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Ni diálogo social, ni política económica

Ni diálogo social, ni política económica

sábado 25 de julio de 2009, 17:25h
El diálogo social está roto y el diálogo político sencillamente ni está ni se le espera. He contado en alguna parte cómo este último viernes por la mañana temprano, en un lugar cercano a Madrid, en un encuentro con distinguidos intelectuales y economistas, e incluso un par de nada distinguidos periodistas, un relevante financiero, tras escuchar el rosario de lamentos más que opiniones sobre la actualidad política y económica del país, paseó por los reunidos su mirada de águila y se permitió el humor de una pequeña licencia literaria: “¿Quo vadis, España?”. Sentado frente al financiero, un ilustre catedrático de economía apuró su taza de te y respondió con una brevísima síntesis que suscitó general aquiescencia: “A saber hacia dónde, porque el Gobierno no sabe o no quiere articular y mucho menos pactar una política económica frente a la crisis, y lo que todavía es más desolador, la oposición no está ni se la espera”.
   

Los datos dejan poco espacio al optimismo, porque sobre la destrucción de cerca de 150.000 puestos de trabajo, el desempleo se anotó en el segundo trimestre del año un crecimiento de otros casi 127.000 afectados, más del 3% adicionales sobre el primer trimestre, lo que supone que la tasa de paro, según los datos oficiales del INE, roza el estremecedor nivel del 18%, con más de cuatro millones de afectados directos y una cifra muy superior si se consideran las afectaciones familiares. Hay que remontarse más de una década atrás para encontrar un porcentaje similar. Además, en términos porcentuales, la pérdida de puestos de trabajo empieza a trasladarse con mayor intensidad a la población nativa española que a la inmigrante, con lo que no es difícil intuir que otra grave fractura social y política se aproxima.

Mientras los políticos se enzarzan irresponsablemente en acusaciones recíprocas de corrupción, más de un millón de hogares españoles tienen a todos sus miembros familiares en paro, situación que acentúa su gravedad en el actual ámbito de muy irresponsable ruptura, por el Gobierno, del diálogo social, por vez primera en décadas, prácticamente desde el inicio mismo de la transición. Y es que Rodríguez Zapatero ha optado estratégicamente por un inquietante retorno a viejas políticas de confrontación social y radicalidad política como las que, en el primer tercio del pasado siglo, condujeron a la terrible tragedia de España. 

Si no fuera tan grave, la situación que se alimenta desde La Moncloa presentaría rasgos del muy español género de la “astracanada”. El mismo presidente de gobierno que se muestra, mientras el tiempo pasa y no de manera impune, incapaz de articular algo parecido a una estrategia de actuaciones contra la crisis, gasta los días en lo que le divierte, esto es, de mitin en mitin, proclamando su “decepción” por el hecho de que los empresarios, que hace ya tiempo que cruzaron las líneas de máxima alarma, no le rían las gracias. Así que Gerardo Díaz Ferrán, como presidente de la CEOE, proclama igualmente su “decepción” por la negativa del Gobierno a afrontar un diálogo en serio en el que pudieran acordarse y pactarse medidas efectivas contra la crisis.

Lanzado ya sin red por el despeñadero de la demagogia política, Rodríguez Zapatero, animosamente asistido por el amable pero inverosímil ministro Corbacho, acusa a la patronal de pretender el despido libre, y no sólo entierra el diálogo social sino que se desliza por extrañas veredas argumentales, de manera que cada vez más empresarios y profesionales piensan, y temen, que el Gobierno se está quitando la careta y se dispone a desempolvar el intervencionismo radical del círculo de hierro de Rodríguez Zapatero, allanando el camino para una subida de impuestos que sería coherente con el descontrol del gasto público y necesaria para mantenerlo.
 
Un destacado político centrista, hoy más inclinado hacia actividades empresariales y económicas, lo expresaba esta misma semana, en una interesante y muy plural, en términos ideológicos, reunión de empresarios y profesionales punto menos que aterrorizados por la radical deriva intervencionista del actual Gobierno. Opina que ahora ya sabemos por qué fue necesario cambiar a Pedro Solbes por Elena Salgado, y es que ZP se disponer a activar todos los resortes no ya sólo regulatorios sino incluso intervencionistas para encaminar España hacia el modelo que le gusta, el de una sociedad estatalizada bajo la total vigilancia de un partido hegemónico que controle políticamente la actividad económica.

Pero el descontento ciudadano no es sólo con el Gobierno. Se generaliza también, todo hay que decirlo, el descontento por esa extraña desaparición en escena del partido mayoritario de la oposición, a quien no sólo la ciudadanía sino incluso otras fuerzas políticas reclaman, con decreciente esperanza, un pronunciamiento, unas propuestas y una estrategia a la altura del momento y de las necesidades del país. ¿Cómo se explica que, ante la palmaria incapacidad del Gobierno para articular una política económica digna de tal nombre, el PP no ofrezca al resto de las fuerzas políticas una alternativa de política económica capaz de generar un amplio consenso?

Así estamos… Como cada año a principios del verano, desde hace un par de días España arde por los cuatro costados, y los incendios ya se han cobrado víctimas. Pero sobre todo, este año, es la economía española lo que está en llamas. Frente a los incendios de montes y urbanizaciones tenemos esforzados y valerosos bomberos que luchan para cortarles el paso y limitar su capacidad de destrucción. Ante el peor incendio, el de una crisis económica que amenaza ser letal para nuestra economía y nuestras empresas, desdichadamente parece que no tenemos bomberos ni dentro ni fuera de las estructuras del poder político.

En este desolador panorama, sólo la Bolsa, esto es, eso tan odiado por los intervencionistas que son los mercados, viene dando algunas alegrías en las últimas semanas, y se han acentuado en los últimos días. Es verdad que nuestro indicador por excelencia, el IBEX 35, que algunos esperábamos y habíamos pronosticado ver esta misma semana por encima de los 10.500 puntos, se ha quedado por debajo, pero muy ligeramente por debajo, en los 10.438,6 puntos, que de hecho consolidan casi un 14% de subida desde enero, y a distancia sideral de aquella caída a los 6.700 puntos que nos hizo rozar el pánico sólo cuatro meses atrás. ¿Por qué no soñar ya con un listón de 11.000, incluso 12.000 puntos, que ahora es posible a corto plazo y que cualquiera hubiera tenido por una ilusoria fantasmagoría sólo mes y medio atrás? De hecho, en los últimos días, los mercados españoles han empezado a responder mejor incluso que la mayoría de los de otros países europeos. Pues sí, por mucho que moleste a los obsesivos de regulaciones e intervenciones, la buena fórmula para el mañana de después de la crisis seguirá siendo la misma que tiempo atrás: más Mercado y menos Estado. Más temprano que tarde, con ella volverá la prosperidad. 
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