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La hora de la verdad de los Presupuestos

domingo 27 de septiembre de 2009, 19:26h

Los Presupuestos Generales para 2010 han sido recibidos con un entusiasmo manifiestamente descriptible. La opinión pública esta sobresaltada y en el umbral del susto, o de la franca y abierta rebelión, y parece que no es para menos, a juzgar por la rara unanimidad con que los expertos han empezado a competir en rasgados de vestiduras, valoraciones negativas e incluso descalificaciones a secas. La subida de los impuestos aprobada ayer por el Consejo de Ministros es un veneno que los ciudadanos parecen poco dispuestos a aceptar, hasta el punto de que empiezan a percibirse, por vez primera desde la transición democrática, signos de abierta rebelión social. El Gobierno ha optado por meter la mano en el bolsillo de los españoles y estos parecen poco dispuestos a seguir soportando las sevicias de un Gobierno que empiezan a considerar manifiestamente incompetente, en especial su presidente, para dar soluciones a la crisis.

La inoportuna coincidencia en el tiempo de los que ya se valoran por muchos analistas de todos los colores políticos como los peores Presupuestos de la historia de nuestra democracia con las desafortunadas fotos de la familia Rodríguez Zapatero en Estados Unidos, hacía que esta misma mañana un muy distinguido banquero, en tensa tertulia matinal con próximos colaboradores y algunos amigos, expresaba el tremendo desahogo de que “los españoles no nos merecemos un presidente como este”, ante lo que uno de los presentes hacía notar lo que ya es un clamor en la calle, esto es, la incredulidad y enfado con que los ciudadanos asisten a la incapacidad de las fuerzas políticas de la oposición para pactar e instrumentar un rápido y ordenado desalojo del actual inquilino de La Moncloa.

Cualquiera entiende que la subida de impuestos de ninguna manera significa que paguen más los que más tienen. Los ricos de verdad tienen excelentes expertos económicos y jurídicos para minimizarles el daño de la voracidad recaudatoria, ya casi extorsionadora, de quienes han iniciado el retorno, por el túnel de la incapacidad y la incompetencia, a los peores momentos del Estado depredador. Pero es que además se llega a actuar sobre el IVA, esto es, a castigar el consumo y por tanto a meter directamente la mano en el bolsillo de las clases medias y de los trabajadores, al tiempo que se endurece el estrangulamiento de medianos y pequeños empresarios, trabajadores y autónomos. Y no se actúa “pecata minuta”, sino que el propio Gobierno reconoce que, con la subida del IVA, espera recaudar 5.150 millones de euros adicionales, que unir a los 5.700 millones de euros generados por la supresión de la ya famosa deducción general de 400 euros y a los 800 millones de euros derivados del cambio de tributación de las rentas del ahorro.

Esto último, por cierto, dará mucho que hablar y escribir, pero encaja muy bien en el modelo de gestión de Rodríguez Zapatero, esto es, la sustitución de los hechos por la comunicación de los hechos. Sucede que las rentas procedentes del capital tenían una retención del 18%, y el tipo sube ahora al 21% para las rentas superiores a los primeros 6.000 euros de beneficio. Tanta subida para tan pequeño objetivo de recaudación obliga a sospechar que la medida no pasa de ser una triquiñuela, una maniobra de distracción política, para ocultar lo que es evidente, y es que la presión del IVA no discrimina por la capacidad económica del contribuyente.

Y lo que todavía es peor, la subida del IVA, en autorizada opinión personal de un relevante político del propio PSOE, ciertamente nada afín al actual inquilino de La Moncloa, será un castigo tan general como inútil, porque esa estremecedora transferencia de recursos desde las familias al Estado de ninguna manera alcanzará a paliar el brutal déficit público al que nos conducen las frívolas ingeniosidades de Rodríguez Zapatero, déficit por cierto en todas las áreas de nuestra compleja y cara estructura de Estado, Autonomías y Municipios. Todo ello envuelto en la palabrería sin contenido real de “priorizar el cambio de modelo productivo”. Desdichadamente, esta atroz pesadilla no es un sueño, sino algo que está sucediendo aquí y ahora, en la España de 2010, un país moderno y miembro pleno de la Unión Europa, pero llamado a convertirse muy pronto en “el enfermo de Europa”, si los políticos de la oposición resultasen incapaces de deponer las pequeñas diferencias en aras del interés general que ya reconocidamente reclama un cambio urgente de Gobierno.

De hecho, la brutal transferencia de más de 10 mil millones de euros desde las familias al Estado no impedirá que el agujero de las cuentas públicas siga en niveles peor que inquietantes, quizá incluso por encima del 8 por ciento del PIB, que por si fuera poco habrá que financiar con deuda pública, que, para hacernos una idea de la pesadilla que se avecina, saltará desde menos del 40 por ciento del PIB hace sólo un año hasta bastante por encima del 60 por ciento del PIB en el año próximo. ¿Aún así estará por debajo de la media de la UE como afirma el Gobierno? Es posible, pero eso no evita el disparate de su crecimiento. El desempleo, no nos engañemos, volverá a repuntar hasta niveles ominosos.

Al final del final, el ambiente en los círculos económicos es de honda inquietud. Se espera, más bien se desea, que el debate presupuestario en el Congreso esté a la altura de la magnitud del desafío y que el Gobierno coseche lo que ha sembrado, pero nadie lo da por seguro, visto lo visto en los últimos tiempos. Se acerca la hora de la verdad para el sentido de Estado y el ejercicio de responsabilidad de los grupos parlamentarios no adscritos al actual Gobierno. La ciudadanía va a estar atenta, y sucederá lo que tenga que suceder, pero no sería socialmente impune que el Gobierno consiguiera sacar adelante, sin muy serias rectificaciones y ajustes, los Presupuestos Generales para 2010 tal como fueron aprobados por el Consejo de Ministros.
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