. Si sus deficiencias en la construcción apropiada de las ideas impiden la comprensión, o procuran una doble interpretación de lo escrito, la ley se torna inaplicable y la sociedad se queda sin la norma de sustento para regular determinada conducta.
Si a esto añadimos la -casi inexistente- formación jurídica de sus autores, podremos concluir que el Ecuador es quizás el único país sobre la faz de la tierra, que no valora la importancia de sus leyes y que no entiende que si éstas están mal hechas, la estructura social está mal construida. Eso explica quizás, porqué el Ecuador es también el único país sobre el planeta en el cual, aunque no exista el Estado de Derecho, la naturaleza -¡oh genialidad!- tiene derechos.
Y que además, tengamos una democracia -única también- en la cual solo se necesita sacar el 40 % de los votos para ser Presidente de la República. Es decir, con el 60 % del electorado en contra. ¿Son éstas buenas “leyes”? Seguro. Excelentes. ¿Esta es la “revolución legislativa”, el cambio del Congreso ofrecido por el régimen para ganar las elecciones?