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Letras

Letras

viernes 28 de agosto de 2009, 19:04h

 Detrás del movimiento de los precios de las acciones, los bonos, los commodities o las monedas globales, no sólo hay cuestiones específicas, condiciones sectoriales, especulación, noticias o rumores de corto plazo. Implícita o explícitamente, quienes toman decisiones en los mercados (aún cuando, en la práctica, respondan a una “corazonada” o a un comportamiento poco racional), dibujan  alguna visión “estilizada” de lo que pasa o puede pasar en las tendencias estructurales de la macro global.

En ese sentido, se pueden identificar, resumidamente, tres escenarios diferentes.

Por un lado, se encuentran los que ven en la crisis financiera desatada desde mediados de 2007, el “fin de la era del dólar como moneda central de reserva” y la “decadencia institucional norteamericana”. Sobre este último punto, en particular, se señala que las crisis sucesivas del LTCM (Long Term Capital Management), las punto.com, ENRON, la quiebra de Lehman, Madoff, etc., por citar ejemplos emblemáticos, marcan que la gran “ventaja competitiva” de garantía institucional en el mercado de capitales de los Estados Unidos se ha perdido. Y que, además, la expansión del déficit fiscal norteamericano, una clase política que tiene, ahora más que nunca, la “excusa” de la intervención y del estatismo, y la imposibilidad de “ajustar” en forma ortodoxa este desequilibrio transitorio de la política fiscal y monetaria, terminarán afectando al dólar como moneda de reserva internacional, en un contexto en dónde la inflación puede surgir como “solución”. 

Bajo este escenario, la “apuesta” es a un dólar débil, y a la compra de activos “protectivos” desde el oro, pasando por el resto de los commodities (los “ladrillos” en la jerga argentina). A diversificación de monedas, y a una economía mundial que vivirá, en los próximos años, una turbulenta transición desde el poder cuasi monopólico del dólar como patrón, hacia “canastas de monedas y bienes”. Y desde los Estados Unidos centro del mundo, hacia un poder más compartido con Europa y Asia, y, eventualmente, algún “actor invitado” de otras regiones, como podría ser Brasil. Este es el escenario de la letra “L”. Se ha tocado el piso, pero la transición hacia esta “nueva economía” será larga, turbulenta y fluctuante en torno a una economía de muy bajo crecimiento, casi estancada o con peligro de “estanflación” moderada. Una L con una leve pendiente positiva, en su parte horizontal.

En el otro extremo, surge el escenario de “Business as usual”. En este marco, la economía global ha asistido, una vez más,  a la explosión de una burbuja, como tantas otras que surgen en los ciclos del capitalismo. Obviamente, puesto que esta explosión ha sido de mayor magnitud y los desvíos respecto de los “precios de equilibrio”, en consecuencia, también, no se vuelve al punto de partida. Pero lo peor ha pasado. Las empresas han realizado un ajuste “schumpeteriano”. Los países “gastadores”  ya han hecho o están terminando de hacer su adaptación a las nuevas condiciones crediticias. Los países “ahorradores”, en especial China, están, lentamente, orientando parte de su expansión a la demanda interna (en especial obra pública),  y el resto del mundo emergente ha podido, por su más sana situación macroeconómica, capear el temporal, y ahora despliega nuevamente las velas, ante un viento a favor, que no es más que una brisa, pero que alcanza para retomar crecimientos modestos, pero crecimientos al fin. Este es el escenario de la letra “v”, aunque con el segmento ascendente de la v llegando a un punto más bajo que el punto de partida. Una especie de “v asimétrica”.

En este contexto, la apuesta es a que los mercados se vayan recuperando en forma lenta y constante. Que la política monetaria empiece a “recoger el  barrilete” hacia el segundo semestre del próximo año, y que los déficits fiscales y el endeudamiento se vayan reduciendo por obra de un gasto público relativamente contenido y de ingresos fiscales que se recuperan al ritmo del crecimiento económico. Commodities subiendo de precio, pero sin volver a las locuras anteriores y todos los activos realizando su “verdadera pérdida" desde su exagerada caída por el pánico post Lehman.

En el medio,  aquéllos que sostienen que, en realidad, la actual “v” es la primera parte de una “W”. Que una política de tasas de interés cero y alta liquidez, sin pánico, está empezando a generar una nueva burbuja en los precios de los activos y que cuando haya que tocar retirada para la insostenible expansión fiscal y monetaria, la suba de las tasas de interés y los ajustes presupuestarios llevarán a una nueva recaída en el 2010/2011, a un nuevo piso, y recién allí, con un escenario fiscal y monetario más razonable y el sector privado, en especial bancario, más depurado de los excesos de estos años, una recuperación ya más sustentable.

 Aquí, la apuesta es al “timming”. A “pegarle” al punto de inflexión de la burbuja, en los activos de renta variable, y a posicionarse “corto” en los de renta fija y vinculados, esperando la suba de la tasa de interés.
 
 Sobre esta “sopa de letras”, sobrevuela un escenario estructural de fondo, relacionado  no sólo a los “power shifts” geopolíticos, implícitos en el escenario de la “L”,  Estados Unidos, China, Europa, Países Petroleros, etc., sino también a cuestiones más profundas: calentamiento global, cambios tecnológicos y culturales, envejecimiento de la población, crisis de los sistemas públicos de protección social, y de salud, etc. etc.

Como se aprecia, recordando a mi admirado Toffler: “El futuro ya no es lo que solía ser”.

¿Cuál es la letra más probable?. ¿Hay forma de posicionarse en el “común denominador” de estos escenarios? ¿Qué hacer?.
A estas alturas, amigo/a mío, usted ya sabe mi respuesta.
Eso…es otro precio.

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