Una cosa parce poco discutible: el anuncio de cierre de la central de Santa María de Garoña ha planteado la necesidad de un debate sobre la energía de origen atómico o nuclear. Dos palabras que nacieron con pésima prensa y que aún en nuestros días siguen teniendo una lamentable imagen pública. Por si fuera poco, cuando se debate esta cuestión de la seguridad o riesgo de esta energía, no hay más remedio que mencionar la tragedia originada por Chernóbil, posiblemente originada por un pésimo mantenimiento de la central ucraniana. Pero también hubo accidentes en los Estados Unidos. Y por más que se nos garantice
"seguridad a toda prueba", nos queda un reducto para la desconfianza.
Es cierto que las centrales de última generación y que la renovación que se hace de cada central nuclear año tras año hacen imposible cualquier incidente que trascienda a la seguridad de los ciudadanos. Pero aún así, quedan por resolver algunos otros aspectos, como el de los residuos nucleares y qué hacer con ellos. Es cierto que cada vez son menores tales residuos y que se
"exprimen" hasta lo inimaginable, pero ahí está el problema de qué hacer con esos materiales tras su empleo.
Nuestro país, como muchos otros, tiene sin resolver esa incógnita, y lo más habitual es que se vea en la necesidad de compartir el problema cuando hace uso de energía de origen nuclear procedente de otros países, como sucede con Francia. Pues bien, a estas alturas del debate, el presidente del Gobierno anuncia una reforma de la legislación nuclear en la que, por ejemplo, se definirá lo que es vida útil de una central o que revise aspectos como el diseño y la seguridad de una central, o las prórrogas de actividad y estudios ambientales. Y junto con estas cuestiones esenciales, otra aún más básica: la planificación energética para los próximos veinte años, teniendo en cuenta los costes de los distintos tipos de energía.
Es seguro que una vez que ya se ha abierto el debate, se abunde en abordarlo y en resolver los problemas que plantea, como ha sido fácil comprobar en las últimas semanas. Por si cabía alguna duda o interpretaciones
"alternativas" sobre el cierre de Garoña, aborda la cuestión la secretaria de organización del PSOE,
Leire Pajín, en declaraciones a El Mundo. Dice Pajín que Garoña está al final de su ciclo vital, y que su cierre no es reversible, le guste al PP o no le guste. Insiste en que la decisión del Gobierno cumple con el programa electoral del PSOE, que apuesta por sustituir la dependencia de la energía nuclear por energías limpias y renovables.
"Es coherente con nuestra apuesta por las energías alternativas y tiene en cuenta el futuro económico en esa zona y de los trabajadores de esa central".
Añade Pajín que
Zapatero ha escuchado a todos los sectores económicos y sociales y a todas las voces del PSOE y todo el Gobierno.
"Una decisión así no es un capricho ideológico. Este cierre se ha hecho pensando en los intereses del país. Sólo desde la irresponsabilidad se puede hacer ese tipo de acusaciones al presidente", concluye Pajín, antes de reprochar al PP que nunca haya dicho dónde colocaría supuestas nuevas centrales o dónde los residuos.