Una gran oportunidad

La elección legislativa de medio término ha dejado un panorama difícil para el gobierno peronista, sobre todo si este persistiera en su lógica política hermética sostenida desde el año 2003, sin considerar los cambios profundos registrados en todos los planos.

Por el contrario, podría hacer de su debilidad particular una fortaleza del sistema político general si emprendiera un diálogo franco y abierto, tanto en el espacio legislativo como en el ejecutivo, y llevase a la práctica los resultados de esas deliberaciones en medidas concretas para enfrentar los diversos problemas políticos, económicos y sociales.

El país afronta una caída del nivel de actividad y sus repercusiones en la pérdida de puestos de trabajo y el aumento de la pobreza. La salida de capitales refleja, además, la falta de previsibilidad de un rumbo que se agravó a partir del 28 de junio. Los ajustes tarifarios de algunos servicios públicos aplicados por un gobierno débil también son rechazados y judicializados, y alimentan un humor social cada vez más adverso a las iniciativas del Poder Ejecutivo. Por otra parte, dichos ajustes, son el costo de una política energética improvisada, largamente cuestionada por los especialistas, cuyas advertencias nunca fueron escuchadas por la actual administración.

Salvo que el gobierno intente un empecinamiento cada vez más incomprensible, o una dilación suicida, la elaboración de políticas públicas legítimas y eficaces, al tiempo que política y socialmente viables, resultan indispensables en esta hora.

Es sabido que el camino de un gobierno derrengado por sucesivos traspiés no tiene otro norte que el de las concesiones ante cada reclamo sectorial. La actual ola de presiones de toda laya, esgrimidas con mayor o menor razón, atestiguan esta tendencia. No sólo Néstor Kirchner fue asediado en tanto “macho alfa” del peronismo, sino que su esposa comienza a sentir el rigor de los reclamos y el fragor de los problemas irresueltos de larga data.

¿Cree el matrimonio presidencial que puede enfrentar “mano a mano” a cada grupo de presión? ¿Considera que puede mantener –con un costo creciente- cierta mayoría legislativa? Si así lo hiciera, las sucesivas concesiones empeorarían el estado de situación y seguirían posponiendo para el futuro las verdaderas soluciones.

La oposición tiene en el Congreso un gran desafío: contrarrestar las prácticas que desdeñaron hasta el momento el diálogo; evitar constituirse en instrumento de los mismos grupos de presión; eludir cierto espíritu de revancha que el maltrato kirchnerista ha contribuido a generar en algunos sectores y legislar teniendo en mente el bien común. No es una tarea sencilla, ni solitaria, requiere del gobierno cambios que no sólo sean el reconocimiento de su debilidad, sino el inicio de la recomposición del sistema político.

El resultado de decisiones maduras de los actores políticos, orientadas en el sentido expresado hasta aquí, tendrá otros beneficios adicionales: mejorar la calidad democrática, recrear un clima de confianza indispensable para el desarrollo de la actividad económica y mostrar a la ciudadanía que las enseñanzas de la crisis del 2001 se han asimilado por todo el espectro político.